Una plata memorable
Paquillo, segundo tras el italiano Brugnetti, rinde homenaje a su entrenador fallecido, Manolo Alcalde
Llegado el momento m¨¢s importante de su vida, Paquillo Fern¨¢ndez se agach¨®, cruz¨® las piernas y se sent¨® sobre el tart¨¢n, a la sombra, en la curva del 100. Eran las nueve menos un minuto. Se sent¨® en el suelo y, tranquilo, las gafas de sol ya bien asentadas sobre su nariz, hizo unos ejercicios de relajaci¨®n de piernas. A su alrededor, nerviosos, impacientes, los otros 47 participantes en la prueba de los 20 kil¨®metros marcha, la cita que inauguraba las competiciones en la pista del estadio Spiridon Luis, se mov¨ªan sin parar, en c¨ªrculos, de atr¨¢s adelante; se colocaban la gorra, se ajustaban las gafas... Los ardientes chinos, los callados rusos, los acelerados italianos, el feliz Molina, el preocupado ecuatoriano Jefferson P¨¦rez, el alt¨ªsimo australiano Deakes... Mientras tanto, Paquillo, con una botella de agua en la mano, esperaba sentado el sonido del silbato. Parec¨ªa el m¨¢s tranquilo de todos y, sin embargo, muy pocos, si es que alguno, se dispon¨ªan a participar en una final ol¨ªmpica soportando la carga emocional que el atleta granadino de Guadix llevaba encima.
Mentalmente, se sent¨ªa m¨¢s fuerte que nunca, que nadie. Su mundo era otro, inaccesible
Sin quitarse las gafas, levant¨® un pu?o en se?al de alegr¨ªa. Y envi¨® un beso al cielo con la otra mano
Un cresp¨®n negro en la camiseta roja le delataba.
El d¨ªa del entierro de su entrenador de toda la vida, Manuel Alcalde, aquel marchador de los tiempos de los pioneros, de Josep Mar¨ªn, Jordi Llopart y compa?¨ªa, aquel hombre que contagi¨® a Paquillo con el veneno de la marcha, los t¨¦cnicos de la federaci¨®n, directores, presidentes..., le preguntaron a Paquillo, la gran esperanza ol¨ªmpica, c¨®mo, con qui¨¦n, d¨®nde..., se entrenar¨ªa los ¨²ltimos cuatro meses antes de Atenas. Su respuesta no extra?¨® a nadie: "Seguir¨¦ aqu¨ª, en Guadix, y seguir¨¦ solo. S¨¦ perfectamente lo que me mandar¨ªa hacer Manolo en cada momento, en cada situaci¨®n". Y solo, siguiendo su instinto, la inspiraci¨®n de su t¨¦cnico desaparecido, Paquillo desgast¨® zapatillas en el pulido asfalto del altiplano de Guadix, en el ¨¢spero asfalto del cabo de Gata, en el desierto de Almer¨ªa, junto a la playa de Aguadulce...
Quiz¨¢s no fuera la decisi¨®n m¨¢s acertada. Quiz¨¢s Paquillo no lleg¨® su cita con la gloria tan perfecto como habr¨ªa deseado, con la misma velocidad, con el mismo cambio de ritmo... Quiz¨¢s, f¨ªsicamente, no era el mejor Paquillo posible. Quiz¨¢s all¨ª, por ello, no gan¨® la medalla de oro. Pero seguro que, mentalmente, se sent¨ªa m¨¢s fuerte que nunca, que nadie. Seguro que por eso gan¨® la plata. Su mundo era otro, inaccesible.
