Campos de miseria entre los f¨¦rtiles frutales de Lleida
350 subsaharianos 'sin papeles' malviven hacinados en un centenar de chabolas en Alcarr¨¤s sin esperanza de encontrar empleo
Por el aspecto de las chabolas podr¨ªa tratarse de cualquier campo de refugiados de Burundi, Ruanda o Sud¨¢n. Podr¨ªa serlo si no fuera porque el campamento de inmigrantes de Alcarr¨¤s (Lleida) se encuentra rodeado de los f¨¦rtiles campos de una de las provincias m¨¢s ricas de Espa?a, con el menor ¨ªndice de paro del pa¨ªs -apenas un 4,3%- y con 42.000 hect¨¢reas de frutales que atraen cada a?o a miles de temporeros ¨¢vidos de trabajo.
Pero sin papeles y sin apenas agricultores que se atrevan a darles trabajo, los 350 inmigrantes subsaharianos que resisten en el campamento improvisado de Alcarr¨¤s no dejan de tener una vida muy parecida a la de algunos desplazados por conflictos.
"En los cuarenta d¨ªas que he estado en Alcarr¨¤s no he trabajado ni uno", lamenta Ali Kabor¨¦, un maestro de Burkina Faso llegado a Espa?a hace a?o y medio y que ya casi ni se plantea conseguir un permiso de trabajo. "Todas las puertas est¨¢n cerradas para nosotros", afirma tras contar que lleg¨® a Alcarr¨¤s despu¨¦s de un periplo por Almer¨ªa, Murcia, Madrid y Arag¨®n. Un amigo le cont¨® que en agosto el trabajo se concentraba en los frutales de Lleida. "Pero este a?o no ha sido as¨ª, no hay trabajo, y mucho menos si no tienes los papeles".
El alcalde: "Prefiero asumir las cr¨ªticas por el campamento que echar a toda esta gente"
Ali Kabor¨¦, de Burkina Faso, ya ni se plantea conseguir un permiso de trabajo
Kabor¨¦ comparte campamento con otros 350 inmigrantes. Llegaron a ser 500 hace pocas semanas, pero muchos ya han visto que en la zona frut¨ªcola del bajo Segre no encontrar¨¢n nada si no pueden demostrar que residen en Espa?a legalmente. Viven, malviven, en un campamento formado por un centenar de chabolas, tres edificios prefabricados con duchas en el interior y un cobertizo sin paredes que alberga otro centenar de colchones. Un televisor salvado de alg¨²n vertedero hipnotiza a algunos subsaharianos con im¨¢genes de unos Juegos Ol¨ªmpicos que, vistos desde aqu¨ª, parecen de otro mundo. Otros cocinan el arroz que les ha dado Cruz Roja en insalubres fogatas de escombros.
La miseria se ha cebado en ellos. Y lo ha hecho sin que el Ayuntamiento de este peque?o municipio, de apenas 5.200 habitantes, sea capaz de capear el temporal. Y no es que no lo haya intentado: "Para este verano hemos contratado a seis trabajadores sociales que trabajan con la asistenta social de siempre para dar una salida a estos inmigrantes, pero no podemos hacer m¨¢s que facilitarles algo de comida, utensilios de higiene y las duchas y lavabos que hemos instalado en el campamento", afirma el alcalde, el convergente Gerard Serra, quien ya est¨¢ harto de que cada a?o lleguen, procedentes de toda Espa?a, autocares cargados de extranjeros que no encontrar¨¢n trabajo en su municipio.
"En a?os anteriores nos enviaron inmigrantes el Gobierno central y el de Canarias, pero es que este a?o hasta lo hizo Cruz Roja; y esto no puede ser", afirma el alcalde. El conflicto con Cruz Roja se sald¨® tras admitir la ONG que hab¨ªa pagado algunos billetes de autocar a indocumentados "por razones humanitarias" y aceptar colaborar activamente con el Ayuntamiento de Alcarr¨¤s. Ahora facilita alimentos y utensilios de higiene a los extranjeros, reparto que coordina el consistorio. "Yo podr¨ªa haber hecho lo mismo que otros, contratar un autocar y enviar a los inmigrantes a otra parte, pero esta gente no se lo merece, as¨ª no se arreglan las cosas", dice el alcalde, consciente tambi¨¦n del desgaste que puede causarle tener en su pueblo una bomba de relojer¨ªa formada por centenares de personas sin otro modo de vida que la escasa ayuda social. "S¨¦ que el campamento es algo miserable, pero prefiero asumir las cr¨ªticas por esto antes que echar a toda esta gente", afirma Serra.
De momento ha habido pocos conflictos. Los vecinos han aceptado la situaci¨®n sin poner grandes problemas y se conforman pensando que en unas semanas los inmigrantes se habr¨¢n marchado. Muchos tambi¨¦n callan porque son conscientes de que son estos inmigrantes, los regulares, pero tambi¨¦n los irregulares, los que les ayudan a sacar adelante sus campos. Y es que en Lleida, donde dominan las explotaciones familiares, son los mismos propietarios y algunos contratados eventuales los encargados de recolectar cada a?o casi un mill¨®n de toneladas de manzanas, peras, nectarinas y melocotones. Aqu¨ª no existe la consciencia de gran explotaci¨®n, cada familia tiene un trozo de tierra. Se calcula que s¨®lo en Alcarr¨¤s hay un millar de explotaciones agr¨ªcolas.
Parte de los problemas registrados este a?o se deben a que la temporada no ha sido buena. Josep Antoni Ortiz, de J¨®venes Agricultores y Ganaderos de Catalu?a, explica que una primavera muy lluviosa y fr¨ªa impidi¨® una buena floraci¨®n de los frutales. "El comienzo de la temporada fue muy flojo y ahora estamos recolectando el 75% de lo previsto", explica. Lo lamenta para los agricultores, pero tambi¨¦n para los temporeros. "En junio ya dijimos que aqu¨ª no habr¨ªa trabajo, pero siguen viniendo, y vienen enga?ados".
Pero con m¨¢s o menos producci¨®n, Lleida sigue siendo la fruter¨ªa de Europa; y los inmigrantes lo saben. Como Diara Mouloy, de 33 a?os, procedente de Mal¨ª. Lleg¨® a Alcarr¨¤s la semana pasada desde Marsella. "En Francia apenas hay trabajo en el campo, as¨ª que me vine a Espa?a". El pasado jueves, sentado en la entrada del campamento de Alcarr¨¤s miraba aturdido el horizonte de chabolas que se alzaba ante ¨¦l. "Desde que he llegado a Europa s¨®lo he visto miseria; sab¨ªa que era dif¨ªcil, pero no esperaba esto".
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