Refer¨¦ndum europeo
La elevad¨ªsima abstenci¨®n registrada en las elecciones europeas ha sembrado la duda en torno al resultado de los referendos sobre la Constituci¨®n europea en los pa¨ªses cuyos Gobiernos han decidido convocarlos. Por ejemplo, Espa?a. Adem¨¢s, en varios de esos pa¨ªses no s¨®lo existen fuertes divisiones sobre el sentido del voto entre las fuerzas pol¨ªticas rivales, sino en el interior de algunas de esas fuerzas. El Gobierno ha puesto sobre la mesa, a modo de globos-sonda, algunas iniciativas tendentes a favorecer la participaci¨®n en la consulta, que se celebrar¨¢, seg¨²n el compromiso de Rodr¨ªguez Zapatero, en febrero o marzo de 2005.
Los principales partidos socialistas europeos se inclinan por el s¨ª, pero la aparici¨®n en el seno de algunos de ellos de sectores cr¨ªticos partidarios del no ha hecho que sus dirigentes se reserven el pronunciamiento definitivo o que hayan tenido que aceptar la celebraci¨®n de una consulta interna. Es el caso de los socialistas franceses, donde dirigentes con mucho peso, como Laurent Fabius, se han mostrado reticentes a respaldar un texto considerado demasiado liberal (o demasiado poco social). Es posible que en esa opini¨®n pese tambi¨¦n el hacer perder a Chirac el refer¨¦ndum que se ha comprometido a convocar en la segunda mitad de 2005. Aunque el caso es muy distinto, una similar actitud antigubernamental en el refer¨¦ndum sobre la OTAN convocado por Felipe Gonz¨¢lez en 1986 le cost¨® aqu¨ª muy cara al PP de Fraga.
Pero tambi¨¦n le cost¨® caro al PSOE en otro sentido: tuvo que pechar casi en solitario con la campa?a, dada la pasividad del PP, y el endeudamiento que contrajo estuvo en el origen de los esc¨¢ndalos de financiaci¨®n ilegal que aflorar¨ªan en los a?os noventa. Los globos-sonda lanzados ahora parten probablemente de ese recuerdo. Se tratar¨ªa de modificar, por una parte, las normas que impiden realizar campa?a institucional en favor de la participaci¨®n y, por otra, de aprovechar la reforma (pendiente desde hace siete a?os) de la Ley de Financiaci¨®n de los Partidos Pol¨ªticos para extender su efectividad a los referendos (actualmente las subvenciones s¨®lo est¨¢n previstas para las elecciones).
Lo primero es bastante discutible. En un refer¨¦ndum la abstenci¨®n es (suele ser) una de las posturas defendidas por algunos partidos. Lo fue por el PNV en el refer¨¦ndum constitucional, por ejemplo. Y ahora ya hay varias formaciones que dicen dudar entre el s¨ª o la abstenci¨®n, como el propio PNV, o entre la abstenci¨®n y el no, como Izquierda Unida. Una campa?a institucional, pagada con fondos p¨²blicos, que propugne la participaci¨®n, aunque no oriente el sentido del voto, supondr¨ªa vulnerar el principio de neutralidad.
La ley puede cambiarse; de hecho, ya se cambi¨® el art¨ªculo correspondiente, limitando a aspectos puramente informativos -fecha, procedimiento para el voto por correo, etc¨¦tera- el contenido de los mensajes institucionales de campa?a. Lo que no est¨¢ claro es que se cambie precisamente para su aplicaci¨®n a un refer¨¦ndum, en el que casi por definici¨®n una de las posturas pol¨ªticas en liza es la abstenci¨®n.
La Ley de Financiaci¨®n de Partidos no prev¨¦ subvenciones a los partidos en los referendos. El problema que esto plantea es real, a la vista de la experiencia, si bien el hecho de que el partido del Gobierno y el principal de la oposici¨®n compartan postura favorable al s¨ª permitir¨¢ dividir el esfuerzo. Tal vez lo que haga falta no sea tanto aumentar la propaganda, sino que los pol¨ªticos se esfuercen por ilustrar a la gente sobre lo que hay dentro de la Constituci¨®n que se vota y no s¨®lo sobre lo europe¨ªstas que somos aqu¨ª.
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