Ocurri¨® en el minuto 50, reci¨¦n rebasada la marca de los 12 kil¨®metros. Mar¨ªn, el director t¨¦cnico de marcha, se asust¨® de verdad. "Ya est¨¢ todo perdido", pens¨® Mar¨ªn, quien, con la ayuda de la viuda de Alcalde, Montse Pastor -de ac¨¢ para all¨¢ con el coche, con el agua, con las sales...-, organiz¨® el avituallamiento; "ya no hay nada que hacer. Paquillo, cuando se queda, se queda". Hablaba la experiencia. Mar¨ªn conoce la marcha. Mar¨ªn, hace 22 a?os, en el mismo estadio ateniense, hab¨ªa ganado un Campeonato de Europa. Mar¨ªn conoce a Paquillo. Lo conoc¨ªa. Conoc¨ªa al antiguo Paquillo, al Paquillo que pinchaba y se hund¨ªa. Y ayer parec¨ªa, s¨ª, que pinchaba.
Paquillo hab¨ªa marchado toda la competici¨®n en cabeza. Por su lado hab¨ªan comenzado a tirar los impetuosos chinos. Por su lado hab¨ªan pasado los mexicanos en tromba. A su lado hab¨ªan permanecido el s¨®lido italiano, el Ivano Brugnetti, que buscaba su primer t¨ªtulo en la pista -hace casi tres a?os, en noviembre de 2001, se enter¨® de que era el ganador de los 50 kil¨®metros de los Mundiales de Sevilla 99: en un despacho le entregaron la medalla, de la que hab¨ªan despose¨ªdo por dopaje al ruso Skurgyn-; el temible Jefferson P¨¦rez -aunque se le ve¨ªa sudar, el calor no le gustaba al campe¨®n mundial de Par¨ªs 2003-, el regular Deakes, de tan feo pero tan efectivo marchar... Y Paquillo segu¨ªa al frente despu¨¦s de que sus propios tirones y los tremendos cambios de ritmo del italiano hubieran dejado en tres al grupo.
La prueba, que hab¨ªa comenzado no muy r¨¢pida, por encima de los cuatro minutos el kil¨®metro, como el cron¨®metro que cada 2.000 metros le pitaba en la mu?eca informaba a Paquillo, se hab¨ªa acelerado. Ya iban a ritmo r¨¢pido, a tres cincuenta y poco el kil¨®metro, a casi 17 kil¨®metros por hora, y siempre con un pie en el suelo, sin doblar la rodilla, sin correr. El italiano todav¨ªa encontr¨® reservas para acelerar m¨¢s. Y Paquillo empez¨® a quedarse. "Pinchazo", temieron todos. ?l tambi¨¦n lo temi¨®, ma non troppo. "Bueno, la verdad es que me acojon¨¦ un poco", confes¨® m¨¢s tarde.
Pero Paquillo no pinch¨®. A su lado, detr¨¢s, ol¨ªa la llegada de Jefferson P¨¦rez, quien se hab¨ªa soltado antes. Por delante ve¨ªa la sombra del italiano y la del australiano. Y ¨¦l se coloc¨® su m¨¢scara de dolor. Se acord¨® de Alcalde. Se prometi¨® que no fallar¨ªa, que no pod¨ªa fallarle ni fallarse en ese momento precisamente. Se recuper¨®.
En los ¨²ltimos kil¨®metros, cuando Deakes, ya dos veces advertido, empez¨® a hacer la goma, cuando el oro ya era un asunto hispano-italiano, Paquillo intent¨® dos veces escaparse de Brugnetti, milan¨¦s del 76, un a?o mayor que el espa?ol. Pero su rival le aguant¨® los dos tirones. Y no s¨®lo eso.
Pese a cargar tambi¨¦n con dos advertencias, Brugnetti tambi¨¦n tir¨® por su cuenta. Fue a las puertas del estadio, cuando Paquillo ya se hab¨ªa hecho ilusiones de oro. El italiano se le fue dos, cinco, diez metros... Se le fue. Paquillo, entonces, pens¨® que la plata tampoco estaba tan mal, que seguro que Alcalde le habr¨ªa abrazado loco de alegr¨ªa nada m¨¢s cruzar la meta. Pero, detr¨¢s de la cinta, no estaba nadie aguard¨¢ndole.
Paquillo, sin quitarse las gafas, levant¨® un pu?o en se?al de alegr¨ªa. Y envi¨® un beso al cielo con la otra mano.
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