Laura Betti
Eso debe ser septiembre: las cosas ya pueden ocurrir porque hay narradores preparados para contarlas a cualquier hora y en cualquier parte. No s¨¦ si esta guardia permanente y presurosa merece tanta celebraci¨®n. En agosto, la vida de un pensamiento llega a ser tan larga como la de una mosca y puede acompa?arnos todo un d¨ªa, de forma que a la noche le hemos dado ya tantas vueltas que hasta hemos podido ver las virtudes de su contrario. En septiembre todo toca a menos tiempo, y como nada puede escapar sin una explicaci¨®n clara y distinta, las cosas un poco complicadas quedan fuera del relato o, lo que es peor, se simplifican para que encajen en alguna parte.
Las desapariciones llevan las de perder en esa econom¨ªa urgente, y que una desaparici¨®n pase desapercibida es una redundancia demasiado cruel. Laura Betti muri¨® el 31 de julio, de forma que hemos tenido todo el mes de agosto para despedirla sin prisas. En abril de 1971, la edici¨®n italiana de Vogue publicaba una necrolog¨ªa de Laura Betti escrita por Pier Paolo Pasolini. Pasolini escribi¨® lo que ¨¦l cre¨ªa que dir¨ªa alguien de la Betti si ella muriera en 2001, y por eso empezaba imaginando ese d¨ªa de treinta a?os m¨¢s tarde: "Donde antes estaba todo, el orden burgu¨¦s y sus contestatarios oficiales, estuvo luego el caos; ca¨ªdo el caos, ha quedado el vac¨ªo, y los que estaban dentro haciendo la bufonada de la protesta, se han encontrado como en una habitaci¨®n de la que repentinamente han desaparecido las paredes". Era un profeta terrible.
Tambi¨¦n Laura Betti era terrible, en todos los sentidos. Fue personaje esencial de la vida cultural de una Italia que empieza a resultar peligrosamente lejana incluso para los propios italianos. Hizo teatro y cabaret; estuvo en La dolce vita de Fellini, en Novecento de Bertolucci, y en casi todo Pasolini. Desde la muerte del poeta, dirigi¨® el Fondo Pier Paolo Pasolini de Roma (ahora est¨¢ en Bolonia) y all¨ª ten¨ªa su despacho, desde el que dirig¨ªa una batalla a muerte por la memoria y la poes¨ªa. En Granada, en el Palacio de la Madraza, ley¨® poemas de Pasolini sin omitir un solo registro: la ira, la piedad, la iron¨ªa, el desprecio, el miedo, el amor, y todos usados con asombrosa exactitud. Sobre su naturaleza enferma se alzaba la fuerza de quien parec¨ªa estar hecha de una sola pieza (inarticulada como un f¨®sil, dijo su amigo).
El d¨ªa de la Befana (6 de enero), los invitados en su casa de Roma pon¨ªan en el ¨¢rbol de Navidad un regalo consistente en el objeto m¨¢s detestado por cada uno, bien empaquetado y an¨®nimo; y eso era lo que se sorteaba. As¨ª, cosas que estaban condenadas cambiaban su signo y la historia, en otras manos, se reciclaba. Cuenta una amiga que uno de los ¨²ltimos a?os Laura Betti puso al pie del ¨¢rbol verdaderos tesoros: sus maravillosas m¨¢scaras antiguas, telas de la India, zapatos estilo a?os 40.
Su ¨²ltima gran tarea fue el documental m¨¢s completo que existe sobre Pasolini: Pier Paolo Pasolini, las razones de un sue?o, realizado en 2001 bajo su direcci¨®n. ?Habr¨¢ tiempo en Canal Sur para un recuerdo como ese? M¨¢s vale que s¨ª. El olvido no es menos doloroso, ni m¨¢s barato, que el recuerdo y la memoria.
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