Canta el gallo
Las fiestas de Elgoibar han animado al colectivo Ongarri a presentar en la casa de cultura de la localidad una exposici¨®n de Eduardo Arrillaga (Elgoibar, 1966). Hac¨ªa tiempo que este grupo de animaci¨®n fotogr¨¢fica guardaba vigilia de actividades y ahora se descuelga con Deja que cante el gallo, un grupo de im¨¢genes cuyo t¨ªtulo debiera ser premonitorio de un futuro m¨¢s prol¨ªfico en su actividad principal. El autor de esta colecci¨®n tiene un historial fotogr¨¢fico muy pr¨®ximo a su profesi¨®n de veterinario. As¨ª, realiz¨® el trabajo Herri baten Argia, sobre el ¨¢mbito rural y los caser¨ªos vascos, parte del cual lo public¨® la editorial Focal, o el libro Feriak, puesto en imprenta por el propio colectivo Ongarri, donde se nos pone al corriente de c¨®mo son en esencia algunas de las frecuentadas ferias agr¨ªcolas y ganaderas de Guip¨²zcoa.
Lo que ahora presenta es consecuencia de su trayectoria anterior. Lo ha tra¨ªdo desde Rep¨²blica Dominicana, Hait¨ª, Bolivia y Guatemala. Durante diez a?os y dentro de las actividades de Veterinarios Sin Fronteras ha querido extraer con su c¨¢mara el sentir de los campesinos de esos territorios. El resultado es verdaderamente interesante. Se puede palpar cu¨¢l es la situaci¨®n que atraviesan las gentes m¨¢s humildes de algunos de los pa¨ªses m¨¢s empobrecidos de la Tierra.
La fuerza de las fotograf¨ªas en blanco y negro refleja la proximidad entre personas y animales, la necesidad que tienen los unos de los otros. Son documentos impactantes que pueden ser medicina eficaz para despertar mentes aletargadas por el brillo de los escaparates del primer mundo. Pero, dejando de lado su funci¨®n pedag¨®gica o terap¨¦utica, depende de c¨®mo quiera entenderse, propia de un apostolado que no siempre llega a buen puerto, las fotograf¨ªas est¨¢n repletas de cierta magia envolvente.
Aunque el punto de vista elegido para los encuadres nos traza siempre el sendero de interpretaci¨®n y lectura del documento gr¨¢fico, la impronta de la que est¨¢n provistas nos deja acercarnos sin excesivo condicionamiento al mensaje principal. As¨ª lo podemos constatar en el suave contrapicado, obligado por una peque?a pendiente, donde vemos a una mujer descalza protegiendo el ternero de su vaca que, junto a ella, mira de frente a la ¨®ptica del fot¨®grafo. La misma intensidad de contenido se encuentra en el contraluz de un hombre sentado ante una mesa sobre la que se encuentra un gallo, quiz¨¢s gallina, que ocupa el primero de los planos. En esta l¨ªnea de im¨¢genes el autor ofrece el mismo orden de importancia a los humanos y los animales. Dos realidades y dos intereses que convergen en un punto y as¨ª se nos pone de manifiesto.
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