Esfumaci¨®n
19 La jornada tur¨ªstica suele empezar con un copioso desayuno, y el que espera a los hu¨¦spedes de este hotel situado en la costa suroccidental de Mah¨¦ no puede defraudar a nadie. Huevos preparados de siete u ocho formas diferentes -los revueltos parecen una sopa-, surtido de salchichas, bac¨®n, jam¨®n, pancakes, quesos, crep¨¦s, pasteles, cereales y boller¨ªa de todas clases, adem¨¢s de bandejas y m¨¢s bandejas de toda clase de frutas. Las cantidades que el com¨²n de los hu¨¦spedes se sirve, as¨ª como la forma de hacerlo y hasta de ir engullendo antes incluso de llegar a la mesa, explica los problemas derivados del exceso de peso que se plantean en Occidente. Al terminar -muy tarde, ya que se est¨¢ de vacaciones-, la playa. Es decir: fundamentalmente sol y arena, con alg¨²n chapuz¨®n de vez en cuando, a modo de pausa que refresca. La sesi¨®n se interrumpe para almorzar y echar una siesta. Luego, m¨¢s playa, la ducha, un rato de tele y la cena. La disco y los espect¨¢culos nocturnos que organiza el hotel parecen tener muy escasa aceptaci¨®n. De modo que, para la mayor¨ªa de la gente, un rato m¨¢s de tele y, ?a dormir!
Lo que llama la atenci¨®n en Seychelles es la impresi¨®n de encontrarse en islas sin pasado
Al anochecer, el reflejo de los televisores relampaguea en las ventanas de los 'bungalows'
?frica nos ofrece a¨²n hoy una sinopsis de la Historia de la Humanidad
?Aburrido? No parecen indicarlo as¨ª las estad¨ªsticas. El plan es el mismo en todos los hoteles de las islas y todos los hoteles est¨¢n llenos pese a que el Gobierno ha subido artificialmente los precios a fin de evitar una mayor masificaci¨®n. Lo m¨¢s probable es que el futuro tur¨ªstico de ?frica sea de estas caracter¨ªsticas. Junto con Seychelles, Isla Mauricio y Reuni¨®n han emprendido el mismo rumbo, al igual que los destinos m¨¢s solicitados de Kenia y Tanzania. Cuando se habla de ?frica, el turista piensa en safaris, en leones, gorilas y elefantes, o en lugares de especial embrujo, como Zanz¨ªbar, pero, a la hora de la verdad, se queda en la playa. Ni el uno por ciento se aventura en reservas naturales que supongan una inevitable incomodidad, como el ¨¢rea de Rufiji, del mismo modo que, una vez en Zanz¨ªbar, tampoco se adentrar¨¢ en los calurosos entresijos del barrio ¨¢rabe de la ciudad. Al occidental le atrae la idea de ?frica, el exotismo que sugiere, pero con un paseo en cuatro por cuatro filmando los animales que divise a diestro y siniestro en el interior de un parque natural, que en realidad es un parque totalmente artificial, ya cree haber cumplido. Y lo cierto es que no deja de ser un gesto: dentro de unos a?os tal vez ni siquiera semejante experiencia interese demasiado.
Junto a este hotel de la costa suroccidental de Seychelles, ante los espectaculares cortados de piedra de basalto, tan espectaculares que parecen de cart¨®n piedra, se yergue la estatua de un dinosaurio. Seguramente en Seichelles nunca hubo dinosaurios, pero los chavales ya est¨¢n un poco hartos de fauna africana, tan prodigada por las diversas pantallas que iluminan sus vidas y, para el caso, siempre les molar¨¢n m¨¢s las diversas figuras del parque jur¨¢sico.
Nos tropezamos con una pareja de reci¨¦n casados espa?oles, muy descontentos del lugar, aunque s¨®lo sea por una inevitable comparaci¨®n con Baleares o Canarias; nos dicen que hay otra pareja espa?ola, tambi¨¦n de reci¨¦n casados y tambi¨¦n descontentos. Pero el mayor contingente de hu¨¦spedes est¨¢ formado por rusos, familias enteras de rusos con aspecto y modales de nuevos ricos. Los maridos -o padres-, dignos, discretos, con la actitud abierta de aquel para quien el precio de las cosas es lo de menos. Las esposas -o madres-, m¨¢s pragm¨¢ticas, hacen acopio de viandas del desayuno por si en la playa alguien tiene un antojo. Entre los hijos, destaca aqu¨ª y all¨¢ alg¨²n que otro perfecto ejemplar de lolita. Lo que indica que Nabokov atribuy¨® a una adolescente americana cualidades que se dan de un modo natural en las adolescentes rusas.
