Salzburgo brilla con 'La ciudad muerta'
El festival puede atravesar una situaci¨®n de crisis y, al mismo tiempo, descolgarse con un espect¨¢culo colosal. Con la ¨®pera de Wolfgang Korngold, un representante de la m¨²sica perseguida por el III Reich, se roza la perfecci¨®n.
Justo en el ecuador de su mandato como director art¨ªstico del Festival de Salzburgo, y ahora que proliferan las quinielas sobre qui¨¦n le va a suceder a partir de 2007, Peter Ruzicka ha conseguido uno de los mejores espect¨¢culos de su periodo, si no el mejor. Y lo ha hecho en el marco de uno de sus proyectos mimados: la recuperaci¨®n y hasta reivindicaci¨®n desde el festival de los festivales de la llamada con sarcasmo m¨²sica degenerada, es decir, la que pertenece a los compositores que tuvieron que optar por el exilio ante las amenazas del III Reich. Erich Wolfgang Korngold (Br¨¹nn, ahora Brno, 1897-1957) fue uno de ellos. El ni?o prodigio que a los 19 a?os ya hab¨ªa estrenado un par de ¨®peras, y que a los 23 presentaba en Hamburgo y Colonia su obra maestra m¨¢s conocida, Die tote Stadt (La ciudad muerta), tuvo que exiliarse a Hollywood, donde sobrevivi¨® fundamentalmente poniendo m¨²sica a infinidad de pel¨ªculas. Una m¨¢s de las vidas truncadas por los avatares de la historia.
No hay referencias a Brujas ni tampoco a Venecia, la dos ciudades citadas en el libreto. El espacio es interior
Sobre un libreto de Paul Schott, seud¨®nimo del compositor, y su padre Julius, inspirado en el drama Le Mirage y en la novela Bruges-la-Morte de Georges Rodenbach, La ciudad muerta se adentra en el drama interior de un personaje que vive entre el sue?o y la realidad a causa del fallecimiento de su mujer. La presencia de una bailarina intensifica el conflicto entre el amor m¨¢s all¨¢ de la muerte y el amor en vida. La influencia de Freud se deja notar y tambi¨¦n la dificultad de precisar lo que el pensador Isaiah Berlin llama sentido de la realidad. La obra es ambiciosa argumentalmente y requiere un tratamiento narrativo complejo, tanto teatral como musicalmente. La interpretaci¨®n salzburguesa hizo justicia en ambos aspectos a todo el entramado art¨ªstico y filos¨®fico que la ¨®pera sugiere.
El reparto vocal est¨¢ encabezado por el tenor Torsten Kerl (Paul, el personaje atormentado), la soprano Angela Denoke (la bailarina Marietta y la aparici¨®n de la esposa muerta), el bar¨ªtono Bo Skovhus (Frank, amigo de Paul) y la mezzosoprano Daniela Denschlang (Brigitta, ama de llaves de Paul). Todos ellos realizan una actuaci¨®n extraordinaria en el terreno musical y tambi¨¦n en el teatral, pero si hubiese que destacar a alguien de forma especial ser¨ªa, sin duda, Angela Denoke, un aut¨¦ntico animal oper¨ªstico con fuerza, sensualidad, capacidad de desdoblamiento, sutileza y profundidad a la hora de meterse en la piel de sus personajes. Adem¨¢s posee una l¨ªnea de canto elegante y natural, un fraseo convincente y una presencia teatral fuera de serie. Las ovaciones a ella dedicadas en los saludos finales fueron atronadoras.
Como atronadora fue la recepci¨®n al director de escena Willy Decker y su escen¨®grafo Wolfgang Gussmann. Normalmente la comparecencia en los saludos del equipo esc¨¦nico produce una disminuci¨®n de la intensidad de los aplausos, cuando no una divisi¨®n de opiniones o directamente una bronca. Esta vez fue al contrario. Rara vez se escuchan unas aclamaciones tan cerradas y rotundas a los responsables esc¨¦nicos como las dirigidas a Decker y Gussmann en Salzburgo. Con toda justicia, adem¨¢s. La narraci¨®n se manifiesta en dos planos en profundidad muchas veces simult¨¢neos, el que ocurre en lo que podr¨ªamos llamar realidad y el que pasa por la mente de Paul. Los l¨ªmites entre ambos son ambiguos, como queriendo dar la raz¨®n a T. S. Eliot cuando afirma que los hombres no pueden enfrentarse a un exceso de realidad.
No hay referencias concretas a Brujas, ni tampoco a Venecia, las dos ciudades citadas en el libreto. El espacio es interior. Los elementos escenogr¨¢ficos van a lo esencial: rosas desperdigadas, fotograf¨ªas de la muerta que se multiplican como en una pesadilla, frases escritas a mano entre las que se distingue una: "Nuestro amor era, es y ser¨¢, cruces y desfiles procesionales como en un clima de recuerdo alucinatorio, una compa?¨ªa de c¨®micos en un juego a?adido de relaciones entre arte y vida...". La iluminaci¨®n lateral de Wolfgang G?bbel y el uso de planos en diagonal con movimiento (recuerden el montaje de Peter Grimes, de Decker, que se vio en el Teatro Real de Madrid y, recientemente, en el Palacio Euskalduna de Bilbao) enfatizan la atm¨®sfera de misterio e indeterminaci¨®n.
A todo esto hay que a?adir la magn¨ªfica actuaci¨®n en el foso de la Filarm¨®nica de Viena dirigida por el estadounidense Donald Runnicles, con una cuerda muy po¨¦tica y una tendencia din¨¢mica general del mezzoforte hacia arriba, sin perder la nitidez, para acentuar seguramente la teatralidad de los dilemas de los personajes. La orquesta del Mozarteum de Salzburgo se ocup¨® de la m¨²sica en el escenario y los coros de la ?pera de Viena, y los de ni?os y jovencitas de Salzburgo redondearon esta mod¨¦lica velada.
El espect¨¢culo ha sido coproducido, adem¨¢s de por el Festival de Salzburgo, por tres teatros de la entidad de la ?pera de Viena, la ?pera de Amsterdam y el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Est¨¢ muy bien esta reivindicaci¨®n de Korngold a trav¨¦s de su ¨®pera m¨¢s conocida. Conocida especialmente en Centroeuropa y, en menor medida, en Estados Unidos, adem¨¢s de en centros oper¨ªsticos de envergadura como Par¨ªs y Londres. En el centenar de montajes realizados desde el estreno, La ciudad muerta tambi¨¦n ha llegado, en la d¨¦cada de los noventa, a lugares at¨ªpicos de los circuitos convencionales como Buenos Aires o Catania. Todo ello se puede ver en una exposici¨®n que sobre Erich Wolfgang Korngold ha organizado el Festival de Salzburgo, con gran cantidad de detalles reveladores de la vida y circunstancias de un m¨²sico de extraordinario inter¨¦s.
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