"En televisi¨®n todo se quiere picadito y con mucho ritmo"
Julia Otero, respondiendo a las preguntas en el despacho de su productora barcelonesa, ojo avizor.
Pregunta. ?Le parece a usted que las mujeres hacen las mismas preguntas que los hombres?
Respuesta. Creo que s¨ª. Aunque es cierto que las mujeres tenemos otro tipo de preocupaciones. Pero no hemos sabido contaminar con ellas a los hombres. Y solemos reprimirnos, tal vez por una preocupaci¨®n a feminizar en sentido negativo nuestro trabajo. En mis entrevistas hace mucho tiempo que pregunto a los ministros c¨®mo compaginan la vida familiar con la vida laboral. Una pregunta que un hombre no har¨ªa a un ministro, pero que hace, tan campante, a cualquier ministra. Yo no hago discriminaciones cuando pregunto. En realidad, ?sabe?, creo que los que hacen discriminaciones son mis colegas masculinos.
"Hay un cierto malestar generalizado ante el funcionamiento de los medios, ante este circo. No hay respuestas largas, todo son esl¨®ganes, titulares"
"No hay mujeres en los puestos directivos de los diarios. Tambi¨¦n es verdad que tienen una conciencia de sus l¨ªmites mucho m¨¢s grande"
P. Tal vez es que no hay nada que compatibilizar y se evitan, por obvia, la pregunta.
R. Estoy completamente segura de eso que dice. Es m¨¢s: los hombres con poder se pueden permitir la vida que llevan porque la intendencia familiar queda a cargo de las mujeres. Observe el Gobierno espa?ol: ocho hombres suman veinticuatro hijos; ocho mujeres suman cinco hijos. Luego est¨¢ la soledad. Las mujeres que han llegado a lo m¨¢s alto suelen estar solas. No es el caso de los hombres.
P. ?Usted c¨®mo compagina?
R. Sufriendo, como todas.
P. Dice que no hay contaminaci¨®n femenina en el discurso de los medios. Pero hay quien interpreta, por ejemplo, que la mayor presencia de noticias sobre violencia dom¨¦stica, y tambi¨¦n su tratamiento, est¨¢ relacionada con la mayor presencia de las mujeres en las redacciones.
R. Lo que pasa en el periodismo es lo que pasa en la sociedad. No es que haya m¨¢s mujeres en las redacciones. Es que hay m¨¢s mujeres en todas partes. Es evidente que la influencia se nota. La aberraci¨®n moral que consist¨ªa en considerar la violencia dom¨¦stica como un asunto interno, privado, esto que cuando yo de peque?a o¨ªa una bronca por el patio y me dec¨ªan huy, huy, cosas de vecinos...; esto, por fortuna, ha cambiado. El periodismo se ha impregnado de este cambio social. No creo que el periodismo haya ido, en este sentido, por delante de la sociedad. No hay mujeres en los puestos directivos de los diarios. En el mundo de la informaci¨®n hay mucha resistencia a que las mujeres ocupen lugares de reponsabilidad. Tambi¨¦n es verdad que las mujeres tienen una conciencia de sus l¨ªmites mucho m¨¢s grande que la de los hombres. Yo he visto a pocos hombres que renunciaran a trabajos de responsabilidad por no sentirse preparados. Hombres, incluso, que objetivamente no estaban en absoluto preparados para lo que les ofrec¨ªa. M¨¢s claro: que eran unos perfectos imb¨¦ciles. En cambio las mujeres renuncian con gran facilidad. Saben lo que supone para ellas un paso en falso.
P. ?Cree usted que los hombres est¨¢n especialmente interesados en perjudicar a las mujeres?
R. Bueno... usted quiz¨¢ no est¨¦ interesado. Otros hombres, quiz¨¢ tampoco.
P. Ya.
R. No s¨¦, preg¨²ntele a su director por qu¨¦ no nombra m¨¢s mujeres en puestos de responsabilidad.
P. Quiz¨¢ no le cuadre lo que tiene a mano.
R. Mire, estad¨ªsticas cantan: no hay mujeres en los medios. Un empresario de los medios es sobre todo un empresario y los criterios empresariales acaban imponi¨¦ndose. Por razones de productividad y de rentabilidad, a veces mal establecidas, se piensa que un hombre, debido a que su carrera es compatible con su fertilidad, ser¨¢ m¨¢s adecuado para un determinado trabajo. Una mujer a los treinta a?os, por muchos masters que tenga y muy bien preparada que est¨¦, siempre ser¨¢ observada como un factor de peligro. Porque con treinta a?os es bastante probable que quiera embarazarse. El hombre de treinta a?os tiene m¨¢s ventajas.
