Reflexiones de verano en torno a los incendios forestales
El autor reclama a los ciudadanos que reaccionen contra los atentados ambientales como reaccionan ante los delitos contra la propiedad o contra la libertad sexual.
Creo que hay pocos delitos en nuestro C¨®digo Penal que est¨¦n revestidos de tanta dificultad, a la hora de investigar y sancionar, como lo est¨¢n los incendios forestales. Cualquiera no curtido en estas lides podr¨ªa llegar a pensar que existe un maleficio jur¨ªdico-social, o algo por el estilo, que resta eficacia al sistema a la hora de hacer justicia en esta materia. Meigas y lic¨¢ntropos aparte, lo cierto es que, de entrada, resulta pr¨¢cticamente imposible descubrir al autor del incendio con la cerilla en la mano, como ser¨ªa lo deseable. As¨ª pues, y ante la ausencia de prueba directa, nos vemos obligados a buscar lo que en Derecho procesal se llama prueba indiciaria. Es decir, hay que buscar una pluralidad de indicios, cuantos m¨¢s y m¨¢s relacionados mejor, y a partir de ah¨ª, intentar reconstruir los hechos e identificar al autor. La labor es francamente complicada. El problema, sin embargo, creo que reside no tanto en la dificultad de la investigaci¨®n como en algo mucho m¨¢s simple: en la actitud ante del tema del espa?ol de a pie, por lo dem¨¢s pieza fundamental de la investigaci¨®n.
La vigilancia del Ej¨¦rcito en los montes ser¨ªa un importante factor disuasorio
No habr¨¢ soluci¨®n si seguimos percibiendo el medio ambiente como algo que nos sobra
Me explico. Todos los a?os, especialmente con la llegada del verano, los espa?oles nos planteamos las mismas cuestiones en torno a los incendios forestales: ?por qu¨¦ tanto incendio? ?Por qu¨¦ ese af¨¢n de dejar al pa¨ªs pr¨¢cticamente sin vegetaci¨®n? ?Por qu¨¦ las autoridades no hacen m¨¢s al respecto? ?Por qu¨¦ no se movilizan los grupos ecologistas para evitar esa lacra y est¨¢n dando la lata, sin embargo, con otros temas menos trascendentes? Y as¨ª sucesivamente.
Pero lo cierto es que, como no hay problema sin soluci¨®n, nos atrevemos tambi¨¦n a ofrecer t¨ªmidas respuestas a tales cuestiones. Suelen ser respuestas expresadas por lo baj¨ªn, dichas sin mucha contundencia. Respuestas que, por lo dem¨¢s, dejamos en el aire, levitando y sin permitir que lleguen a tocar el suelo, porque si tocan el suelo habr¨¢n perdido parte del halo de misterio que les rodea. As¨ª, a veces aseguramos que existen poderosas mafias que est¨¢n interesadas en que el pa¨ªs se convierta en un erial. Otras veces afirmamos -abiertamente, sin eufemismos ni circunloquios- que hay autoridades corruptas, con poderosos intereses econ¨®micos ocultos, que est¨¢n interesadas en que se construya en todo sitio y en todo lugar. Para ello, a?adimos, es necesario preparar el terreno con alg¨²n que otro incendio. ?Vaya usted a saber qu¨¦ habr¨¢ detr¨¢s de tantos incendios forestales!, le aseguramos a nuestro interlocutor con una mirada de saberlo ya todo. Como el juego pregunta-respuesta se repite cada a?o, al final lo que eran t¨ªmidas afirmaciones acaban adquiriendo contundencia. El mosconeo de ciertas brujas y hadas medi¨¢ticas se encarga de todo lo dem¨¢s. As¨ª pues, lo hipot¨¦tico deja de serlo y lo que en principio eran meras elucubraciones acaban convirti¨¦ndose en verdades como pu?os.
A nivel de causas todo es posible. Pero, seamos realistas, estas afirmaciones resultan mucho m¨¢s atractivas y morbosas que reconocer que al imb¨¦cil de turno se le ha ido la mano quemando rastrojos; especialmente cuando las autoridades est¨¢n repitiendo hasta la saciedad que tal tipo de actividades son letales para el medio ambiente. O, por ejemplo, que un grupo de energ¨²menos ha decidido preparar una paella en pleno bosque, por aquello de que la paella en el campo sabe mejor y, por supuesto, es m¨¢s natural. Como no puede ser de otra forma, una brasa mal apagada acabar¨¢ permiti¨¦ndonos rememorar el espect¨¢culo dantesco al que ya estamos acostumbrados. Todo ello sin olvidar las colillas encendidas lanzadas desde veh¨ªculos. Genio y figura. Todo un pozo sin fondo de posibilidades.
Se?alaba Miguel Delibes que al espa?ol no se le ha ense?ado a tratar la naturaleza, de la misma manera que no se le ha ense?ado a convivir. La relaci¨®n espa?ol-naturaleza, como la relaci¨®n espa?ol-espa?ol, de siempre se ha establecido a palos. ?sta es una frase pronunciada a?os ha. Es posible que en la relaci¨®n espa?ol-espa?ol hayamos mejorado; pero en lo que a la naturaleza se refiere seguimos exactamente igual. Nos gusta la naturaleza para poder erigir en ella nuestro habit¨¢culo; habit¨¢culo que, aunque ilegal, est¨¢ rodeado de cientos de pinos y al que pronto seguir¨¢n otros muchos que se encargar¨¢n de levantar otros espa?oles que no quieren ser menos. Parece que en este pa¨ªs nadie quiere ser menos. No lo recuerdo bien pero, ?era la envidia uno de esos pecados capitales en los que incurrimos constantemente los espa?oles? Resulta pat¨¦tico ver la cara de asombro y desesperaci¨®n del probo ciudadano cuya vivienda ilegal acaba de ser destruida por el fuego. ?Por qu¨¦ me pasar¨¢ esto a m¨ª?, repite, sin acabar de comprender lo que no quiere comprender. Mientras tanto, los equipos de lucha contra el fuego pierden y perder¨¢n un tiempo precioso intentando proteger las inevitables construcciones ilegales, en detrimento, por supuesto, del resto de la zona vegetal, todav¨ªa inc¨®lume. Nos gusta tambi¨¦n la naturaleza como escenario para poner a prueba las virtudes de nuestro veh¨ªculo con tracci¨®n en las cuatro ruedas; de ¨¦sos con los que, seg¨²n los anuncios publicitarios, podemos llegar all¨¢ donde nadie puede llegar. Puro poder¨ªo. ?sa es nuestra percepci¨®n de la naturaleza.
