Cabo la Nao: un arroz con vistas
No se debe acudir a comer al Restaurante Cabo la Nao con el ¨²nico objeto de degustar las especialidades que ofrece, ya sean las ¨²ltimas creaciones, como la ensalada que combina un ligero queso de cabra con peras caramelizadas, o bien los habituales arroces: de calamares, o bogavante, de coliflor o el negro, cl¨¢sicos en el dise?o, sabrosos en el paladar.
Tambi¨¦n cabe ir para regodearse al examinar la carta de vinos actual, y so?ar la venidera, al contemplar la ajustada exposici¨®n que se hace de cada uno de ellos para orientar al intr¨¦pido comensal por las veredas de la enolog¨ªa.
O extasiarse ante unos peque?os pulpos, estofados, que concentran todo el sabor de sus hermanos mayores, suavizando la textura y dureza de sus carnes, sin perder un ¨¢pice de las virtudes que los hicieron renombrados.
"Es imprescindible combinar el placer de comer con el que produce ver el paisaje"
Hay otros pulpos en otros lugares, como el famoso pulpo a feira, picante de piment¨®n, conocido del uno al otro conf¨ªn, que es producto bueno y sabroso, y cuya preparaci¨®n -como aquellas otras que lo ligan con las patatas, con los ajos, con el tomate, con el arroz, con la r¨²cula o el jengibre, que todas esas combinaciones se dan en las cocinas del Se?or- establecida desde hace siglos, no defrauda a los pulpeiros ni a los comensales que de ella se atiborran cuando la ocasi¨®n es propicia.
Mucho menos lo hace aquella -muy propia de restaurantes de La Marina- que, despu¨¦s de capturado, seca al pulpo ante las olas del mar y luego lo rebana sutilmente, tras pasarlo por la llama, para una vez ali?ado con aceite de oliva virgen introducirlo en la boca como la oblea que es, con devoci¨®n contenida y voluntad de volver a repetir el pecado de sacrilegio cuantas veces fuese posible, o necesario.
Pero todo eso se refiere a los pulpos mayores, adultos, no tanto como aquellos que revelan las cr¨®nicas del sochantre -volviendo a lo divino con la novela de ?lvaro Cunqueiro- ni como el kraken que atacaba al Nautilus que ide¨® Julio Verne, que a lo visto m¨¢s pensaba ser comensal que comido -invitado a la mesa desde el lado m¨¢s propicio- con sus brazos de muchos metros y su fuerza descomunal.
Los que al principio se?al¨¢bamos, que se pueden degustar en el restaurante del Cabo, no tienen m¨¢s de cinco cent¨ªmetros de longitud, y por ello el ¨²nico temor que debemos profesarles se encuentra escondido en su precio y no dentro de su cuerpo.
Pero como dec¨ªamos, no se puede ir al Cabo de la Nao ¨²nicamente a comer, es imprescindible combinar ese placer con el que produce contemplar el paisaje que nos acompa?a en la excursi¨®n. Los cuatro cabos que contornean X¨¤bia, el de San Antonio, el de San Mart¨ªn, el Negro y el de la Nao, se recortan en el mar con una costa abrupta, rocosa, y por lo inhabitual en nuestro Mediterr¨¢neo, m¨¢s digna de admiraci¨®n. El paseo a lo largo de los mismos nos sorprende tras cada pe?a, tras cada rinc¨®n, produciendo unos paisajes de tarjeta postal sin edulcorar, a los cuales no es necesario a?adirles el beneficio de la puesta de sol o la amanecida -ya que son bastantes en s¨ª mismos- ni la impagable compa?¨ªa de los veleros, que de seguro est¨¢n ah¨ª para producirnos la envidia que acomete a los que con nada est¨¢ conformes y se cambiar¨ªan -una vez s¨ª y otra tambi¨¦n- sucesivamente, por el navegante y por el pac¨ªfico oteador de acantilados.
Tras el paseo, la comida, y tras ¨¦sta, si el tiempo no lo impide, caf¨¦ y copa en la terraza del Cabo de la Nao, al abrigo del sol o cara a ¨¦ste, con la brisa marina llevando muy lejos el olor de los tomillos, los romeros y los espliegos que nos rodean, admirando los cactos en flor a la vez -y al un¨ªsono- que los golfos de Valencia y Alicante, que de aqu¨ª nacen, y dej¨¢ndose admirar por la gaviota que -quiz¨¢s contratada- nos acompa?a en el dulce sopor del atardecer.
Restaurante Cabo La Nao. Faro Cabo de La Nao. X¨¤bia (Alicante). Tel¨¦fono: 965 77 18 35.
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