La ciudad de las personas
"La globalizaci¨®n en un proceso de aceleraci¨®n del tiempo y contracci¨®n del espacio". Esta reflexi¨®n hac¨ªa Josep Ramoneda en un seminario del F¨®rum de Barcelona entre los d¨ªas 9 y 11 de septiembre. Y quienes le escuch¨¢bamos pens¨¢bamos que s¨ª, que los tiempos cambian que es una barbaridad.
De este proceso de globalizaci¨®n se derivan innumerables cambios que afectan claramente a la composici¨®n y la forma, al color e incluso a la textura de las sociedades humanas en esta nueva era y sus primeros pasos. Parece que por fin, empiezan a dejar de "estar de moda" (quiz¨¢ ya lo est¨¦n desde hace m¨¢s tiempo del que parece) las sociedades que, en otro tiempo, podemos decir que fueron relativamente homog¨¦neas.
Que ciudad y pueblo pueden coexistir, que nadie tiene razones como para negarle al otro la libertad de elegir
Hoy, todos coincidimos en que estamos inaugurando cap¨ªtulos nuevos en la memoria del hombre. De las posibilidades que ahora encuentra el ser humano en el eje espacio-tiempo se derivan nuevos c¨®digos de comportamiento cultural, nuevas formas de expresi¨®n y comunicaci¨®n, relaciones transfronterizas que nos hacen viajar por una dimensi¨®n num¨¦rica y digital que nos conecta de una forma inmediata con personas de otras realidades, culturas y formas de interpretar el mundo.
De estas relaciones extraemos aportaciones para nuestra identidad, nos conformamos como individuos y vamos, paso a paso, ampliando los l¨ªmites de la definici¨®n identitaria con la que sentimos la vida y nos situamos en el mundo. La identidad ya no la conforma en solitario el lugar donde nacemos, la lengua materna y la forma cultural en la que nos inicia el nacimiento.
Podemos llegar a compartir m¨¢s cosas con alguien que vive en el otro lado del mundo f¨ªsico que con nuestro vecino m¨¢s pr¨®ximo, podemos comunicarnos m¨¢s veces en un d¨ªa con alguien que est¨¦ en Nueva York que con alguien que viva en nuestra misma calle. En el tiempo que tard¨¢bamos de Deusto a Bego?a para visitar a un amigo, podemos haber compartido una larga conversaci¨®n o haber intercambiado documentos con ese otro amigo nuestro que vive en Nueva York. Podemos "estar con ¨¦l" a trav¨¦s de esta nueva dimensi¨®n que nace.
De esto se derivan procesos de identificaci¨®n y de interculturalidad. Nuevas formas de relaci¨®n humana que est¨¢n rompiendo con m¨¢s contundencia que nunca las fronteras pol¨ªticas que el hombre ha inventado. La composici¨®n social y su modelo de planificaci¨®n est¨¢n, a ritmos vertiginosos, transform¨¢ndose en "otra cosa".
En paralelo, se est¨¢n derivando multitud de cambios en la dimensi¨®n f¨ªsica en la que se sit¨²a el hombre en el mundo. El abaratamiento de los transportes y una cada vez mayor accesibilidad a ellos, adem¨¢s de las nuevas facilidades de tr¨¢nsito, digamos "pol¨ªtico", de los individuos en algunas zonas del mundo, sumado al fen¨®meno de la inmigraci¨®n, est¨¢n introduciendo en el ser humano nuevos procesos de enculturaci¨®n acelerada que nos constituyen como seres m¨¢s enriquecidos identitariamente que en siglos pasados. Es "el argumento del viaje", que mezcla a las sociedades y, poco a poco, las va haciendo cada vez m¨¢s heterog¨¦neas.
Se va componiendo as¨ª una nueva forma de ciudad. Una ciudad para la que algunos, anhelamos un car¨¢cter global; que cuaje en la mayor cantidad de zonas del mundo en un proceso ut¨®pico de globalizaci¨®n de las relaciones humanas y la ciudadan¨ªa desde el respeto y el fomento de la diversidad cultural, la tendencia a la cohesi¨®n social y la insistencia en el aprendizaje mutuo como instrumento contra la homogeneidad. Una ciudad global con un marco ut¨®pico completado con otro anhelo, el de la democracia de los ciudadanos.
Aprender as¨ª a elegir el camino correcto entre esta nostalgia de "la primera ma?ana del mundo" y esa utop¨ªa donde se puede pensar m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites del tiempo. Atreverse a probar lejos de las fronteras no elegidas de lo ¨¦tnico y entrar, por la puerta grande, en los espacios de la ciudadan¨ªa, en sus derechos y en sus deberes. Caminar con la vista puesta m¨¢s all¨¢ del condicionamiento previo, entrar de la mano de Maria Zambrano en La ciudad de las personas sabiendo que nos adentramos en un lugar donde la democracia es un espacio privilegiado para el individuo y donde este, no solo puede sino que debe ser persona.
Y una vez dentro, tratar de comprender a quienes prefieren vivir concentrados en la memoria jugando en ella con el olvido, como en esta tierra nuestra de seres apoyados en la nostalgia por lo homog¨¦neo, esta arcadia de perfiles y sombras, esta belleza insultada, incomunicada con t¨²neles sin luz y puentes rotos.
A pesar de todo, sigamos en el esfuerzo de comprender que quienes entran y quienes se quedan, pueden convivir. Que ciudad y pueblo pueden coexistir, que nadie tiene razones serias como para negarle al otro la libertad de elegir.
Quienes nos sintamos vivos en la ciudad, podemos pensar que en ella, la memoria exige un principio de reconocimiento por el que nada de lo vivido en nuestro pasado puede desaparecer. Y ya de paso podr¨ªamos, respetuosamente, pedir a quienes se quedan en el pueblo que traten de romper ya con la oficializaci¨®n de la memoria y con la institucionalizaci¨®n del olvido.
Si aceptan, quiz¨¢ consigamos entre todos que ambos t¨¦rminos recuperen por fin... su car¨¢cter ¨ªntimo.
Eduardo Madina es secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi.
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