53 horas de horror
Los rehenes de la escuela de Besl¨¢n permanecieron hacinados, sin alimentos ni agua y obligados a beber su propia orina
Hab¨ªan llegado familias enteras a la escuela N¨²mero Uno vestidas de fiesta y con ramos de flores. Era el 1 de septiembre y se celebraba la tradicional ceremonia de apertura del a?o escolar. Como en toda Rusia, tambi¨¦n en la localidad de Besl¨¢n, de 35.000 habitantes, en Osetia del Norte. Los alumnos acababan de formar filas para entrar al recinto en su primer d¨ªa de clase cuando grupos de encapuchados, armados hasta los dientes, irrumpieron en el patio disparando al aire, pero tambi¨¦n a quien se les pon¨ªa por delante.
"Al principio pensamos que era un juego, una sorpresa que nos hab¨ªan preparado los mayores, hasta que vimos que mataban de verdad y que se derramaba sangre. ?Fue horroroso! Empezaron a meternos como ganado en la escuela, pero algunos echamos a correr", cont¨® a la televisi¨®n rusa uno de los muchachos del grupo de unos 50, que lograron escapar en las primeras horas del asalto al colegio, refugi¨¢ndose en el edificio de las calderas.
Los terroristas les espetaron: "Nuestras madres lloraron, ?ahora que lloren las vuestras!"
"Ten¨ªamos que orinar en botellas, y beber su contenido, filtrado en camisetas"
En muy poco tiempo, los asaltantes empujaron a la mayor¨ªa de los rehenes hasta el gimnasio de la escuela. "En los primeros minutos hubo muchos heridos. A los que yac¨ªan en el patio, los remataban sin m¨¢s. Tambi¨¦n mataron a los hombres que pusieron resistencia: unos 20. A varios heridos los sacaron de la sala del gimnasio y los remataron en el pasillo", narr¨® Zalina Dzand¨¢rova, de 27 a?os, una de las madres a las que los terroristas liberaron el pasado jueves junto a sus hijos menores de dos a?os al diario Kommersant. "?ramos un millar y medio como m¨ªnimo. La gente yac¨ªa en el suelo, unos junto a otros, procurando moverse menos para no gastar fuerzas. Entonces los terroristas nos separaron. A los que no se sent¨ªan bien los llevaron a los vestuarios".
"En el gimnasio nos separaron en tres grupos", explic¨® Zara, otra de las mujeres liberadas, madre de Umar, de apenas un a?o, a Gazeta. "En uno est¨¢bamos nosotras, las madres con beb¨¦s; en otro, los ni?os mayores, y en el tercero, los hombres. A ¨¦stos despu¨¦s decidieron subirlos a la primera planta y los encerraron en el aula de qu¨ªmica".
Otra de las liberadas ese d¨ªa, Rita Gadzhinova, profesora de F¨ªsica, explic¨® que los terroristas colocaron dos bombas en las canastas de baloncesto del gimnasio, las unieron entre s¨ª con cables, y pusieron peque?as cargas explosivas por todo el suelo.
Ella, que fue liberada el jueves junto a su hija Madina, de tres a?os, dej¨® en la escuela a otras dos hijas de 11 y 14 a?os. "Los ni?os peque?os estaban muy asustados, pero se portaron muy bien, a pesar de que a menudo ped¨ªan ir al cuarto de ba?o porque pasaron mucho miedo. Los escoltaban al ba?o incluso a ellos y, si los m¨¢s peque?os romp¨ªan a llorar, disparaban al aire y les gritaban que se callaran", relat¨® al diario ruso Izvestia.
"Al principio permitieron que los mayores trajeran agua de las duchas, pero despu¨¦s dijeron que, como no atend¨ªan sus demandas, nadie m¨¢s recibir¨ªa agua, y no volvieron a darla, ni siquiera a los peque?os", cont¨® por su parte Dzand¨¢rova.