El segundo contingente en cuanto a n¨²mero es el de los italianos. Los j¨®venes desaparecen durante el d¨ªa, apasionados como suelen ser por la pr¨¢ctica del buceo; sus mayores optan por el buceo, el bronceado y la charleta. Aqu¨ª la poblaci¨®n local tambi¨¦n insiste en que los italianos no se comportan como los dem¨¢s europeos, sin m¨¢s especificaciones. Me pregunto si lo dir¨¢n por Berlusconi, que viene en la portada de un Corriere della Sera tendido en la playa; su cara siempre me ha recordado a Per¨®n, como la de Per¨®n, a Gardel.
Los fondos marinos, no por excesivamente frecuentados, dejan de ser francamente buenos; tal vez los m¨¢s ricos que haya visto, despu¨¦s, claro est¨¢, de los que Sharm el Sheik y Maldivas. Los peces tropicales son el equivalente marino de los p¨¢jaros y aves tropicales. ?A qu¨¦ responde su variedad de formas y colores? Se comprende que en el pasado se creyera que los hab¨ªa dise?ado alg¨²n dios, ya que las explicaciones cient¨ªficas -que tal variedad se debe a razones de camuflaje, alimentaci¨®n o apareamiento- rozan la simpleza. Aqu¨ª, por otra parte, hay tambi¨¦n enormes murci¨¦lagos frug¨ªvoros que vuelan incluso de d¨ªa.
20 El ritual del desayuno, con sus gestos repetidos y sus caras ya conocidas, las del servicio, las de los otros hu¨¦spedes, su voracidad, sus sonrisas, sus efusiones, sus tensiones -el ni?o chill¨®n cuya mesa todo el mundo reh¨²ye-, tiene algo de experiencia ya vivida o incluso so?ada, que los muchos fans de Matrix pueden llegar a sospechar que no es sino una representaci¨®n creada especialmente para ti, una escena que se organiza seg¨²n t¨² te aproximas al comedor, se desarrolla ante tus ojos mientras desayunas y se interrumpe no bien le das la espalda. Algo, en suma, que carece de existencia objetiva. Un supuesto que nada tiene de nuevo, puesto que, siglos atr¨¢s, ya dio lugar a un debate filos¨®fico en el que los subjetivistas radicales -solipsistas- llegaron a poner en duda la existencia real de cuanto no fuera el yo. S¨®lo que, ampliando el campo visual, tambi¨¦n cabr¨ªa presumir que ese yo no es m¨¢s que uno de tantos elementos dispuestos a manifestarse en honor de cualquier otro. En el caso que nos ocupa, por ejemplo, del ni?o chill¨®n que ahuyenta a los restantes hu¨¦spedes.
Victoria, la capital de Seichelles, tiene poco que ver con lo que convencionalmente se entiende por ciudad. Se trata m¨¢s bien de un peque?o centro administrativo y de negocios en el que apenas hay poblaci¨®n residente. La verdadera capital es Mah¨¦, la isla entera. De ah¨ª que en Victoria, m¨¢s que restaurantes, haya establecimientos donde preparan comida para llevar, que la gente consume en los parques, la calle, o el propio lugar de trabajo. Al t¨¦rmino de la jornada, se dispersan en coche o en bus por toda la isla. Su vivienda suele ser un chal¨¦ m¨¢s que decente, que nada tiene que ver con los precarios habit¨¢culos en los que se cobija la poblaci¨®n urbana de los pa¨ªses africanos circundantes. Los autobuses, por su parte, aunque atestados, funcionan con regularidad y evitan los largos desplazamientos a pie caracter¨ªsticos de la mayor parte de las carreteras africanas. Unas carreteras, aqu¨ª de buen trazado y firme correcto, cuyos bordes ajardinados se funden sin soluci¨®n de continuidad con el entorno natural, formado por ¨¢rboles y plantas que en Europa se venden a precios muy elevados en viveros y comercios de flores. Comparada con otras islas y archipi¨¦lagos del ?ndico africano, lo cierto es que Seychelles no queda en mal lugar. Pero, aparte de su excesiva dependencia del turismo, lo que s¨ª llama la atenci¨®n aqu¨ª es la ausencia de historia, la impresi¨®n predominante que uno tiene de encontrarse en unas islas sin pasado. La Reuni¨®n, por ejemplo, tiene por capital una t¨ªpica ciudad de provincias francesa, que es lo que es en definitiva; m¨¢s que su poblaci¨®n variopinta, lo que all¨ª destaca es la espectacular orograf¨ªa del interior.
