"?Pintan bastos!"
La t¨¢ctica espa?ola se estrella con la bici y Ra?a s¨®lo es el 23?, muy lejos del neozeland¨¦s Carter
"Pintan bastos". Menudo momento, menudo lugar, para que la tranquila voz, el acento gallego inconfundible de C¨¦sar Varela, transmitiera ese mensaje pesimista. Sentado sobre una piedra seca, junto a un descampado, bajo el sol inclemente, un paisaje extra?amente agresivo ayer, a Ivo Clotet, que recibe el mensaje por radio, se le cae el alma a los pies. A su lado, desparramados, in¨²tiles, los trebejos con que se ha armado, meticuloso, concienzudo, para una jornada de trabajo que esperaba gloriosa. La pizarra en la que escribir, con rotulador, las diferencias entre los pelotones; la tarjeta roja, la amarilla, la verde, para anunciar, r¨¢pida, claramente, la situaci¨®n de la competici¨®n a los triatletas... Trastos in¨²tiles ya. Corr¨ªa la tercera vuelta del segundo acto de la prueba y la operaci¨®n, ambiciosa, arriesgada y estudiada, puesta en marcha para que Iv¨¢n Ra?a, uno de los grandes talentos del deporte espa?ol, se coronara en los Juegos se deshac¨ªa en pedazos. Pura utop¨ªa. Una quimera.
Llobet, la pieza clave del entramado, pasa con el rostro hinchado, los ojos rojos, la cabeza hundida
Iv¨¢n intenta tirar de su grupo, cazar al intermedio. Ahonda en sus reservas. Se queda en el repecho
Repartidos por los ocho kil¨®metros del circuito ciclista, los cerebros de la operaci¨®n, Andreu Alfonso, director t¨¦cnico de la federaci¨®n espa?ola; Varela, entrenador de Ra?a; Clotet, entrenador de Xavi Llobet, la pieza clave del entramado, hace tiempo que no hacen m¨¢s que constatar el fracaso. Clotet, que empez¨® mostrando en su tablero al grupo en el que iban Ra?a y Eneko Llanos, el tercero del terceto espa?ol, las diferencias con los primeros, 15 segundos la primera vuelta, 23 la segunda, 55 la tercera, s¨®lo se acerca a la valla cuando pasa Llobet. Se asusta al verle el rostro, hinchado, los ojos rojos, sin gafas, la cabeza hundida.
Es la v¨ªspera. Acaba de terminar la prueba femenina. El repecho, la tremenda cuesta del cementerio de Vuliagmeni, se ha mostrado terror¨ªfico. En su parte m¨¢s dura, la del 22%, las triatletas se han clavado, se han retorcido, han padecido. Despu¨¦s de dos a?os de seguridad absoluta en el proyecto, los dos a?os en los que Ra?a ha conseguido un campeonato y dos subcampeonatos mundiales, Alfonso duda por primera vez. "Tenemos que hablar con Llobet", dice; "tenemos que calmarle, decirle que no se vuelva loco, que no tiene que demostrar nada a nadie, que est¨¢ aqu¨ª porque lo merece, porque es muy importante para el equipo". Llobet est¨¢ tenso, preocupado, al borde de la ansiedad, porque le llegan mensajes duros. Los amigos de dos triatletas que se cre¨ªan con m¨¢s derecho que el catal¨¢n de Manresa para estar en Atenas, el andaluz Merch¨¢n y el gallego G¨®mez Noya, la gente que cree que el esp¨ªritu del triatl¨®n es el feroz individualismo, que ya se lament¨® cuando se permiti¨® ir a rueda en bicicleta, que llora por la muerte de su deporte, no han dejado de cuestionar la elecci¨®n. "Llobet est¨¢ porque en Espa?a s¨®lo hay un triatleta que puede ganar los Juegos. Y ¨¦se es Ra?a. Vamos a poner todos los medios para que lo consiga. Y uno de los medios es contar con la ayuda de Llobet, excelente en el ciclismo, en la primera parte del circuito". Alfonso intenta zanjar la pol¨¦mica. Pero, seg¨²n se acerca el momento, Llobet se resiente.
Llobet, sensible, sano, se ha preparado como nunca. Ha hecho 11.000 kil¨®metros en bicicleta. Ha descansado lo necesario. Llega en plenitud de forma. Sale del agua, del agua transparente, verdosa, de la limpia playa de Vuliagmeni. Todo va bien. Perfecto. Ra?a, delante, el 14?, entero. ?l, a su espalda, preparado para la transici¨®n, para r¨¢pidamente cambiar el gorro de ba?o por el casco de ciclista, para saltar sobre los pedales y, sobre la marcha, colarse en las zapatillas clavadas sobre los pedales para acelerar, colocarse delante, enfilar la subida al cementerio, controlar, llevar a Ra?a a su rueda, vigilar a los peligrosos, a Marceau, Henning, Carter, Robertson, Docherty... Pero en el repecho el mundo empez¨® a girar al rev¨¦s para ¨¦l. Donde ten¨ªa que brillar, emocionarse, empez¨® a sufrir. Donde ten¨ªa que iluminar se le hizo de noche. Los fuertes estiraron el grupo. Rompieron el pelot¨®n en pedazos. Llobet se qued¨® atr¨¢s. Lejos de Ra?a y Llanos, que a¨²n se volv¨ªan para esperarle. "Pet¨¦ como un sapo", resumi¨® Llobet.
Es la tercera vuelta. Hay un grupo de seis delante que se relevan a la perfecci¨®n, que van a por las medallas. Otro de nueve, en medio. Otro detr¨¢s, el de Ra?a, el de Llanos, en el que nadie colabora. Ra?a echa de menos a Llobet. Ha empezado a flaquear. Ha intentado tirar de su grupo, cazar al intermedio. Ha ahondado en sus reservas, de lo que necesitaba guardar para la carrera a pie, de lo que necesitaba incluso para aguantar en el grupo. Se queda en el repecho y Llanos se espera para echarle una mano, para recuperar juntos terreno perdido. Varela anuncia: "?Pintan bastos!".
Los seis de delante se juegan el triunfo. Gana el neozeland¨¦s Maiz Carter, por delante de su compatriota Bevan Docherty y del suizo Sven Riederer. Llanos termina el 20?; Ra?a, el 23?. Llobet se retir¨®. En la meta, Ra?a llora. Llora. Sus padres intentan consolarlo.
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