La broma del boicot
La percepci¨®n de que la izquierda abertzale se encuentra al margen de la realidad se afirma con el tiempo. Recientemente informaba la prensa de una nueva campa?a de boicot, difundida mediante panfletos, contra los productos de m¨¢s de cien empresas vascas "acusadas" de negarse a pagar el impuesto revolucionario.
Supongo que suficiente calvario supone para un empresario encontrarse cara a cara con el chantaje, la amenaza y la extorsi¨®n como para a?adir adem¨¢s la difusi¨®n p¨²blica de su nombre y de su presunto delito. La prensa, o al menos la que yo he le¨ªdo, ha sido piadosa a este respecto y no ha reproducido los nombres de esas compa?¨ªas, pero podr¨ªamos preguntarnos acerca del verdadero efecto de la campa?a y de la posici¨®n de irrealidad en la que viven los impulsores de la misma.
Un boicot, para que sea efectivo, supone la adhesi¨®n multitudinaria de toda una sociedad. Un boicot requiere que decenas de miles de consumidores unan sus fuerzas para ningunear, con ¨ªmpetu militante, los productos de una empresa. ETA y sus cada vez m¨¢s escasos siervos pueden jugar a este deporte, pero a cualquier observador imparcial el ejercicio s¨®lo puede mover a risa. El sector social que les apoya, con ser significativo, no deja de ser minoritario, y habr¨ªa que ver hasta qu¨¦ punto todos los abertzales de izquierda estar¨ªan dispuestos a participar en esta iniciativa y asumir la miseria moral de perjudicar a una empresa que se niega a financiar a una banda de asesinos.
Muy probablemente, el efecto conseguido sea el contrario, y ah¨ª se aprecia, como en ninguna otra parte, la certeza de que ETA y quienes a¨²n la apoyan viven en el Pa¨ªs de Nunca Jam¨¢s. Pong¨¢monos en el supuesto de que la generalidad de la poblaci¨®n conociera los nombres de las empresas que se han negado a humillarse ante esta gente. Puede que un pu?ado de individuos se encuentre dispuesto a secundar el est¨²pido boicot, pero ser¨ªan muchos m¨¢s, muchos miles m¨¢s, los que se sumar¨ªan a la acci¨®n contraria, a ejercer un an¨®nimo y modesto, pero efectivo, acto de solidaridad.
Hablamos de solidaridad con todas las consecuencias, pero incluso con todas las comodidades. La banda de fachungos juega con el miedo de la gente, pero es dif¨ªcil condicionar la elecci¨®n de las amas de casa en los supermercados, o espiar a todos los conductores que se acerquen a un concesionario. Si hay boicot, va a haber tambi¨¦n solidaridad, y la solidaridad va a venir completamente amparada por la evidencia de que ni siquiera ETA tiene ojos para examinar la conducta de m¨¢s de dos millones de personas en todas y cada una de sus acciones cotidianas.
Pensar que hoy d¨ªa ETA puede desencadenar un boicot y movilizar la voluntad de decenas de miles de consumidores es la en¨¦sima demostraci¨®n de que la banda es incapaz de medir sus propias fuerzas, y que todas sus decisiones vienen condicionadas por una absoluta imposibilidad de interpretar la realidad bajo criterios realistas.
Adem¨¢s: estos no se paran en barras. Nada de concentrarse en unos pocos impagados; no, no: m¨¢s de cien empresas sometidas al boicot de cuatro gatos, cuatro gatos cada vez m¨¢s sarnosos. Vamos, qu¨¦ miedo. Personalmente lamento no tener en el bolsillo una de esas aleccionadoras octavillas: facilitar¨ªa mucho la elecci¨®n de empresas de alimentaci¨®n, de bricolaje, de automoci¨®n; orientar¨ªa la reserva de mesa en restaurantes; ayudar¨ªa mucho a resolver los dilemas que uno tiene en el D¨ªa de la Madre, o en el cumplea?os de la abuela. Debemos confiar en que los bur¨®cratas de la banda se esfuercen un poco m¨¢s y elaboren de modo gratuito listas largu¨ªsimas, absolutamente exactas, fiables y exhaustivas, con el nombre de todas esas empresas que no les pagan, para que nosotros, de forma muy consecuente, s¨ª podamos gastar en ellas nuestro dinero. Ser¨ªa la primera vez que har¨ªan algo vagamente ¨²til.
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