P. La mujer tiene otras. Hay trabajos donde se las prefiere. Por ser mujer. El asunto del aspecto f¨ªsico es paradigm¨¢tico, aunque pueda ser humillante.
R. La misoginia del siglo XXI es ¨¦sta: se dictamina que las mujeres sean eternamente j¨®venes y eternamente delgadas. ?Que compitan bien en el trabajo, que sean buenas madres y que est¨¦n fam¨¦licas!
P. ?Y qui¨¦n dicta esas disposiciones?
R. Bueno, si me pregunta por una confabulaci¨®n planetaria contra las mujeres, la verdad es que no la veo. ?Qui¨¦n dict¨® la moda de las mujeres fam¨¦licas exhibiendo un aspecto incompatible con la salud...?
P. ?Qui¨¦n?
R. Yo tampoco lo s¨¦. Pero, vamos, es que me parece una evidencia absoluta. ?Usted se pregunta siempre qui¨¦n dicta las modas en todos los ¨¢mbitos?
P. Bueno, conviene preguntarse a qui¨¦n beneficia el mal.
R. Es que estas respuestas en forma de pregunta que usted me est¨¢ dando son las propias de un mis¨®gino. Perd¨®neme, pero es as¨ª. Yo no s¨¦ a qui¨¦n beneficia que las mujeres est¨¦n delgadas. Pero s¨ª s¨¦ que no nos hace ning¨²n bien. Y que nos machaca. En fin, lo que a m¨ª me preocupa ahora es lo que haga usted con esta entrevista.
P. ?Por qu¨¦?
R. Es un tema de la prensa escrita que siempre me inquieta. En una entrevista en directo, en radio o en televisi¨®n, este di¨¢logo se ve. Y la gente decide qui¨¦n tiene raz¨®n, si hay una controversia. En qu¨¦ matices uno u otro...
P. Usted revisa el texto y as¨ª limitamos el mal en lo posible.
R. Enti¨¦ndame...
P. Es una pr¨¢ctica normal. Que s¨®lo se puede hacer en la prensa escrita.
R. Muy bien. No es tanto que usted pueda escribirla a favor suyo, como en contra m¨ªo. Pero, bueno, quiero acabar con la cuesti¨®n de la delgadez. Hace tres meses un dise?ador franc¨¦s que deb¨ªa venir a mi programa impuso que las modelos deb¨ªan desfilar vestidas con la talla 34. ?La talla 34 para mujeres de un metro ochenta! Cuando me enter¨¦ me opuse y el dise?ador no vino. Y lo dije p¨²blicamente en el programa. Una mujer con la talla 34 s¨®lo puede ser una enferma. Digo esto porque los medios deben empezar a tomar cartas en el asunto.
P. ?Qui¨¦n era el dise?ador?
R. No viene al caso. Ya lo dije en su momento
P. Era para denunciar el poder masculino, en lo concreto.
R. A muchos dise?adores no les gustan las mujeres. A algunos no les gustan sexualmente. Y a un dise?ador que no le gusten las mujeres... que las trata como seres asexuales...
P. ?A ver si va a tener usted prejuicios hom¨®fobos!
R. No, en absoluto. Esto lo dicen algunos de sus compa?eros. Y es natural. En fin, no creo que pueda dise?arse ropa, para hombres o para mujeres, haciendo abstracci¨®n de que sean o no un objeto de deseo para el que dise?a.
P. Asunto delicado.
R. Pues s¨ª, es un poco delicado. Pero, ?qu¨¦ pasa? ?No se puede tratar el tema? ?O sea, que el lobby gay a usted s¨ª le da miedo!