En Isla Mauricio, la poblaci¨®n se divide en una mayor¨ªa de ascendencia india y una minor¨ªa de origen africano; el paisaje es menos atractivo que en La Reuni¨®n, pero la capital, Port Louis, es una verdadera ciudad, y los colores del hinduismo que jalonan los campos les otorgan una profundidad temporal superior a la del propio pa¨ªs. Isla Rodr¨ªguez, pol¨ªticamente vinculada a Isla Mauricio, aunque m¨¢s seca y atrasada, corresponder¨ªa a lo que yo me esperaba encontrar en Seichelles. Claro que en los 15 a?os transcurridos desde que la visit¨¦, el desarrollo puede haberle hecho perder la arquitectura colonial que le daba car¨¢cter, como seguramente se ha perdido en Seychelles. Lo ¨²nico que guardan en com¨²n es el casi incomprensible franc¨¦s cr¨¦ole que habla la gente y que aqu¨ª bien puede haber desaparecido en el transcurso de una o dos generaciones. A la que los chicos llegan a la escuela, lo que priva es el ingl¨¦s
El rumbo emprendido por Seichelles supondr¨¢ sin duda un ejemplo para toda ?frica. Lo intentan ya pa¨ªses como Kenia y Sur¨¢frica, mejor¨¢ndolo incluso en su b¨²squeda de una mayor diversificaci¨®n, mediante el desarrollo industrial, agr¨ªcola y del sector servicios. Se me dir¨¢ que esto supone el fin de lo que entendemos por ?frica y habr¨¢ que reconocer que, en cierto modo, as¨ª es: Seychelles es el mejor ejemplo.
Aunque conviene precisar que la idea de ?frica que atrae al turista carece de vigencia desde hace tiempo. El ?frica que conocieron Stanley, Spike, Livingstone y Burton dej¨® de existir en los a?os de la Primera Guerra Mundial. Del mismo modo que el ?frica de sabor colonial descrita en tantas novelas desapareci¨® entre los estertores de la Segunda Guerra Mundial. Lleg¨® entonces la hora de la descolonizaci¨®n, inspirada por unos cuantos dirigentes africanos educados en los c¨ªrculos intelectuales de la ¨¦poca, Par¨ªs y Londres, adem¨¢s de Mosc¨², pero tambi¨¦n Madrid y Barcelona. Y ahora, tras un largo periodo de independencias, revoluciones, movimientos de masas en torno a l¨ªderes carism¨¢ticos y estrepitosos fracasos, apuntan aqu¨ª y all¨¢ s¨ªntomas esperanzadores. Sin que nada de ello sea obst¨¢culo para que la idea de ?frica persista en el visitante. ?frica lo aguanta todo.
21 Aqu¨ª, como en Uganda, hay ¨¢rboles que se nos revelan cargados de p¨¢jaros como si de frutos se tratase. P¨¢jaros que tardamos en descubrir, uno tras otro perfectamente integrados en la resplandeciente masa de hojas y flores, una fronda viva, alimentada por las gigantescas ra¨ªces que se hunden en la tierra.
En el exterior del hotel, la espectacularidad de las masas rocosas que se yerguen a un lado ha sido realzada por un estanque artificial lleno de lotos y aves acu¨¢ticas, de acuerdo con una est¨¦tica propia de estudios Walt Disney. S¨®lo que al rev¨¦s: el dise?o consigue aqu¨ª que la naturaleza se parezca al decorado.
