Montaje
Pese a que mi amigo Pablo del Amo muri¨® en Madrid un d¨ªa desolado de agosto, cuando regrese de vacaciones le voy a llamar por tel¨¦fono. Una vez m¨¢s oir¨¦ su voz met¨®dica en el contestador diciendo que le deje mi mensaje. Tratar¨¦ de imaginar que ha salido un momento a comprar el peri¨®dico y le pedir¨¦ que pase a recogerme a las once y media de la ma?ana, como ha hecho siempre todos los domingos. A esa hora exacta sonar¨¢ el timbre de casa y al abrir la puerta del jard¨ªn encontrar¨¦ en la calle a Pablo muy acicalado, la raya del pantal¨®n planchada, el polo con el cocodrilo en la tetilla , los zapatos relucientes, sonriendo al pie de su coche. Nos daremos un abrazo y de camino hacia alguna exposici¨®n de pintura todav¨ªa sin decidir, primero me preguntar¨¢ si le he tra¨ªdo la gorra azul de marinero que me pidi¨® y luego querr¨¢ saber qu¨¦ tal me ha ido en el verano. Estuve en Siracusa y all¨ª me enter¨¦ de que hab¨ªas muerto sin avisarme. Morir bajo la luz fiera de agosto en un Madrid deshabitado es morir dos veces, pero no por eso me dej¨¦ vencer. Precisamente aquel d¨ªa, aun sabiendo que ya no eras m¨¢s que ceniza, te compr¨¦ en Sicilia esta gorra de marinero y en un colmado muy escogido de la isla L¨ªpari, en el mar Tirreno, tambi¨¦n adquir¨ª unos tomates secados al sol para ti. Vamos ahora, si te parece, al museo del Prado a contemplar juntos de nuevo la armon¨ªa de Vel¨¢zquez, el fuego negro de Goya, el oro de la carne femenina pintado por Tiziano. Esta vez ser¨¢s t¨² quien me explique en qu¨¦ punto esencial de la materia la luz se convierte en una forma, porque ahora ya habitas la nada que guarda todos los secretos del arte. A tu lado por las distintas salas aprender¨¦ esta lecci¨®n reflejada en tus ojos muertos donde arden todos los colores. Dime si aquellas pinceladas amarillas del Greco que parec¨ªan llamas, amigo Pablo, ahora son estas hojas de oto?o bajo cuya luz dorada vamos a tomar el aperitivo. Camarero, para m¨ª un campari. Para ¨¦l, una cerveza sin alcohol. Recuerdo cuando sub¨ªas a Villa Valeria y le¨ªas a la sombra de los pinos el ¨²ltimo n¨²mero de Cahiers du Cinema y contabas tus haza?as de ni?o refugiado en una cala del Mediterr¨¢neo durante la guerra y ya no hablabas de tus a?os de preso pol¨ªtico en la c¨¢rcel del Dueso sino de tus peleas diarias con la moviola de cine y al final del desencanto s¨®lo deseabas gozar de unos alimentos sencillos con cuatro amigos. Este es un domingo de septiembre muy melanc¨®lico. A mi lado en la terraza del bar hay una silla vac¨ªa. Sobre ella he colocado una gorra azul de marinero.
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