P. Mucho miedo.
R. ?sta es la cuesti¨®n. Que a usted le da miedo el lobby gay, y, en cambio, no teme al lobby femenino. Preg¨²ntese por qu¨¦.
P. Bien.
R. Le dir¨¦ m¨¢s: hay algunos hombres a los que las mujeres s¨®lo les interesan sexualmente. Lo que quiere decir que tampoco les interesan nada. Ese tipo tambi¨¦n abunda entre los dise?adores.
P. Yo volver¨ªa a un asunto que qued¨® pendiente. El mundo narrado por hombres o por mujeres. La literatura o el periodismo espec¨ªficamente femeninos. ?Le parece que eso existe, que tiene sentido?
R. Tengo mis dudas. Siempre que a?adimos a un sujeto la palabra femenino o femenina es para mal. Si hablamos de literatura femenina no es frente a la literatura masculina, sino frente a la literatura. O sea, frente a la buena, la universal. En el caso de la comunicaci¨®n, tambi¨¦n. ?Hace tanto tiempo que el adjetivo femenino, a?adido a lo que sea, lo que busca en realidad es denostar..., que yo en cuanto lo oigo me pongo en guardia! No me f¨ªo. Porque son los hombres los que ponen el adjetivo femenino a las cosas. Eso m¨¢s all¨¢ de que, como le dec¨ªa antes, las mujeres tengamos preguntas y respuestas espec¨ªficas.
P. Usted ha trabajado en la empresa p¨²blica. Ha trabajado con el pujolismo y con el socialismo. ?Con la misma comodidad?
R. No me haga usted escoger. He tratado siempre de seguir criterios de profesionalidad. No he sufrido demasiadas intromisiones. Demasiadas, digo. Algunas s¨ª porque no hay periodista que no las haya sufrido, y el que lo niegue, miente.
P. ?Hay diferencias entre la derecha y la izquierda?
R. La derecha es poco sutil. Parece importarle poco. A veces te colocan en una situaci¨®n sorprendente: ?Pero es verdad lo que estoy escuchando?, te preguntas. La izquierda tiene mala conciencia y est¨¢ obligada a ser algo m¨¢s sutil, m¨¢s tortuosa.
P. ?Qu¨¦ piden los pol¨ªticos, concretamente?
R. Es dif¨ªcil de decir...
P. A ver si podemos precisar en qu¨¦ consiste una intromisi¨®n t¨ªpica.
R. Por ejemplo: pueden discutirte si es conveniente o no llevar un invitado concreto al programa. Es una de las presiones t¨ªpicas. A m¨ª me interesa mucho la pol¨ªtica y no he querido prescindir de ella ni siquiera en un programa de tarde. Y he tenido que discutir ausencias y presencias. En una empresa p¨²blica la pol¨ªtica no puede ser tratada con criterios estrictamente profesionales. Como se trata de una empresa de todos, hay que respetar escrupulosamente las proporcionalidades, estas cosas. Y cualquier acci¨®n, cualquier entrevista a un pol¨ªtico te obliga inmediatamente a una reacci¨®n. O sea que has de pens¨¢rtelo mucho cuando empiezas a mover esa rueda. Ahora bien, presiones empresariales en la esfera privada tambi¨¦n las he recibido, porque el brazo de la pol¨ªtica cada vez llega m¨¢s lejos.
P. ?Alguna significativa?
R. S¨ª, yo recuerdo muy bien cuando la ONCE, propietaria de Onda Cero, me pidi¨® que despidiera a Xose Manuel Beiras, que era tertuliano en mi programa, porque la ONCE aspiraba a tener licencias de radio en Galicia y el se?or Fraga les hab¨ªa hecho saber que, o echaban fuera a Beiras, o no tendr¨ªan una sola licencia de radio. En aquel momento pude haberme ido de la empresa, lo cual me habr¨ªa convertido en un h¨¦roe de cinco minutos para muchas personas, aunque al precio de dejar sin sost¨¦n a mi familia y a todo mi equipo durante una larga temporada. O bien, pude asumir yo misma la decisi¨®n, d¨¢ndole a Beiras como excusa una falsedad cualquiera. Lo que hice fue confesarle que yo no pod¨ªa ir en contra de los intereses de la empresa que me pagaba a fin de mes, pero que era la empresa la que ten¨ªa que asumir p¨²blicamente el coste de la decisi¨®n de echar a un tertuliano por semejantes razones.
