Nostalgia

Hab¨ªa nostalgia por ver en qu¨¦ se hab¨ªan convertido las canciones de Jes¨²s de la Rosa al cabo del tiempo. Nostalgia relativa, pues la mayor parte del p¨²blico ni sab¨ªa de qu¨¦ iba el grupo Triana ni cu¨¢l hab¨ªa sido su peripecia humana. Pero s¨ª hab¨ªa otro grupo de enterados, a quienes el acontecimiento motivaba especialmente, y que se sintieron m¨¢s implicados en lo que ve¨ªan.

Lo que ve¨ªan. Un fondo de escenario con todos los m¨²sicos y bailarines que entraban, bailaban y sal¨ªan. Nada m¨¢s, salvo un diorama en que se proyectaron algunos v¨ªdeos alusivos. Los m¨²sicos hac¨ªan versiones aflamencadas de algunos de los grandes ¨¦xitos de Triana, bajo la direcci¨®n de Ricardo Rivera. Versiones ajustadas al modelo original, en que los compases flamencos sin embargo dejan su huella profunda y marcan la pauta a los bailarines. La pauta a la que ajustar¨¢n su danza, a veces con profundidad notable. Las canciones de Triana tienen, pues, una nueva lectura, en ocasiones m¨¢s superficial, como si no quisieran alejarse mucho de su marca original; a veces mucho m¨¢s profunda, y entonces la flamencura parece de nuevo cu?o y les da casi la condici¨®n de otras creaciones, como en los martinetes, la farruca o la nana por poner unos ejemplos.

Es en estas donde la labor de los bailarines adquiere mayor plenitud. Los bailarines evolucionan -en toda suerte de combinaciones, desde el formato individual hasta el pleno a ocho- y lo hacen con convicci¨®n y entrega, marcando excelentemente las diferencias entre uno y otro palos flamencos. Y hay momentos de gran belleza, en un espect¨¢culo que va gradualmente, sin un respiro casi, de menos a m¨¢s. Es la magia del poder evocador de una m¨²sica que en su tiempo pudo tener un mayor o menor impacto en la juventud, pero que hoy revive gracias a esta nueva encarnaci¨®n que le ha dado Javier Latorre.