Un cierto tufo a Weimar
En su casa de Renania, en el oeste de Alemania, un periodista jubilado de un prestigioso diario alem¨¢n daba estos d¨ªas rienda suelta a su indignaci¨®n ante las manifestaciones de cada lunes en el este del pa¨ªs contra los recortes sociales del Gobierno de socialdem¨®cratas (SPD) y Los Verdes: "Poco a poco empiezo a pensar que no estar¨ªa mal volver a levantar de nuevo el muro y dejar a los Ossis encerrados dentro". En Leipzig, al otro lado de lo que un d¨ªa fue la frontera entre las dos Alemanias, Petra Busch, una oficinista de 46 a?os que lleva dos y medio en el paro, es una de las varias decenas de miles de personas que los lunes salen a manifestarse contra los recortes sociales acordados por el Gobierno. Busch asegura a Spiegel Online: "La culpa del paro la tienen los grandes consorcios del Oeste. Ellos han destruido mucho aqu¨ª. Antes, todos ten¨ªamos trabajo. No conf¨ªo en ning¨²n pol¨ªtico, salvo en nuestro alcalde".
Un periodista del Oeste: "Poco a poco empiezo a pensar que no estar¨ªa mal volver a levantar de nuevo el muro y dejar a los 'ossis' encerrados dentro"
Un comentarista de 'Stern': "?Se repite la historia? ?De nuevo una democracia alemana a la que las gentes le vuelven la espalda en tiempos de crisis econ¨®mica?"
Petra Busch, de Leipzig: "La culpa del paro la tienen los grandes consorcios del Oeste. Han destruido mucho aqu¨ª. Antes, todos ten¨ªamos trabajo"
Estas dos declaraciones son paradigmas del clima pol¨ªtico reinante en Alemania. Se ha abierto de nuevo la herida entre el Este y el Oeste en un pa¨ªs que afronta un oto?o caliente de protesta social con varias elecciones regionales que amenazan convertirse en nuevas estaciones en el calvario del canciller federal socialdem¨®crata, Gerhard Schr?-der, y su partido, el SPD.
?ste es un terreno abonado para populismos y demagogos de toda laya. Se encuentra en marcha el parto de un partido a la izquierda del SPD, la Iniciativa Electoral por el Trabajo y la Justicia Social, fundado por sindicalistas de izquierda, disidentes de la socialdemocracia. Algunos analistas pol¨ªticos conceden a este partido un espacio electoral que pod¨ªa incluso rondar el 10% si encontrase los l¨ªderes adecuados. En medio de este panorama emerge la figura de Oskar Lafontaine, el ex presidente del SPD que dimiti¨® de su cargo y del Ministerio de Hacienda en la primavera de 1999. Desde entonces, Lafontaine se la tiene jurada a Schr?der, a quien en 1998 ayud¨® a llegar a la canciller¨ªa y acabar as¨ª con la era de Helmut Kohl.
Disidente, no m¨¢rtir
Lafontaine parece deseoso de dar una lecci¨®n a su antiguo aliado Schr?der, cuya dimisi¨®n exige por haber enga?ado al electorado con sus planes de reforma social, la llamada Agenda 2010. No se pronuncia de forma abierta Lafontaine sobre un posible liderazgo del nuevo partido de izquierda y deja abierta esa opci¨®n. M¨¢s de un socialdem¨®crata exige que se le expulse ya del SPD, pero los dirigentes del partido prefieren evitar convertirlo en un m¨¢rtir y esperan a que sea ¨¦l mismo quien se vaya.
