Un cierto sabor a?ejo
Basado en una historia real ocurrida en la Holanda natal del realizador, el reputado productor (El dilema, Heat, El informe Pel¨ªcano, Tiempos de gloria, Dobles parejas) y aqu¨ª director debutante, Pieter Jan Brugge, presenta La sombra de un secuestro, un thriller tenso, agobiante y hecho de tiempos muertos y sensaciones en el l¨ªmite, una extra?a pel¨ªcula para el regreso al primer plano del veterano Robert Redford. Narrado a partir de una estructura que hace de los saltos temporales su verdadera raz¨®n de ser, el filme se mueve entre dos escenarios principales, la casa en la que espera la esposa (Helen Mirren) del secuestrado Redford y un bosque por el que transitan ¨¦ste y su captor (Willem Dafoe), que es como decir que en el primer escenario se condensa la espera y, en el segundo, algo parecido a la acci¨®n.
LA SOMBRA DE UN SECUESTRO
Direcci¨®n: Pieter Jan Brugge. Int¨¦rpretes: Robert Redford, Helen Miren, Willem Dafoe, Alessandro Nivola, Matt Craven. G¨¦nero: drama, EE UU, 2004. Duraci¨®n: 91 minutos.
Pero m¨¢s all¨¢ de esta divisi¨®n primaria, a medida que la narraci¨®n avanza comienzan a aparecer las grietas en ambos mundos. Ni Redford resulta ser s¨®lo el amante padre de familia que se nos presenta al principio, ni las motivaciones de Dafoe quedan del todo claras, a medio camino entre la venganza de clase, el hast¨ªo vital y el in¨²til gesto de enfrentar, por medio de un delito mayor, a un destino cruelmente adverso. La cara tensa de Mirren, los gestos crispados de los dos hombres, las largas horas de una espera aparentemente in¨²til van construyendo un mapa de tensiones cada vez m¨¢s pronunciadas, en medio de una densidad y un clima opresivo que son lo m¨¢s destacado de la pel¨ªcula.
Brugge se mueve con solvencia en medio de un panorama como el aqu¨ª descrito. Sus modos tienen un cierto y noble sabor a?ejo, los de un realizador que no se deja seducir por el ritmo trepidante y el golpe de efecto, y al que la violencia le importa m¨¢s cuando no se muestra expl¨ªcitamente que cuando deja sentir su siniestro peso sobre todo el contenedor de la historia. Cierto, la trama se hace por momentos previsible y algunas de las verdades que nos son reveladas (por ejemplo, la infidelidad conyugal de Redford) no parecen conducir a ninguna parte. Pero salva la funci¨®n una notable elegancia a la hora de narrar, la calculada huida de todo efectismo y un trabajo actoral que, como siempre en este tipo de repartos, se constituye en un duelo permanente en busca de la excelencia interpretativa.
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