Pero la sed era tan acuciante que los terroristas idearon una forma de que los rehenes bebieran. "Nos obligaban a orinar en botellas, taparlas con nuestras camisetas y beber su contenido a trav¨¦s de ellas", relat¨® Diana, una de las primeras supervivientes que fue liberada.
Los secuestradores rechazaron el env¨ªo de medicinas, agua y alimentos ofrecidos por las autoridades rusas. En un principio se pens¨® que porque la escuela ten¨ªa su propia cocina con reservas y que, puesto que hab¨ªa fiesta en el colegio, habr¨ªa m¨¢s alimentos que de costumbre. Pero luego se baraj¨® la hip¨®tesis de que los terroristas temieran que en los alimentos se introdujeran sustancias psicotr¨®picas.
La cuesti¨®n es que, seg¨²n las mujeres secuestradas, se negaron a darles comida. "S¨®lo permit¨ªan alimentar a los beb¨¦s. Les daban un poco de leche en polvo, mezclada con agua y d¨¢tiles", cont¨® Zara. Cuando las madres suplicaron a los secuestradores que les permitieran dar algo m¨¢s a los beb¨¦s, ellos les espetaron: "Nuestras madres lloraron, ?ahora que lloren las vuestras!".
Otro testimonio relat¨® que una mujer trat¨® de huir de la escuela, pero cay¨® abatida por una r¨¢faga. Qued¨® tirada en el patio, gravemente herida. "A¨²n daba se?ales de vida, pero los terroristas no nos dejaban acercarnos para prestarle ayuda, ni tampoco la remataban", dijo otra liberada.
A la pesadilla de estar retenidos durante m¨¢s de 53 horas, se sumaron las condiciones extremas que se viv¨ªan en el edificio, donde la temperatura alcanz¨® los 30 grados, una temperatura dif¨ªcil de soportar para un ciudadano ruso, acostumbrado al fr¨ªo. Y ello a pesar de que los terroristas hab¨ªan obligado a algunos de los rehenes a romper los cristales de algunas ventanas, porque el aire estaba muy cargado. De ah¨ª que muchos de los ni?os se hubieran desvestido hasta quedarse en ropa interior.
La espera fue insoportable durante m¨¢s de dos d¨ªas. Hasta que sobre las 13.00 de ayer (las 11.00, hora peninsular espa?ola) los acontecimientos se precipitaron. "De repente hubo una explosi¨®n", relat¨® uno de los primeros ni?os que lograron escapar a la televisi¨®n rusa NTV. "Estaba con mi padre y mi madre, nos escondimos debajo de unas sillas. Yo me tumb¨¦, aterrorizado". A la primera explosi¨®n le sigui¨® una nube de humo. Una segunda provoc¨® la ca¨ªda de escombros por todas partes.
Como no pod¨ªan salir, optaron por romper las ventanas. "Vi a la gente correr en todas direcciones. Unos 200 o 300 salieron conmigo", continu¨®. Los secuestradores comenzaron a disparar a los rehenes que salieron huyendo. "Apuntaban a los que corr¨ªan desde el tejado", agreg¨®. Otro cr¨ªo, que relat¨® que la explosi¨®n lo arroj¨® por una ventana, asegur¨®: "Hab¨ªa muchos muertos. Muchos ni?os muertos".
Los peque?os que consegu¨ªan salir del recinto escolar avanzaban a duras penas, sostenidos por los adultos, y se precipitaban sobre las botellas de agua que les ofrec¨ªan. Los cad¨¢veres de seis ni?os, seg¨²n relat¨® Reuters, quedaron tendidos en el suelo, cubiertos con s¨¢banas blancas. Mujeres y hombres desfilaban por delante, las manos cubri¨¦ndose la boca, para tratar de reconocer los cuerpos. Levantaban apenas una punta de la tela y la volv¨ªan a dejar caer. Un hombre de unos 40 a?os, con un jersey marr¨®n, se arrodill¨® junto a uno de los cuerpos, llorando. El suyo fue uno de los primeros duelos del d¨ªa.
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