No faltan los que entrev¨¦n en todo este proceso un tufo evocador de los d¨ªas de inestabilidad pol¨ªtica de la Rep¨²blica de Weimar. El comentarista de la revista Stern Hans-Ulrich J?rges se pregunta en su columna titulada Weimar brilla: "?Se repite la historia? ?De nuevo una democracia alemana a la que las gentes le vuelven la espalda en tiempos de crisis econ¨®mica y dura pol¨ªtica de ahorro y cuyo sistema de partidos se destruye desde la izquierda y la derecha?". Berl¨ªn no es Weimar, pero la chispa de la protesta parece haber prendido en el Este de Alemania. El semanario Der Spiegel lo resume con precisi¨®n: "Se trata de una mezcla de esperanzas decepcionadas, nostalgia de un Estado fuerte, miedo a la ca¨ªda social y el sentimiento de que a los alemanes del Este se les trata como ciudadanos de segunda clase. ?ste es el combustible de la protesta, y esto la hace cada vez m¨¢s imprevisible". En la manifestaci¨®n del pasado lunes en Leipzig, que encabez¨® Lafontaine en su primer mitin p¨²blico desde su salida del Gobierno hace ya m¨¢s de cinco a?os, se junt¨® un variopinto conglomerado pol¨ªtico: militantes poscomunistas y grupos ¨¢cratas, seguidores de los antiglobalizadores de Attac y sindicalistas de izquierda, alg¨²n que otro ultraderechista aislado y hasta un grupito de una secta pol¨ªtica de origen estadounidense que fundaron un oscuro personaje llamado La Rouche y su esposa alemana, Helga Zepp. Unos 30.000 marcharon y gritaron contra el llamado Hartz IV, el palabro que resume la reforma del seguro de paro y que ha sido bautizado con el apellido de su autor, Peter Hartz, el jefe de personal del consorcio automovil¨ªstico Volkswagen.
El Hartz IV prev¨¦ reducir a un a?o la prestaci¨®n por paro a los menores de 55 a?os y a?o y medio a los mayores. A partir de ese l¨ªmite, los parados se consideran de larga duraci¨®n y el desempleo se equipara a la asistencia social. Tambi¨¦n se les obliga a aceptar cualquier tipo de trabajo, incluso por debajo de los salarios acordados en convenios, y sin importar la formaci¨®n profesional. Flota en el ambiente el fantasma del ingeniero obligado a barrer calles o de los llamados trabajos de un euro por hora. El Gobierno se esfuerza por explicar el verdadero alcance de la reforma, quitar miedos y asegurar que al final, cuando las medidas surtan efecto, bajar¨¢ el paro.
En el Este, donde la media del desempleo alcanza el 18,5%, frente al 8,5% del Oeste, y donde el n¨²mero de parados cr¨®nicos y sin perspectiva de encontrar trabajo es tambi¨¦n mucho mayor, no se creen la reforma de Schr?der y se sienten estafados. Fueron los votos del Este de Alemania los que en septiembre de 2002 dieron a Schr?der y al SPD la m¨ªnima victoria sobre la democracia cristiana.
Abucheos y cortes de manga
Frente a las quejas de los alemanes del Este, los del Oeste, los wessis, les reprochan las transferencias de fondos que a?o tras a?o van del Oeste al Este, m¨¢s de 80.000 millones de euros, un 4% del producto interior bruto (PIB) alem¨¢n. Hasta 2019, los alemanes tendr¨¢n que pagar un suplemento al impuesto sobre la renta, el complemento de solidaridad, destinado a financiar una reconstrucci¨®n del Este de Alemania que no acaba de producirse. Hace unos d¨ªas, el canciller Schr?der fue recibido con abucheos, cortes de manga, y hasta el lanzamiento de huevos y una piedra en Wittenberge, un pueblo de Brandeburgo adonde acudi¨® a inaugurar una estaci¨®n de tren que cost¨® 76 millones de euros. Wittenberge puede considerarse ejemplo de muchas zonas deprimidas del Este. Los habitantes desde la reunificaci¨®n cayeron de 30.000 a 21.000, y a pesar de ello, el paro se mueve en torno al 20%.
