La degradaci¨®n de la frontera
Desde fines del siglo XIX, el rinc¨®n conocido como Banys de la Merc¨¨, junto a la carretera de Francia, fue lugar de salud y esparcimiento para las gentes de Figueres y sus alrededores. Las aguas sulfurosas de los manantiales de la Virgen de la Merced, san Juan y san Rafael dieron pie a la construcci¨®n de un balneario que estuvo en servicio hasta los a?os sesenta del siglo XX. En los prados, junto al r¨ªo, a la sombra de los ¨¢rboles, las familias merendaban y los ni?os corr¨ªan. Hasta la construcci¨®n de la autopista, los benjamines del escultismo hac¨ªan las primeras excursiones y juegos al otro lado del modesto Llobregat d'Empord¨¤.
Con el turismo, se hab¨ªa ensanchado la carretera. El Estado construy¨® unas peque?as ¨¢reas de descanso con motivos hist¨®rico-monumentales.
El viejo balneario fue adquirido por los hoteleros Duran, con establecimientos en Figueres, Le Perthus y Barcelona. El Merc¨¨ Park devino el hotel de moda para todo tipo de celebraciones, especialmente bodas. Se restaur¨® la peque?a capilla aneja dedicada a la Virgen de la Merced y se arreglaron los jardines junto al r¨ªo. La empresa concesionaria de autopistas celebr¨® all¨ª su comida con la prensa en la inauguraci¨®n del tramo final Figueres-La Jonquera.
Hace ya algunos a?os del declive del hotel. Algunos m¨¢s que de la supresi¨®n de las aduanas internas de la Uni¨®n Europea, en 1997. Algunos menos que del abandono por el Estado de las ¨¢reas de descanso hist¨®rico-monumentales. El lugar conocido por Banys de la Merc¨¨ es ocupado hoy por un establecimiento de nombre vulgar, en franc¨¦s, y servicio internacional. No es la primera casa de prostituci¨®n de la carretera ni de la comarca. Figueres siempre tuvo un barrio dedicado a estos menesteres -al final de la calle de La Jonquera-, nutrido por la frontera y por la antigua guarnici¨®n militar del castillo de San Fernando.
La conversi¨®n en burdel del edificio de Banys de la Merc¨¨ ha causado malestar, como la profanaci¨®n de un espacio familiar, lleno de recuerdos entra?ables para mucha gente, aunque s¨®lo un grupo de p¨¢rrocos han levantado una voz de reproche y preocupaci¨®n.
Hace 10 a?os, cuando se anunci¨® la supresi¨®n de las aduanas interiores de la Uni¨®n Europea, cundi¨® el p¨¢nico en la frontera. Se acabar¨ªa un modus vivendi secular, ligado al control del paso de personas y mercanc¨ªas. No tardaron en surgir nuevas actividades, relacionadas con la atenci¨®n al transporte por carretera y el comercio transfronterizo.
?reas con gasolineras, supermercados, aparcamientos para camiones de gran tonelaje y todo tipo de servicios ocupan un extenso pol¨ªgono industrial a la entrada de La Jonquera, que ha cambiado la fisonom¨ªa de la A-2 (antigua Nacional II) y obliga a los turismos a circular con mucho cuidado. El burdel de Banys de la Merc¨¨ es la se?al de llegada a esa zona de frontera.
Los ¨²ltimos kil¨®metros se convierten en verano en una ca¨®tica zona comercial, con el tr¨¢fico colapsado y coches aparcados a ambos lados de la carretera durante todo el d¨ªa. Turistas y franceses de las poblaciones pr¨®ximas acuden a comprar productos alimenticios, bebidas alcoh¨®licas y otros en tiendas y almacenes alineados en la variante exterior de La Jonquera y en el centro de Le Perthus, donde la carretera sigue siendo la ¨²nica calle.
La frontera econ¨®mica del nivel de precios y salarios ha salvado la actividad en La Jonquera y Le Perthus, pero ha convertido la carretera en un inmenso y ca¨®tico bazar, del que ha desaparecido la presencia del Estado. Es dif¨ªcil ver a un solo polic¨ªa durante las dos o tres horas de cola que cuesta atravesar la frontera m¨¢s importante entre Espa?a y Francia. Los edificios y casetas vac¨ªos refuerzan una sensaci¨®n visual de abandono. El espect¨¢culo material y moral de esta degradaci¨®n recuerda el de las antiguas ciudades portuarias -Barcelona, sin ir m¨¢s lejos- hasta mediados del siglo XX, lugar de paso de todos los tr¨¢ficos. El Estado debe de seguir ah¨ª, pero no se le ve.
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