Hace ya casi dos d¨¦cadas, las autoridades del antiguo Icona se percataron, aplicando un programa inform¨¢tico franc¨¦s conocido como Prometeo, de que en la inmensa mayor¨ªa de casos de incendios forestales estaba la mano imprudente o dolosa del ser humano. Por su parte, y m¨¢s recientemente, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, insist¨ªa en lo mismo. Es decir, en que el 90% de los casos, los incendios forestales est¨¢n provocados por la mano del hombre. Lo malo del caso es que los espa?oles no queremos asumir que somos todos y cada uno de nosotros los autores del desastre que se est¨¢ produciendo con los incendios forestales. El problema reside en que, como Oskar, el peque?o protagonista del Tambor de hojalata de Gunter Grass, nos resistimos a llegar a la mayor¨ªa de edad, en este caso en lo que al medio ambiente se refiere. Mayor¨ªa de edad que debe llevar aparejados criterio y decisi¨®n. Y en relaci¨®n con los incendios forestales, parece que no acabamos de superar la fase del porqu¨¦ infantil y de su igualmente infantil respuesta. La eficacia en la lucha contra los delitos contra el medio ambiente, incendios forestales incluidos, pasa porque el espa?ol de a pie reaccione contra los atentados ambientales como reacciona cuando se produce un delito contra la propiedad o contra la libertad sexual, por poner dos ejemplos socorridos. Mientras no sea as¨ª, mientras sigamos percibiendo y usando el medio ambiente como algo que nos sobra y con lo que hacemos lo que nos da la gana, porque siempre lo hemos hecho, no habr¨¢ visos de soluci¨®n.
Mientras tanto, ?qu¨¦ hacer? Colaborar con la justicia, sin dudarlo, defendiendo el medio ambiente con el mismo tes¨®n con el que defendemos la propiedad o la integridad f¨ªsica. A fin de cuentas, no hay tanta diferencia. Planteamiento ¨¦ste igualmente aplicable al elenco de irregularidades en materia de urbanismo, ordenaci¨®n del territorio, residuos, vertederos, etc¨¦tera, que tiene incidencia directa en la producci¨®n de incendios, y en el que tanto las autoridades auton¨®micas como las locales deber¨ªan aplicar, y los ciudadanos exigir, esa "tolerancia cero" a la que se ha venido refiriendo la ministra. De hecho, la situaci¨®n es tan grave que algunas voces han propuesto restringir el acceso a zonas arboladas en determinados d¨ªas y con determinadas condiciones climatol¨®gicas.
Este ¨²ltimo punto merece una reflexi¨®n adicional. Hace poco unidades del Ej¨¦rcito empezaron a patrullar los bosques gallegos para prevenir incendios. Espero que no se trate de una de esas decisiones imaginativas, pero provisionales, adoptadas ante la desesperaci¨®n y tan propias de la idiosincrasia nacional. A fuer de ser sincero creo que es una iniciativa que deber¨ªa institucionalizarse y aplicarse a todo el pa¨ªs. A veces me pregunto por qu¨¦ raz¨®n nuestro Ej¨¦rcito, que tantas labores humanitarias realiza m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras, no emprende una labor humanitaria adicional, pero dentro de las mismas y a nivel general. Se tratar¨ªa de patrullar en los bosques, de informar al ciudadano y hasta de reconvenirlo, si fuera necesario, cuando su actuar no fuera procedente. De visualizar, por ejemplo, un hecho delictivo, bastar¨ªa con llamar de inmediato a las fuerzas del orden competentes. Creo que la simple posibilidad de que el Ej¨¦rcito vigilara el monte en periodos de peligro de incendios constituir¨ªa un importante factor disuasorio para el desaprensivo ambiental. Pero, adem¨¢s, permitir¨ªa destinar m¨¢s efectivos policiales a la investigaci¨®n, a evitar esas situaciones delictivo-fraudulentas consistentes en quemar el bosque para luego cobrar por extinguirlo, que de todo hay y cada vez con m¨¢s abundancia de medios.
?No queremos un Ej¨¦rcito que sea atractivo para los j¨®venes ?Por qu¨¦ no darle, llegado el caso, un toque ambiental? Ser¨ªa una forma interesante, adem¨¢s, de poner en marcha una iniciativa de concienciaci¨®n ecol¨®gica a todo un importante colectivo. Es evidente que en materia de incendios las viejas f¨®rmulas se han demostrado, y se demuestran cada verano, ineficaces. Es un tema en el que, como se se?alaba en el Eclesiast¨¦s, "no hay nada nuevo bajo el sol". ?Por qu¨¦ no desarrollar, pues, estas nuevas opciones?
Antonio Vercher Noguer es fiscal del Tribunal Supremo.
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