Fijaci¨®n mamaria
Se ha escrito muchas veces que el inter¨¦s de los varones americanos hacia las actrices de pecho opulento delata su fijaci¨®n infantil en la etapa oral. Pues bien, si Mae West introdujo el reino de las curvas en el cine norteamericano, y acab¨® sacrificada en el altar de la censura, Russ Meyer fue el sumo sacerdote que hipostasi¨® la fijaci¨®n mamaria. Fue uno de los inventores de los nudies, en los a?os cincuenta, modestas pel¨ªculas de serie B cuya raz¨®n de ser era ofrecer cuerpos j¨®venes de se?oritas desnudas en campos nudistas o en playas desiertas. Eran las herederas de las bathing beauties de Mack Sennett a las que se les hab¨ªa despojado de los viejos ba?adores que les llegaban hasta las rodillas.
Pero los nudies crecieron poco a poco en estatura y respetabilidad, y Russ Meyer, cineasta tan perseverante como monotem¨¢tico, ingres¨® a finales de los sesenta en el pante¨®n de las figuras de culto, como John Waters y Paul Morrissey (de la factor¨ªa de Andy Warhol), que fueron en cierto modo precursores de nuestro Pedro Almod¨®var. Meyer cre¨® un star system de la nada, con una pl¨¦yade de se?oritas con unas opulentas delanteras que desafiaban la ley de la gravedad, antes de la generalizaci¨®n de los implantes de silicona. Su robustez se pon¨ªa a prueba en saltos y persecuciones por los bosques, dignos de ninfas griegas perseguidas por s¨¢tiros.
El imaginario de Meyer perteneci¨® al universo del porno soft, expresi¨®n que aqu¨ª se tradujo a veces como blandiporno. Sus c¨®digos eran distintos de los del porno duro, que a lo largo de la d¨¦cada siguiente le desalojar¨ªa de las pantallas. Su muestrario de hipermastia no pudo resistir los embates de la penetraci¨®n genital de los nuevos sementales, como John Holmes o John Leslie. Algunas estrellas de su cine emigraron al cine de porno duro, que es el que ahora se lleva. Pero ya sus pel¨ªculas anteriores estaban regidas por una ley de oro que heredar¨ªa el porno duro. Meyer sol¨ªa afirmar: "Nunca dejo que la historia interrumpa la acci¨®n". Y ¨¦sa ser¨¢ una ley vigente tambi¨¦n en el porno duro, en donde la exhibici¨®n priva sobre la narraci¨®n y el escaparate sobre el relato.
Ahora vemos las viejas pel¨ªculas nudistas de Russ Meyer como joyas ingenuas de la etapa de inocencia del cine americano perif¨¦rico o marginal, ajeno a los grandes estudios, el verdadero cine artesano que le conectaba con la vieja tradici¨®n de los pioneros. Ya nadie recuerda el nombre de sus actrices, y no es cosa de ponerse a pensar en qu¨¦ aspecto tendr¨¢n ahora sus pechugas. Sic transit gloria mundi. La muerte de Meyer es tambi¨¦n la muerte definitiva de un imaginario er¨®tico de celof¨¢n inocente que ya no tiene cabida en el porno de las triples penetraciones y del sadomasoquismo alem¨¢n, con cuero, l¨¢tigos y pinchos.
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