Sonr¨ªa, por favor
Se acab¨® el bajonazo. Para alejar disgustos, he echado mano de mi autoridad, que no carisma ni hiperliderazgo, y he organizado una excursi¨®n en bicicleta. Con flores a ambos lados del camino, el cielo l¨ªmpido y azul y el buen humor, aquello parec¨ªa una pel¨ªcula francesa. No hago juicio de valor.
-?Qu¨¦ maravilloso! -dijo Carmen Calvo-. ?No os parece estar viviendo en una cl¨¢sica pel¨ªcula francesa, con sus planos largos, sus densos di¨¢logos y su estimulante falta de acci¨®n? Permitid que aproveche este alto en el camino para dirigirme a la Naturaleza y, mediante ella, a las gentes de la cultura. ?Gentes de la cultura! Yo os digo: simplemente, gracias. Y a?ado: ?eh! ?Ad¨®nde vais?
Magdalena ?lvarez hab¨ªa iniciado maliciosamente un esprint, y todos la hab¨ªan seguido. Inercialmente, yo tambi¨¦n, dejando a Carmen Calvo sola entre las flores, con su profunda oda a las gentes de la cultura.
-?T¨² tambi¨¦n te vas, Presidente?
-Yo no puedo mostrar en p¨²blico mis preferencias por tu ministerio, Carmen, compr¨¦ndelo, y adem¨¢s te he o¨ªdo el discurso cincuenta veces. Ahora viene: "Y a?ado: gracias, gracias, gracias".
-Vuestra insensibilidad os hace m¨¢s da?o a vosotros que a m¨ª.
El enfado le dura poco a Carmen, y pronto recuperamos la curiosa apariencia de muestrario de sonrisas que tan peculiar imagen da a mi partido y a mi gobierno, una especie de anuncio de dent¨ªfrico con poder. Est¨¢n los que gastan media sonrisa, como Moratinos, la sonrisa franca de Trini, la sonrisa expectante de Chac¨®n, la sonrisa desconfiada de Pepe Blanco, la sonrisa simple de Jes¨²s, la sonrisa abierta de Maleni ?lvarez, la sonrisa en punta de Juan Fernando, la sonrisa breve de Mar¨ªa Teresa, la sonrisa socarrona de Pedro Solbes (un cl¨¢sico), la sonrisa invertida de Jordi Sevilla y la sonrisa invisible de Trujillo. Y, por supuesto, la sonrisa ZP. S¨®lo me falta Ronaldinho como jefe de gabinete.
Mientras dure en la memoria de los espa?oles la imagen torva de Aznar, la gente nos agradecer¨¢ que sonriamos. Despu¨¦s, ?qui¨¦n sabe? Pero mientras tanto, somos felices y gobernamos como quien va de guateque. Supongo que todos los gobernantes sienten en alguna ocasi¨®n la profunda tentaci¨®n de erigirse estatuas, empapelar las ciudades con la propia imagen o aparecer continuamente en televisi¨®n. Mi tentaci¨®n es llenar el pa¨ªs de estatuas de Aznar y reponer algunos telediarios del antiguo r¨¦gimen para que nadie olvide de qu¨¦ iba la vaina.
A media tarde, Juan Fernando ha desenfundado la guitarra y ha empezado a entonar Angie con mucho sentimiento, gan¨¢ndose unos simpatiqu¨ªsimos abucheos. Ay, c¨®mo nos lo pasamos. La muchachada, espoleada por el sol y por un poquillo de sangr¨ªa, ha pedido al ministro de Justicia una ranchera.
"Quer¨ªas ser el m¨¢s grande
presum¨ªas de tenerla tan grande
pero lo m¨¢s y m¨¢s grande que hiciste
?fue que nos hiciste gigantes!".
-?Gentes de la cultura!
-?Horror!
-Yo os digo, simplemente: gracias, gracias, gracias. Con vuestro talento y mi dinero estamos llamados a hacer grandes cosas.
-Ay -se quej¨® Pedro Solbes, de puro vicio.
El dinero, el dinero, el dinero. M¨¢s tarde o m¨¢s temprano acabar¨¢n las vacaciones y, entonces, como dec¨ªa Felipe: ?c¨®mo diablos voy a hacer todo lo que tengo que hacer? (Felipe, el amigo de Mafalda, no Gonz¨¢lez).
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