La teleceguera
Cualquier punto de Espa?a dispone hoy de dos eficaces recursos para aparecer en los telediarios. O bien que el pol¨ªtico relevante pronuncie alguna declaraci¨®n intempestiva en ese lugar o bien que la localidad padezca alguna sevicia, cuanto m¨¢s grave mejor. Fuera de estas dos opciones, la informaci¨®n sobre numerosas ¨¢reas geogr¨¢ficas y tem¨¢ticas tiende a cero. Tiende de tal manera a cero, que si alguien desea, bas¨¢ndose en el telediario, formarse un juicio cabal sobre esta naci¨®n saldr¨¢ escaldado.
Porque no se trata tan s¨®lo de que las emisiones se atasquen sobre un obsesivo suceso pol¨ªtico (la comisi¨®n, la comisi¨®n, la comisi¨®n) o la damnificaci¨®n (la violencia dom¨¦stica masculina, el incendio provocado, el accidente de tr¨¢fico) sino que, como principio fundamental, la circunstancia del pa¨ªs no interesa al oficio imperante bajo otras formas distintas.
En Francia, la TF1, una cadena privada, se sirve en sus telediarios de un mapa para ir conectando con una provincia u otra dando cuenta de que se atiende a la totalidad del pa¨ªs y a trav¨¦s de noticias de todo tipo. Es decir, no sale esa poblaci¨®n por raz¨®n de encontrarse en esos momentos huyendo del fuego o el temporal, sino porque acaso en la localidad hay un ensayo social desconocido, ha mejorado o empeorado el urbanismo, se construye un edificio de alto inter¨¦s o de alta corrupci¨®n, aparece una iniciativa educacional, se ha creado un entorno tecnol¨®gico innovador o discriminador, se ensaya una mejora democr¨¢tica municipal, se cambian los modos de trabajo en los grandes almacenes, aparece una tendencia en la moda, un invento, un movimiento vecinal o una organizaci¨®n m¨¢s o menos ef¨ªmera que indica cambios en la sociedad civil.
De esa manera, cuando se siguen las ediciones diarias durante algunas semanas el espectador obtiene la sensaci¨®n de comunicarse con su pa¨ªs, cambiante y plural, como corresponde, en efecto, a estar viviendo en nuestro tiempo. Aqu¨ª no s¨®lo los telediarios se han concentrado en la pol¨ªtica institucional, el deporte y el accidente, sino que incluso, dentro de cada apartado, alcanzan, por etapas, una monoman¨ªa casi imposible de parar. Con todo esto, en suma, gran parte del periodismo nacional parece orientado hacia un quehacer o sensacionalista u oficialista de manera que si excepcionalmente surge un elemento ajeno a esta clasificaci¨®n no se detecta o se ventila enseguida. ?Pereza? ?Condicionamientos? ?P¨¦rdida de afici¨®n?
Cuando TVE se ha estado anunciando este verano utilizando el lema "Otra televisi¨®n es posible", es posible que se hubieran dado sobrada cuenta ya de lo que ocurre. Lo que ocurre es, sobre todo, que el espectador est¨¢ pasando y ser¨¢ dif¨ªcil hacer que vuelva a recuperar el inter¨¦s por el pa¨ªs. Inexplicablemente, cuando Espa?a ha cambiado en los ¨²ltimos diez a?os tanto como para mudar su paisaje urbano, industrial y rural como no se ha conocido en varias d¨¦cadas, la televisi¨®n (entre otros medios) apenas constata sus razones y consecuencias; continua en sus telediarios con las consignas del Espect¨¢culo la Transici¨®n, madre de todas las batallas. Madraza Transici¨®n que se usa todav¨ªa para explicar el pa¨ªs como si su condici¨®n se nutriera sustancialmente de la rancia o antigua pol¨ªtica y no hubiera otros aportes en su alimentaci¨®n.
Otra televisi¨®n posible no significa ni siquiera mayor imaginaci¨®n, tan s¨®lo m¨¢s visi¨®n. Aquella falsa broma de las redacciones que dec¨ªa cuando sonaba el tel¨¦fono: "No lo cojas que puede ser una noticia", est¨¢ acerc¨¢ndose a la verdad. Hay noticias acreditadas rutinariamente ante los medios (el siniestro, el discurso, el gol) y otras que, faltas de esta acreditaci¨®n, no entran en los programas. Como consecuencia, se ha gestado una brillante paradoja: lo central es lo menos y lo marginal es todo lo de m¨¢s. O bien: se enfocan hasta la saturaci¨®n unos pocos asuntos -en parte ya mostrencos- mientras se deja a oscuras la aventura f¨ªsica y moral de la vida c¨ªvica, sus contradicciones o su transformaci¨®n. Pero no quedar¨¢, a buen seguro, este gran pecado nacional sin castigo. Por todo ello, la Historia, el aburrimiento, la necedad y la incultura nos carbonizar¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.