P. ?Y bien?
R. Bueno, me llamaron los periodistas y yo les expliqu¨¦ que la empresa hab¨ªa echado a Beiras en contra de mi criterio. Y ¨¦l, desde luego, tampoco se mordi¨® la lengua. Incluso se medio enfad¨® conmigo. ?l no acab¨® de entender que yo... Pero, en fin, ?qu¨¦ pod¨ªa hacer yo, salvo irme a casa?
P. Dec¨ªa usted que la izquierda tiene mala conciencia a la hora de entrometerse.
R. Es que la izquierda sabe que entrometerse no est¨¢ bien hecho. Por esa raz¨®n sabe influir menos en los medios.
P. Y la derecha no lo sabe. La derecha es c¨ªnica, cree usted.
R. La derecha es c¨ªnica. La derecha va a por todas. Ella se traza un objetivo y pregunta qu¨¦ se ha de hacer, y lo hace sin m¨¢s.
P. ?En esta derecha incluye usted al pujolismo?
R. S¨ª, con la salvedad de que la derecha catalana tiene poco que ver, afortunadamente, con la rancia derecha espa?ola. Por otra parte, yo no soy una persona que haya trabajado mucho con el pujolismo.
P. ?Cu¨¢ntos a?os ha trabajado en TV-3 mientras gobernaba Pujol?
R. Casi cuatro. Pero lo que quiero decir es que TV-3 ha sido una televisi¨®n transversal. Una televisi¨®n estrictamente pujolista no habr¨ªa llegado a ser l¨ªder de audiencia. Yo he trabajado con bastante libertad. No s¨¦ los otros, no s¨¦ la gente de informativos, pero yo he trabajado c¨®modamente. M¨¢s c¨®modamente en estos ¨²ltimos a?os, desde luego, que en mi primera etapa en TV-3, en la ¨¦poca de los Juegos Ol¨ªmpicos. En estos ¨²ltimos a?os, TV-3 ha reflejado mucho mejor el pa¨ªs real. Ese pa¨ªs que es Mart¨ª Pol y que es Estopa.
P. ?Qu¨¦ opina de la pol¨ªtica informativa del tripartito catal¨¢n?
R. Hummm... Cuando has de repartir poder y has de crear una cultura de gobierno basada en pactos se han de limar muchas cosas. Durante mucho tiempo. Si a esto se a?ade las campa?as electorales, que convierten a los partidos en m¨¢quinas electorales, hombre, pues la verdad es que a¨²n no se puede hacer un diagn¨®stico del tripartito. No ha podido actuar con normalidad democr¨¢tica. Desde el primer d¨ªa ha habido mucha gente obstinada en poner palos en las ruedas. Ahora bien: creo que es muy importante que se haya dado la alternancia. Que se haya demostrado que era posible un cambio de Gobierno.
P. Concretando sobre la pol¨ªtica informativa del tripartito, ?le parece que es una muestra de la sutileza de la izquierda?