?ste es el caldo de cultivo que anima la protesta en el Este de Alemania, donde la poblaci¨®n vivi¨® hasta la ca¨ªda del muro bajo una especie de contrato social basado en un impl¨ªcito: "Os quitamos todas las libertades, pero os libramos de todas las preocupaciones existenciales y os garantizamos la seguridad desde la cuna hasta el ata¨²d". A los alemanes del Este, Kohl les prometi¨® "paisajes floridos". Ahora se encuentran con la realidad del paro y la falta de perspectiva en un mundo hostil. Por eso crece la desconfianza en el funcionamiento de la democracia en Alemania y se advierte incluso una cierta nostalgia, la nostalgia de los d¨ªas del socialismo, que "no era tan malo". El tiempo parece haber borrado de la memoria colectiva lo peor de la dictadura prusiano-estalinista que levant¨® el muro y las alambradas y encerr¨® en un pa¨ªs-c¨¢rcel a 17 millones de habitantes.
El veterano periodista conservador Herbert Kremp resume en un art¨ªculo en el diario Die Welt la situaci¨®n: "Ning¨²n muro divide ahora Alemania, sino las diferencias de mentalidad que, bajo las circunstancias vigentes, amenazan con profundizarse". Los planes de recortes sociales, aprobados por el Gobierno y corroborados por la oposici¨®n, se consideran condici¨®n indispensable para salvar de la quiebra la seguridad social alemana y el futuro de las generaciones que ahora sostienen el sistema con sus cotizaciones y dentro de 20 a?os tendr¨¢n que vivir de ella.
Un tajo al Estado de bienestar
CON UNA ECONOM?A que lleva tres a?os estancada, en la cola del crecimiento de la Uni¨®n Europea; con una cifra de parados que oscila en los 4,5 millones, que no pagan impuestos ni seguros sociales y viven del seguro de paro; con unos costes laborales entre los m¨¢s altos del mundo y las jornadas laborales m¨¢s bajas; con una media de edad de jubilaci¨®n en torno a los 60 a?os y expectativas de vida de casi 80, la seguridad social alemana resulta imposible de financiar. La ca¨ªda de ingresos fiscales y el aumento del gasto por el paro han colocado a Alemania entre los pa¨ªses que incumplen los criterios de convergencia. Este a?o, y van ya tres, el d¨¦ficit p¨²blico de Alemania rebasar¨¢ el l¨ªmite permitido del 3% del producto interior bruto (PIB). El alumno modelo, la otrora locomotora de la econom¨ªa europea, est¨¢ ahora amenazado con recibir una tarjeta amarilla de Bruselas por incumplir con el d¨¦ficit y el endeudamiento p¨²blico.
Por todo esto, el Gobierno de centro-izquierda se ha visto obligado a bailar con la m¨¢s fea y dar un tajo al Estado del bienestar alem¨¢n. Se trata de evitar que los llamados costes no salariales suban por las nubes y acaben con la competitividad de Alemania en una econom¨ªa cada d¨ªa m¨¢s globalizada. Al mismo tiempo, Gobierno y oposici¨®n coinciden en que resulta insostenible mantener el nivel de prestaciones alcanzado en los a?os de bonanza econ¨®mica en Alemania. En una reuni¨®n con periodistas extranjeros en Berl¨ªn, el secretario general de la Democracia Cristiana (CDU), Laurenz Meyer, justifica el apoyo de su partido a las reformas que ha puesto en marcha el Gobierno: "No puede ser que una familia de cuatro hijos que vive de la asistencia social reciba 2.400 euros al mes sin hacer nada. El salario que el padre ganar¨ªa como alba?il ser¨ªa de unos 2.600 euros, y por esa diferencia no va a ir a trabajar. Con un poco de trabajo en negro gana m¨¢s sin trabajar. Hay que reformar el sistema de forma que ir a trabajar compense m¨¢s que quedarse en casa y vivir de la asistencia social".
La necesidad de los recortes sociales parece evidente, pero los afectados no parecen dispuestos a aceptarlo. La respuesta del Este son las protestas de los lunes, y el pr¨®ximo domingo 19 est¨¢n convocados los electores a las urnas en los Estados federados de Sajonia y Brandeburgo. Seg¨²n todas las previsiones demosc¨®picas, Schr?der y el SPD pagar¨¢n caro su intento de llevar adelante las reformas.
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