Olor a muerte en las aulas
Las autoridades rusas abren al p¨²blico la escuela N¨²mero Unode Besl¨¢n, escenario de la matanza de los rehenes secuestrados
La escuela N¨²mero Uno de Besl¨¢n estaba ayer abierta al p¨²blico. Los cordones policiales, los carros blindados, la gr¨²a y los refrigeradores de cad¨¢veres hab¨ªan desaparecido. La entrada era libre desde por la ma?ana y, poco a poco, la gente iba acudiendo cada vez con m¨¢s afluencia, como si fuera a una exposici¨®n o a un museo. Sin embargo, los horrores de lo que hab¨ªa sucedido ah¨ª dentro estaban demasiado vivos como para ser parte del pasado. Las autoridades rusas ya han anunciado que la escuela ser¨¢ reconstruida en otro lugar.
En la sala de deportes, donde estuvieron concentrados la mayor¨ªa de los rehenes, el techo se hab¨ªa convertido en unas cuantas vigas carbonizadas, a trav¨¦s de las cuales se ve¨ªa el cielo. Las palas excavadoras hab¨ªan allanado el piso, pero no lo suficiente como para que desaparecieran todos los objetos que recordaban la tragedia. En el amasijo gris, donde el factor dominante era la ceniza, se perfilaban objetos variopintos: un zapato rosa, un zapato azul, n¨²meros infantiles, desparejados, libros y cuadernos, cintas para el cabello, ropa interior, calcetines...
En el aula n¨²mero 15, donde se impart¨ªa literatura rusa, fueron fusilados los adultos
En el espacio que fue el pasillo desde la sala de deportes al edificio central de la escuela, se ve¨ªan restos de sangre y se notaba el olor acre de la muerte. Era un olor que se repet¨ªa en varios lugares a lo largo del trayecto, un olor inconfundible que pod¨ªa sentirse por ejemplo en el aula n¨²mero 15, que fue la clase de literatura rusa, situada en el segundo piso. All¨ª fueron fusilados los adultos, que despu¨¦s fueron lanzados por la ventana al jard¨ªn delantero del edificio. En la pared del aula n¨²mero 15 hay impactos de bala y de mortero y una frase del poeta Mayakovski: "Yo amar¨ªa la lengua rusa tan s¨®lo porque Lenin la hablaba".
Sobre un armario del aula n¨²mero 15 hab¨ªa textos de escritores rusos como Ana Ajm¨¢tova. Y en otro muro, textos y fotos de Bor¨ªs Pasternak. Tambi¨¦n en las ruinas que hab¨ªan sido la clase de primaria se respiraba el mismo olor. Ah¨ª, a la vista de todos, situada sobre lo que parec¨ªa ser un tocadiscos, estaba un trozo del cuero cabelludo de alguien, tal vez una suicida, con un mech¨®n de cabello rubio, y un trozo de mand¨ªbula. Muy cerca, la chaqueta azul de un uniforme infantil. Por todo, casquillos de bala, libros, manuales de distintas asignaturas por estrenar y cuadernos dispersos, e incluso varias botellas de vodka de marca local. La principal industria de Besl¨¢n es la producci¨®n de licores.
En aquel caos, lo que resultaba especialmente brutal no eran las huellas del horror en s¨ª mismas, sino el contraste entre ¨¦stas y las se?as de identidad de un mundo escolar que es sin¨®nimo de civilizaci¨®n. Desde las paredes, contemplando la destrucci¨®n, colgaban los retratos de f¨ªsicos como Newton, Einstein o Mendeleiev, escritores como Pushkin, Dostoievski o Tolstoi. Colgaban tambi¨¦n la tabla de los elementos peri¨®dicos, las f¨®rmulas del seno y el coseno, de los diferenciales, de las ra¨ªces cuadradas, el abecedario, las primeras palabras para aprender a leer. Era eso lo que daba al drama una dimensi¨®n universal, lo que hac¨ªa que la escuela N¨²mero Uno de Besl¨¢n pudiera ser tambi¨¦n nuestra escuela.
En varias ventanas, los secuestradores hab¨ªan construido barricadas a base de libros de lengua y literatura, de ingl¨¦s y de historia. "Este es un buen libro para estudiar la historia del C¨¢ucaso", afirmaba Joshbi, mi acompa?ante, apuntando con pena hacia uno de los tomos.
Las maestras menos afectadas por la desgracia se paseaban ayer entre las ruinas recogiendo aquello que pod¨ªa serles ¨²til todav¨ªa. Tatiana Abdul¨¢ieva se salv¨® del secuestro por llegar tarde a la fiesta de principio de curso. Ayer, se?alaba llorando hacia su aula de historia, un agujero lleno de escombros. Sobre una camilla que hab¨ªa servido para transportar cad¨¢veres y heridos, las maestras iban recogiendo libros.
Poco a poco, la gente fue depositando flores en la sala de deportes. Incluso hab¨ªa un ni?o atrevido que volvi¨® al lugar de los hechos. Aza¨¢s Bik¨®iev, de 11 a?os, que estuvo entre los secuestrados, ense?aba a los periodistas d¨®nde se sent¨® y por d¨®nde salt¨®. "Los secuestradores nos dec¨ªan que nunca ver¨ªamos a unos guerrilleros tan buenos como ellos, que incluso nos llevaban al lavabo y nos daban de beber", afirmaba.
Ayer fue d¨ªa de funerales en Besl¨¢n. En la peque?a iglesia ortodoxa de la ciudad, el padre Antonio, comparaba a los secuestradores con los emisarios de Herodes encargados de matar a todos los reci¨¦n nacidos de Israel. "No hay perd¨®n para ellos ni en la tierra ni en el cielo", dec¨ªa el cura ante unos feligreses llorosos. En Besl¨¢n hay otras comunidades religiosas, como protestantes y musulmanes, pero ¨¦stos ¨²ltimos no tienen una mezquita donde rezar, ya que hace pocos a?os se pararon las obras de reconstrucci¨®n de la vieja mezquita presovi¨¦tica. "Creemos que se interrumpieron para no fomentar la fe musulmana aqu¨ª", se?al¨® un vecino, seg¨²n el cual los osetios no tienen una fuerte fe religiosa y se encuentran hermanados por sus tradiciones paganas. Una de estas tradiciones es que en los d¨ªas de desgracia, como ayer, se pongan dos pasteles a la mesa y en los d¨ªas de fiesta, tres.
Los funerales son tantos que Besl¨¢n ha tenido que habilitar un nuevo cementerio en un descampado. Ah¨ª eran enterrados los primeros muertos, mientras la ciudad entera estaba de luto y en la calle los cortejos p¨²blicos produc¨ªan atascos nunca vistos en esta localidad de 35.000 habitantes. Por doquier, puertas abiertas y velatorios. Algunos descubr¨ªan tan solo ayer que se hab¨ªan quedado sin sus seres m¨¢s pr¨®ximos. Por ejemplo Bor¨ªs Archinov, que perdi¨® a su mujer y a su hijo Ashar. "Fue su primer d¨ªa de clase y tambi¨¦n el ¨²ltimo", dijo Joshbi, despu¨¦s de abrazar a su vecino, que lloraba como un ni?o bajo su enorme gorra de plato cauc¨¢sica.
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