R. Una sutileza chapucera, torpe, absurda e in¨²til de la izquierda. S¨ª. A veces querer ser sutil da estos resultados. La groser¨ªa m¨¢s flagrante. Es dif¨ªcil argumentar esto. Y es un poco heavy que lo tenga que hacer yo. Pero, en fin, que un antiguo responsable de comunicaci¨®n de Converg¨¨ncia, como el se?or David Mad¨ª, haya podido atreverse a dar lecciones de democracia y libertad de expresi¨®n en el tema de los medios me parece de un cinismo espectacular. Las andanzas de este se?or en materia de comunicaci¨®n nunca han salido en letra gruesa en los diarios. Pero, en fin, es un tema muy delicado. El presidente Maragall y su consejero Bargall¨® se equivocan amonestando a los medios. Pero lo que dicen y donde lo dicen..., equivoc¨¢ndose mucho, digo, equivoc¨¢ndose mucho, interfieren mucho menos, ?pero mucho menos!, que lo que hac¨ªan los otros. El problema del tripartito es que no han sabido utilizar esos intermediarios que act¨²an con absoluta impunidad, sin dar titulares. No estoy diciendo que me parezcan bien esos intermediarios. Pero no hay que chuparse el dedo. Aunque parezca una paradoja, la intervenci¨®n de Maragall en los medios es fruto de su buena voluntad. Ellos han pensado que de ninguna manera pueden crear figuras que manipulen e intervengan sibilinamente. Y han dicho que a ver por qu¨¦ no ellos, en un momento determinado, pueden hacer comentarios sobre el funcionamiento de los medios, en tanto que ciudadanos. Torpeza pol¨ªtica, desde luego. Pero producto de una buena intenci¨®n.
P. ?Le parece que los medios est¨¢n a la altura de su capacidad de influencia?
R. Creo que no. Hay un cierto malestar general ante el funcionamiento de los medios. Un malestar muy generalizado ante este circo. Lo expresan los ciudadanos y tambi¨¦n los pol¨ªticos.
P. ?Circo? ?As¨ª lo cree?
R. Pues, mire, s¨ª. Un circo casi absoluto. No s¨¦ si soy una pesimista o una realista informada, que dir¨ªa aqu¨¦l. No s¨¦, pero me parece todo bastante circense. Da mucho miedo cualquier discurso que dure m¨¢s de dos minutos. No hay respuestas largas. Todo son esl¨®ganes. Titulares. Y en fin: todo se quiere picadito y con mucho ritmo. ?sta es la ¨²nica frase del libro de estilo de la televisi¨®n actual. Picadito y con mucho ritmo. Por cierto: la prensa no se salva de este estilo. Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil encontrar trabajos period¨ªsticos de alcance, de largo recorrido. La verdad es que yo preferir¨ªa que los diarios no se obsesionaran tanto con la s¨ªntesis. No es que yo compre un diario precisamente por la s¨ªntesis. Ya me la har¨¦ yo, la s¨ªntesis.
P. ?Qu¨¦ oficio prefiere para que la identifiquemos?
R. Hummm... Periodista... S¨ª, ponga periodista si quiere... aunque tengo dudas.
P. Periodista con dudas.
R. Ja, ja. No. Yo me gano la vida como periodista. De manera que... ?Es que sabe lo que pasa? Hay mucha gente que se llama a s¨ª misma periodista. Entonces, alguien debe de estar equivocado. Yo veo alguna gente que me dice que se dedica a lo mismo que yo... y la verdad, insisto, alguien se est¨¢ equivocando aqu¨ª. Quiz¨¢ sea yo.
La vuelta a TVE
JULIA OTERO (Monforte de Lemos, 1959) prepara estos d¨ªas su pr¨®ximo programa en Televisi¨®n Espa?ola. Las buenas gentes del ente le dijeron en los primeros tanteos que s¨®lo se preocupara por la calidad y por la bonita factura de las cosas, pero la se?ora Otero lleva demasiado tiempo en el oficio como para ignorar que la presi¨®n del beneficio aumenta a medida que el debut se acerca.
El debut ser¨¢ en octubre y la palabra audiencia ya ha salido en agosto. En cualquier caso, su vuelta a Televisi¨®n Espa?ola viene apalabrada por cuatro temporadas de ¨¦xito en la televisi¨®n catalana: su programa de tarde, La columna, logr¨® pasar con el favor de la afici¨®n la prueba de ese horario temible donde suelen transcurrir los minutos m¨¢s babosos del d¨ªa.
Detr¨¢s de La columna hay una larga y tenaz carrera, que ocupa radio, televisi¨®n y algunos escarceos en la prensa. En cuanto a la vida, hay anotado un peligroso y precoz t¨ºte-¨¤-t¨ºte con la muerte que la llev¨® seis veces al quir¨®fano y en el que aprendi¨® lecciones definitivas sobre la fragilidad y la dureza, los materiales que forman su canto.
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