Phelps arranca a toda m¨¢quina
El estadounidense se cuelga en los 400 metros estilos su primer oro con r¨¦cord mundial (4m 8,26s) incluido, 'a lo Spitz'
Victoria, r¨¦cord, oro, dominio apabullante: Michael Phelps comenz¨® como un tiro en Atenas. Venci¨® sin despeinarse en la final de los 400 metros estilos, donde nadie le molesta. Se esperaba alguna resistencia de Laszlo Cseh, el ¨²ltimo fen¨®meno de la escuela h¨²ngara, pero no hubo batalla. Cseh se rompi¨® un pie hace un mes y no ha tenido tiempo para recuperarse. Dej¨® el camino despejado para Phelps, que tampoco necesita mucho para ganar una prueba que maneja de tac¨®n. Su victoria es el primer pelda?o en el duro trayecto que le espera en Atenas. Bati¨® el r¨¦cord del mundo (4m 8,26s), dato que no conviene olvidar cuando se trata del hombre que pretende igualar o superar al inolvidable Mark Spitz. En M¨²nich 72, Spitz no s¨®lo gan¨® siete medallas de oro, sino que bati¨® el r¨¦cord del mundo en cada final. As¨ª ha arrancado su sucesor.
Se le ve sufriente en la braza, el ¨²nico estilo mundano de un nadador impecable en los dem¨¢s
La temperatura hab¨ªa descendido despu¨¦s de una jornada de calor contundente. Pero el recinto era una sopera de humedad. Una atm¨®sfera pesada y unas gradas con algunos claros recibieron a los nadadores. No hab¨ªa el clima exacerbado que caracteriz¨® las pruebas de nataci¨®n en Sidney, donde se roz¨® el fanatismo. Pero en Australia la nataci¨®n es el deporte del pueblo. Sus nadadores son dioses. En Grecia, no. En cualquier caso, abundaron los gritos y la jarana en las tribunas de los nadadores.
Sali¨® Phelps y repiti¨® el minucioso ritual que le caracteriza. Unos aparatosos cascos le daban un aspecto de alienado entre los finalistas. Escuchaba el sonido sincopado de Eminem y su canci¨®n t¨®tem: Til' I Colapse: "Me funcion¨® bien el a?o pasado, as¨ª que he decidido repetir". En la mano, una toalla. Se acerc¨® al poyete de salida y lo sec¨® con calma, ajeno a la voz del speaker, que presentaba uno a uno a los nadadores. Estaban los de siempre. En la primera calle, Eric Vendt, el Poulidor norteamericano. Su destino es sufrir la hegemon¨ªa de un gigante. Primero fue Tom Dolan. Ahora, Phelps. Condenado al segundo puesto, no desfallece. No dej¨® que Cseh o el italiano Boggiatto se lo arrebataran. Esa determinaci¨®n de Vendt es admirable. Sin grandes victorias en las citas principales, nadie se acordar¨¢ en el futuro de que fue un fant¨¢stico nadador.
La carrera fue un mon¨®logo de Phelps, que siempre estuvo por debajo del r¨¦cord del mundo. Cobr¨® un segundo y medio de ventaja en la mariposa (55,57s frente a 57,08 de Cseh) y ya no volvi¨® a mirar atr¨¢s. No es la prueba perfecta para ¨¦l porque se le ve sufriente en la braza, el ¨²nico estilo mundano de un nadador impecable en el resto de las disciplinas. Phelps se siente m¨¢s c¨®modo en los 200 estilos, donde sus imponentes giros le ayudan a digerir los 50 de braza. Aqu¨ª son 100 y parece que le aburren. Es un estilo que prepara poco. Simplemente, es el tr¨¢mite que debe cumplir para ganar la carrera. Hace tres a?os, cuando apenas hab¨ªa cumplido 16, perdi¨® con Vendt, subcampe¨®n en Sidney. Desde entonces no hay noticias de ninguna derrota en los 400 estilos, prueba en la que nadie m¨¢s ha bajado de 4m 10s. Phelps est¨¢ a punto de romper la frontera de 4m 8s. Quiz¨¢ lo habr¨ªa logrado ayer, pero no era cuesti¨®n de malgastar energ¨ªa donde no es necesario.
Sali¨® de la piscina radiante, sin demasiados signos de agotamiento, y atendi¨® brevemente al avispero de periodistas. Se remiti¨® a los t¨®picos porque ten¨ªa prisa. En una esquina le esperaba uno de los m¨¦dicos del equipo estadounidense. Phelps se dirigi¨® al doctor, que le tom¨® una muestra de sangre del l¨®bulo de la oreja. Esa gota de sangre contiene gran parte del secreto de Phelps en Atenas. Determinar¨¢ la cantidad de ¨¢cido l¨¢ctico que produjo su organismo en la final y explicar¨¢ el tiempo de recuperaci¨®n de un nadador famoso por su capacidad de regresar r¨¢pidamente a sus par¨¢metros normales.
Veinte metros m¨¢s adelante le esperaba un hombre pelirrojo, compacto, congestionado un poco por el calor y otro tanto por la emoci¨®n. Era Bob Bowman, que ha dirigido su carrera desde ni?o. Bowman ha sido el Pigmalion de Phelps en las piscinas. Vio en Phelps a un nadador prodigioso antes de que nadie pudiera adivinarlo. S¨®lo era un ni?o de 10 a?os. Le pron¨®stico r¨¦cords, fama, dinero y t¨ªtulos ol¨ªmpicos. El primero lo consigui¨® ayer. Con casi total seguridad no ser¨¢ el ¨²ltimo. Siempre ha dicho que se sentir¨ªa satisfecho con una sola medalla de oro. "?Cu¨¢ntos nadadores no han conseguido ninguna?", suele decir. Parec¨ªa feliz como un chiquillo, pero esa medalla se le queda corta para las expectativas. Lo suyo no es la gloria pasajera de una medalla de oro. Su objetivo es la gloria total.
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