Combates entre las tumbas
El inmenso cementerio de Nayaf se ha convertido en campo de batalla entre 'marines' y milicianos chi¨ªes
Los murci¨¦lagos salen de repente de las criptas y asustan a los soldados armados que reptan en medio del cementerio. Bajo sus botas de combate: tumbas abiertas. El enemigo da se?ales de un nuevo profesionalismo; se mueve r¨¢pido entre tumbas y mausoleos para acechar a los norteamericanos por arriba y abajo. En la batalla por el control de uno de los mayores cementerios del mundo, de cerca de 10 kil¨®metros cuadrados, los marines dicen que deben cargar con un gran remordimiento. El inmenso cementerio de Nayaf es sagrado para los chi¨ªes. Unos dos millones est¨¢n enterrados en la zona des¨¦rtica que rodea la mezquita de Al¨ª, el yerno del profeta Mahoma.
Los soldados que participan en los combates explican que muchas de las tumbas m¨¢s recientes llevan fotos de los difuntos que se desmoronan cuando bombardean los muros del cementerio donde se esconden los milicianos. "Mujeres, hijas, maridos", dice el sargento H¨¦ctor Guzm¨¢n, de 28 a?os. "S¨®lo sabes que destruyes esa tumba". El nativo de Houston sacude la cabeza. "A veces, no te parece correcto". "Nos sentimos mal porque estamos destruyendo, profanando las tumbas", a?ade el sargento Thomas Gentry, de 29 a?os. "Esto no es lo que queremos hacer".
Lo que las fuerzas norteamericanas quieren hacer, dicen los mandos, es destruir el Ej¨¦rcito del Mahdi, la milicia del cl¨¦rigo radical chi¨ª M¨²qtada al S¨¢der. Los milicianos acosan a las fuerzas de ocupaci¨®n desde el pasado octubre, cuando por primera vez sus hombres emboscaron a una patrulla estadounidense en Bagdad. En abril y mayo, un levantamiento mucho m¨¢s importante y sostenido en las zonas chi¨ªes del centro y el sur del pa¨ªs deshizo los esfuerzos de la coalici¨®n para restablecer la seguridad. Los ¨²ltimos enfrentamientos, que empezaron el pasado jueves con otra emboscada, est¨¢n considerados por todas las partes como el combate final.
El martes, mientras los mandos se reun¨ªan para definir una estrategia, el cementerio se convirti¨® otra vez en un campo de batalla. Mientras los veh¨ªculos blindados norteamericanos se adentraban en la inmensa extensi¨®n de tumbas y mausoleos, un peque?o grupo de cazas y helic¨®pteros sobrevolaban el lugar. "Pido autorizaci¨®n para disparar", pide por radio un joven oficial de caballer¨ªa. Una patrulla ha localizado a un francotirador, pero, como se encuentra muy cerca del mausoleo de Al¨ª, tiene que pedir permiso a un mando superior. Despu¨¦s de unos minutos llega la autorizaci¨®n. Un helic¨®ptero Apache dispara dos misiles y destruye el edificio donde se esconde el francotirador.
Evitar da?ar el mausoleo -y las previsibles protestas que eso levantar¨ªa en el mundo isl¨¢mico- es uno de los objetivos de EE UU. Los milicianos lo aprovechan para esconderse en la c¨²pula de la mezquita, asegura un mando. "No puede salir nada bueno de esto", dice un mando acerca de un eventual ataque contra la mezquita. "Saldremos perdiendo, en cualquier caso".
El cementerio parece menos sagrado. El pasado jueves, las tropas estadounidenses persiguieron por primera vez a los milicianos en el interior del recinto. La batalla dur¨® 36 horas. Al final, los marines contabilizaron cuatro muertos en sus filas y m¨¢s de 300 insurgentes. "Era como una guerra de selva, pero sin la selva", explica Guzm¨¢n. "Ahora son m¨¢s profesionales", dice Miyamasu, el jefe del 5? batall¨®n que vino a reforzar las tropas de Nayaf. "Son buenos. Estos t¨ªos nos hacen realmente sudar para matarles, pero, al final, est¨¢n muertos".
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