Gafas de ver
Am¨ª me da mucha rabia ver a la gente leyendo. A no ser, claro, de que lean un libro m¨ªo. Entonces, misteriosamente, salta dentro de m¨ª un resorte que me hace mirar al sujeto lector con una ternura s¨®lo comparable a la que siento cuando escucho a Chiquit¨ªn competir en ronquidos con mi santo en la oscuridad de la noche. Es un placer acaso irracional que experimento cuando veo por la calle a alguien leyendo algo m¨ªo, y que me hace caer incluso en la puerilidad de decir: "Yo soy la autora, ?se lo dedico, se lo dedico?", actitud que, por cierto, me ha tra¨ªdo alg¨²n momento desagradable. El otro d¨ªa un t¨ªo malafoll¨¢, al que asalt¨¦ en el quiosco leyendo una de estas piezas m¨ªas y al que le dije si quer¨ªa una dedicatoria, me dice: "No soy mit¨®mano, es m¨¢s, el que sea usted la que firma este art¨ªculo a m¨ª, personalmente, no me aporta nada, porque s¨¦ diferenciar al autor de su obra, porque cuando yo era un joven lector iba a la Feria del Libro con la ilusi¨®n de conocer a la persona, y cuando me encontr¨¦ con varios autores cuya obra admiraba en grado sumo, y que resultaron ser unos perfectos gilipollas (y no excesivamente inteligentes), decid¨ª que si quer¨ªa que me siguiera gustando la literatura iba a obviar en adelante el trato con los autores". Me dej¨® muerta. Entre otras cosas, porque a las diez de la ma?ana, en un Madrid, en agosto, que te echen el mitin de esta manera, la verdad, no es de recibo. Le pregunt¨¦, m¨¢s por encontrar puntos en com¨²n: ?y me puede decir, concretamente, cu¨¢les fueron los autores que a usted le parecieron gilipollas? Y el t¨ªo malafoll¨¢ me dice: "Pues no, se?orita, no la voy a dar el gusto". Pero dejando a un lado esta innecesaria disgresi¨®n dir¨¦ que para m¨ª la lectura, que tanto se alaba y m¨¢s en verano, es el opio de los matrimonios. Todas esas parejas que vemos con el librito en la playa, refugiados en la literatura, ?acaso no est¨¢n rumiando su incomunicaci¨®n? Esa animaci¨®n boba a la lectura a la que se dedican los suplementos culturales veraniegos: ?no estar¨¢n contribuyendo a esconder la falta de deseo sexual de tantas parejas? Y otro elemento: el libro de bolsillo, ese libro de bolsillo que te venden para que leas m¨¢s c¨®modamente en la cama: ?pero para qu¨¦ co?o quiere uno leer en la cama, a ver, es que las personas no tienen otra cosa que hacer en la cama? Perdonen que me ponga un poquito exaltada, pero es que con este tema siempre me altero. ?Y qu¨¦ hacemos, yo pregunto, con el necesario aumento de la natalidad, es que nadie ve que la lectura contribuye a su dram¨¢tico descenso? Y todas esas revistas, esos suplementos, venga con la murga de que agosto es el mes de la lectura. Hombre, por Dios, que ya bastantes problemas tenemos las criaturas. Ah¨ª tienes a mi santo, como dice mi suegra: m¨ªralo, todo el d¨ªa con la leyenda. Es que si no encuentra a mano un libro se te pone a leer las instrucciones de la Thermomix. As¨ª que he cortado por lo sano: muchas noches le escondo las gafas. Y entre que las busca y no las busca estamos ganando en una comunicaci¨®n que estaba bajo m¨ªnimos. Lo que yo digo, muerto el perro, se acab¨® la rabia.
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