Reforma vasca
La alternativa al plan rupturista de Ibarretxe es la defensa del Estatuto de Gernika, pero esta alternativa tiene ahora dos versiones, ambas leg¨ªtimas: la que propugna mantener el Estatuto en sus t¨¦rminos, que actualmente encarna el PP, y la que plantea ciertas reformas que mejoren su funcionamiento ante deficiencias observadas. El Partido Socialista de Euskadi (PSE) es partidario de esta segunda opci¨®n. Emilio Guevara, principal autor en los setenta del anteproyecto del Estatuto de Gernika, expulsado del PNV hace dos a?os y medio por su oposici¨®n a la deriva soberanista de Arzalluz e Ibarretxe, ser¨¢ el encargado de formalizar por escrito las reformas propuestas.
La m¨¢s llamativa es la dirigida a dar satisfacci¨®n a la vieja demanda nacionalista de competencia en la gesti¨®n de la Seguridad Social. Los sucesivos Gobiernos de Espa?a la han venido rechazando, con el aval del Tribunal Constitucional, argumentando que romper¨ªa la unidad de caja: algo que los partidos no nacionalistas, y sobre todo los sindicatos, consideran un principio irrenunciable. Los intentos de hacer compatible el respeto a ese principio con un modelo descentralizado de gesti¨®n administrativa se enfrentan a una redacci¨®n del Estatuto que condiciona la asunci¨®n de la competencia al mantenimiento del "principio de solidaridad" y del "car¨¢cter unitario" de la Seguridad Social.
Del resto de propuestas, la m¨¢s delicada, dependiendo de c¨®mo se plantee, es la relativa al modelo judicial. El plan Ibarretxe propone directamente la creaci¨®n de un poder judicial aut¨®nomo vasco, lo que implicar¨ªa una modificaci¨®n sustancial del t¨ªtulo VI de la Constituci¨®n. La propuesta del PSE se plantear¨ªa en el marco del actual modelo constitucional, y con la voluntad expresa de perfeccionar, y no de sustituir, el Estatuto de Gernika. Y de reconstruir un consenso como el que lo aval¨® en su d¨ªa.
El sentido pol¨ªtico de la propuesta parece ser contrarrestar el mensaje nacionalista de que la ¨²nica propuesta sobre la mesa es la de Ibarretxe. Nunca fue as¨ª, porque el Estatuto es una alternativa obvia, pero ahora se trata de plantearlo de manera que pueda servir tambi¨¦n como reclamo para ese sector del electorado que, aun estando en contra del giro soberanista, ha seguido votando, por inercia, al PNV. Ibarretxe, en su intento de alcanzar un consenso interno de todo el nacionalismo, puso el centro de gravedad de su propuesta en un extremo mucho m¨¢s pr¨®ximo del mundo de la antigua Herri Batasuna que de la media del electorado propio. La presencia de Guevara avalando una reforma no rupturista aspira seguramente a restablecer una mayor¨ªa autonomista.
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