Amores cruzados
Lo primero que ocurre cuando comienza el largo ovillo argumental de esta comedia es un cierto sentimiento de d¨¦j¨¤ vu. Pero, como ocurre tantas veces en el proceloso terreno de la comedia, la sensaci¨®n es enga?osa, y si el espectador tiene la fortuna de quedar atrapado por el juego de los actores, tiene asegurado el disfrute. Moderado, pero disfrute al cabo.
Quien esto firma debe reconocer que le ocurri¨® eso. No tanto por lo f¨²til del malentendido sobre el que reposa todo el sentido del asunto -una condena m¨¦dica a muerte que pronto se revela falsa-, ni por lo manido de la construcci¨®n de algunos de los personajes (el que interpreta Jaenada, el ni?o de pap¨¢ al que nada le cuesta nada es un buen ejemplo). Pero s¨ª por la gracia, la levedad y el encanto con que las dos mujeres protagonistas, Verbeke y Esteve (una actriz que no siempre est¨¢ tan bien como aqu¨ª), dan solidez a los suyos, como se est¨¢ constituyendo en ley en la comedia contempor¨¢nea, mucho m¨¢s interesantes que los zoquetes masculinos que tienen enfrente.
EL JUEGO DE LA VERDAD
Direcci¨®n: ?lvaro Fern¨¢ndez Armero. Int¨¦rpretes: Trist¨¢n Ulloa, Natalia Verbeke, ?scar Jaenada, Mar¨ªa Esteve, Sonia Catelo, Fernando Cayo. G¨¦nero: comedia. Espa?a, 2004. Duraci¨®n: 90 minutos.
As¨ª, entre medias verdades y alguna que otra mentira gorda, malentendidos y ocultas pulsiones amorosas, discurre la acci¨®n de El juego..., una pel¨ªcula que entretiene y deja en el aire algunos interrogantes nada despreciables: ?Es bueno decir siempre la verdad? ?A qu¨¦ conduce? ?Debemos ocultar las pulsiones que nos hinchan el coraz¨®n... y otras gl¨¢ndulas? Y la respuesta, como deber¨ªa ser siempre, permanece abierta cuando las luces de la sala se encienden: a usted, lector, le tocar¨¢ responderlas.
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