Herv¨¢s
Pas¨¦ la tarde del viernes en Herv¨¢s, al norte de Extremadura: una ciudad peque?a y acogedora que est¨¢ al fondo de unos montes tapizados de ¨¢rboles. Aparqu¨¦ el coche en una explanada, recorr¨ª una calle ancha y boscosa, y cuando llegu¨¦ al casco viejo le pregunt¨¦ a un vecino por el barrio jud¨ªo, que es uno de los m¨¢s c¨¦lebres de Espa?a. Y tal vez, de entre todos ellos, el m¨¢s apartado y rural.
Avanc¨¦ luego por aquella m¨¢gica trama urbana, tejida de memoria y de secretos. Cruc¨¦ m¨ªnimas plazas, vi muchas flores. Centenares de plantas adornaban los corredores de las casas y tambi¨¦n las calles de suelo de piedra. Hab¨ªa por all¨ª algunas mujeres de sosiego, charlando con las amigas o vendiendo tomates. Hab¨ªa muchas fuentes que manaban agua de la sierra; hab¨ªa talleres artesanos y me top¨¦ con un pasadizo donde una mujer me coment¨® que aquel era un buen lugar para hacer el amor. Otra mujer me indic¨® el lugar donde estuvo la sinagoga de Herv¨¢s. Y all¨ª cerca, en medio de la calle, como si estuviera encastrada en la historia de Israel, encontr¨¦ una gran piedra que tuve por sagrada. Poco despu¨¦s entr¨¦ en una tienda donde se exhib¨ªa, enmarcada, la copia de un viejo documento oficial donde constaban los nombres de las familias jud¨ªas de Herv¨¢s que fueron expulsadas de su casa, de su mundo, de su paz y de Espa?a por los Reyes Cat¨®licos. Le¨ª con emoci¨®n los apellidos de aquellas v¨ªctimas y me result¨® muy f¨¢cil sentir, tantos a?os despu¨¦s, la gravitaci¨®n de la infamia que alent¨® la limpieza de sangre. Imagin¨¦ el oscurantismo y el odio de la Inquisici¨®n, la crueldad de sus zafios agentes, y la rapi?a de los nobles cristianos que usurparon las casas y haciendas de aquellos jud¨ªos de Sefarad, cuya aura todav¨ªa pervive en aquel barrio de piedra y madera.
La tarde era c¨¢lida y magn¨ªfica. Ideal para sentir, una vez m¨¢s, que la tolerancia, el mestizaje, la igualdad, el respeto, la cultura, el esfuerzo y la libertad nos construyen. Y que nada hay m¨¢s peligroso para la salud de los pueblos que la pureza. Entre otras razones, porque no existe.
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