Al anochecer, el reflejo espectral de los televisores relampaguea en las ventanas de los bungalows. Por lo general, las diversas cadenas internacionales ofrecen programas centrados en temas africanos. La programaci¨®n francesa consigue producir la impresi¨®n de que ?frica es un territorio fundamentalmente franc¨®fono. No parece, en cambio, que haya espacio alguno en el franc¨¦s cr¨¦ole que aqu¨ª se habla, debido, probablemente, a que nadie tiene especial inter¨¦s en promoverlo. En las escuelas, los alumnos son sometidos a una inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica en ingl¨¦s. El uso oficial del franc¨¦s cr¨¦ole es de car¨¢cter meramente publicitario. Algo as¨ª como la foto del presidente Ren¨¦, una foto no de ahora, sino de cuando era joven, parecido al doctor Santiago Dexeus de la misma ¨¦poca.
22 Ba?o en ayunas para despedirme de los peces, como volando bajo la superficie a la fresca luz de la ma?ana que avivaba los fondos marinos. El primero en salir a mi encuentro fue un amable pez flauta en cuya compa?¨ªa ya hab¨ªa nadado la v¨ªspera, no menor su curiosidad que la m¨ªa.
Al igual que los peces en el paisaje submarino, los hu¨¦spedes del hotel iniciaban un d¨ªa id¨¦ntico al anterior que les har¨ªa fluctuar entre las diversas ¨¢reas en las que se pod¨ªa comer algo y la playa. Durante el desayuno, una familia alemana de apariencia modesta salud¨® con efusi¨®n, en ruso, a una familia rusa de aspecto nada modesto; el padre, de rasgos descomunales, la caricatura de un plut¨®crata. Los alemanes proven¨ªan sin duda de la antigua RDA; para ellos, la antigua supeditaci¨®n segu¨ªa vigente.
Hay caras nuevas y caras que han desaparecido; como en la vida misma. Lo que no cambia es el ritmo del transcurrir cotidiano y, a este respecto, tarde o temprano habr¨¢ que esclarecer hasta qu¨¦ punto regresi¨®n y progreso pueden llegar a confundirse. Y es que si la relaci¨®n del hombre primitivo con la naturaleza era de constante rapi?a -el d¨ªa entero arrebat¨¢ndole cosas para comer o abrigarse-, en la actualidad, el ideal del empleo del tiempo termina por consistir en algo muy parecido. La principal pauta temporal en lugares como ¨¦ste viene constituida por las horas de las comidas; los intervalos sirven para hacerse -abiertos al sol en la playa- con una coloraci¨®n de lomo adobado, remoj¨¢ndose de vez en cuando a fin de que el braseado sea m¨¢s llevadero.
En un momento de desesperaci¨®n Burton escribi¨® opiniones muy negativas acerca de los africanos. Una o dos generaciones m¨¢s tarde, ingleses y alemanes coincidieron en considerar a los askaris -cuerpo colonial creado por los alemanes- entre los mejores soldados del mundo por cualidades humanas que representaban el reverso de la opini¨®n de Burton, con todo y referirse a la misma gente. Y es que as¨ª como las carreteras de Uganda son una verdadera sinopsis de la vida cotidiana del pa¨ªs, as¨ª, ?frica nos ofrece a¨²n hoy una sinopsis de la Historia de la Humanidad. Y donde las influencias recibidas han sido buenas el resultado ha sido bueno, y malo donde han sido malas. Y viceversa: si ?frica deja de ser ?frica y se convierte en otra cosa, querr¨¢ decir que tampoco Occidente ser¨¢ lo que quisi¨¦ramos que hubiera sido.
23 En el aeropuerto de Amsterdam, todos los pasajeros negros eran interceptados a pie de avi¨®n, con independencia de que, a la vista de sus papeles, se les dejara proseguir hacia el control de pasaportes. En ese control, en cambio, un gran n¨²mero de ecuatorianos en tr¨¢nsito acced¨ªa sin problemas a la Comunidad Europea. Claro, que todos ellos ten¨ªan visado tur¨ªstico -y hasta el aspecto, gafas de sol montadas sobre el pelo te?ido de rubio- y que su destino final era Espa?a.
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