De un deshollinador
La ciudad m¨¢s verde de Europa. Esta observaci¨®n la hac¨ªan dos colegas m¨ªos alemanes en su primera visita a Madrid y ante mi sorpresa. Los dos se mostraban muy de acuerdo, y se ratificaban el uno al otro con ostensibles gestos afirmativos. Deb¨ªan saber lo que dec¨ªan, pues llevaban m¨¢s de veinte a?os pate¨¢ndose Europa entera por motivos de trabajo.
Yo pens¨¦ que trataban de ser amables haciendo un cumplido a la ciudad del anfitri¨®n, mi ciudad, porque yo tambi¨¦n he viajado y he estado por Europa en unos parques espl¨¦ndidos y, con lo que llueve, les sale verde hasta en los p¨¢rpados. Pero no. No se refer¨ªan a los parques de Madrid, hablaban de las calles.
Tampoco era un cumplido, siendo inspectores de su actividad, y alemanes, consideran los cumplidos un acto vergonzoso de prevaricaci¨®n. Era la evaluaci¨®n exacta, una conclusi¨®n anal¨ªtica derivada de haberse pateado, esta vez literalmente, el Foro.
Inmediatamente supe que era verdad lo que dec¨ªan, porque se me llen¨® la cabeza de im¨¢genes de pueblos y ciudades abrasadas sus calles por el sol, sin un alma, sin el refugio de una sombra. Todo el mundo en sus horneadas casas esperando el fresco del atardecer para sacar una silla a la puerta. Im¨¢genes de urbanizaciones o barrios nuevos con arbolitos muy peque?os que, en el mejor de los casos, tardar¨¢n 20 o 30 a?os en ofrecer una sombra decente, pero que lo habitual es que se sequen porque ni Dios se ocupa de ellos, y los vecinos deber¨¢n esperar otros 20 a?os a que alguien apruebe un presupuesto astron¨®mico para sustituir esos arbolitos secos por otros que sufrir¨¢n la misma suerte.
En estas cavilaciones andaba yo mientras comentaban entusiasmados estos alemanes que, en casi todas las calles, se pod¨ªa pasear en pleno agosto, sentarse tranquilamente en un banco y disfrutar viendo pasar a la gente.
Y eso es todo lo que hicieron, cuando no trabajaban, mientras dur¨® su estancia en Madrid: estar en la calle. Ni monumentos, ni museos ni pu?etas. No valoras lo que no tienes hasta que lo hallas, e imagino que estos amigos alemanes, G¨¹nther y Hans, se llevaron una idea muy clara sobre c¨®mo deben de ser las calles, y estoy seguro de que ya hay algunos arbolitos creciendo r¨¢pidamente en algunas calles de por all¨ª.
Nosotros estamos tan acostumbrados a ellos que no los vemos. Imag¨ªnense las calles de su barrio sin ¨¢rboles, peladas. ?No son una mierda? Pues van a fastidiar nuestros barrios para que cuatro empresas de amiguetes se repartan, como m¨ªnimo, 200.000 millones de pesetas (terminar¨¢ siendo el doble, o m¨¢s) que, adem¨¢s, van a salir de nuestros bolsillos. ?No hay cosas m¨¢s urgentes que hacer con ese dineral? Y por esa cantidad ?no se puede exigir que respeten los ¨¢rboles y la calidad de vida de los ciudadanos? ?De qu¨¦ me sirve una zona forestal en la Casa de Campo si vivo en Legazpi, Princesa, Lavapi¨¦s, Callao, Ventura Rodr¨ªguez, Palos de la Frontera, Usera, Vic¨¢lvaro...?
Porque de eso tratan "las medidas compensatorias que prev¨¦ la Ordenanza de Medio Ambiente": por cada ¨¢rbol adulto que el Ayuntamiento quita en todo Madrid, el Ayuntamiento paga equis arbolitos de un vivero que est¨¢ en la Casa de Campo, para que el Ayuntamiento los plante donde estime conveniente, incluso en sustituci¨®n de los ¨¢rboles adultos que quitaron. Se puede comprobar en los cuarteles de Daoiz y Velarde; se talaron 160 acacias sanas de m¨¢s de cincuenta a?os y se sustituyeron por otras de vivero.
Soy deshollinador. Observo Madrid desde las alturas al atardecer, en invierno y verano; con lluvias, tormentas, nevando, con viento... y es cierto que es ese verde amable, entre tanto ladrillo, lo que la hace deliciosamente diferente. La ciudad m¨¢s verde de Europa. Deber¨ªamos estar orgullosos de nuestros ¨¢rboles y protegerlos, porque vamos a echarlos de menos.
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