?Qu¨¦ noches las de 100 d¨ªas!
Diario de ZP. Hoy abandonamos la casa de veraneo. No s¨¦ si habremos cumplido el objetivo: encontrar nuestro papel en la escena p¨²blica. ?Debe ser la pol¨ªtica representaci¨®n? ?No podemos parecer lo que somos? Son profundas preguntas que me hago.
A finales de julio, coincidiendo con los 100 d¨ªas de Gobierno, reun¨ª al Consejo de Ministros para hacer una solemne declaraci¨®n:
-Creo que ha llegado el momento de adoptar una decisi¨®n impopular.
-?Y una mier! -salt¨® Magdalena ?lvarez.
-?Un rejpeto! -intervino Bono, siempre con su singular sentido del protocolo-. Al Presidente no se le habla entre sijnos de admiraci¨®n.
-He repasado lo hecho en estos cien d¨ªas, y creo que podemos estar profundamente satisfechos.
-Y porque no hemos querido trabajar de noche -presumi¨® Caldera.
-Desde que trajimos las tropas de Irak, hemos tomado decisiones que podemos calificar, sin temor a caer en la exageraci¨®n, como chupiler¨¦ndicas.
-Tu impulso, Presidente -se levant¨® Juan Fernando L¨®pez Aguilar- es el que nos permite gobernar interpretando los deseos de los ciudadanos.
-??se es el problema, Juan Fernando! Todo lo que hemos hecho hasta ahora ha sido interpretar deseos. M¨¢s que un Presidente, parezco un m¨¦dium. En casa, las ni?as me llaman El Brujo Lolo y me gritan: "?Controrr, controrr!". Debemos tomar alguna medida impopular. La gente quiere percibir autoridad.
-La gente est¨¢ harta de autoridad -razon¨® Carmen Calvo-, especialmente las gentes de la cultura, a las que yo digo desde aqu¨ª: gracias, gracias, grac...
El Consejo sigui¨® su debate, pero no fuimos capaces de encontrar una decisi¨®n impopular. Todo lo que se nos ocurr¨ªa era a favor de la corriente, y tal vez sea mejor as¨ª, si eso es lo que sabemos hacer. Tal vez los pol¨ªticos estamos demasiado pendientes de c¨®mo nos ven los dem¨¢s, demasiado pendientes de la representaci¨®n y de la opini¨®n p¨²blica, y corremos el riesgo del que advierte Augusto Monterroso en su relato
La Rana que quer¨ªa ser una Rana aut¨¦ntica:
"Hab¨ªa una vez una rana que quer¨ªa ser una rana aut¨¦ntica, y todos los d¨ªas se esforzaba en ello.
Al principio se compr¨® un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad.
Unas veces parec¨ªa encontrarla y otras no, seg¨²n el humor de ese d¨ªa o de la hora, hasta que se cans¨® de esto y guard¨® el espejo en un ba¨²l.
Por fin pens¨® que la ¨²nica forma de conocer su propio valor estaba en la opini¨®n de la gente, y comenz¨® a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los dem¨¢s la aprobaban
y reconoc¨ªan que era una rana aut¨¦ntica.
Un d¨ªa observ¨® que lo que m¨¢s admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedic¨® a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores y sentir que todos le aplaud¨ªan.
Y as¨ª segu¨ªa haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana aut¨¦ntica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se la com¨ªan, y ella todav¨ªa alcanzaba a o¨ªr con amargura cuando dec¨ªan que qu¨¦ buena Rana, que parec¨ªa Pollo".
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