Sobrevivir en el infierno
Los espa?oles del campo de Mauthausen cuentan sus experiencias en un documental valenciano que ir¨¢ al festival de Valladolid
"El hecho de haber sido deportado es algo que llevas toda la vida, que nunca podr¨¢s borrar de tu recuerdo". As¨ª se expresa ?ngeles Mart¨ªnez, una de las espa?olas supervivientes del campo de concentraci¨®n nazi de Mauthausen casi 60 a?os despu¨¦s de su liberaci¨®n, en 1945, poco antes de finalizar la II Guerra Mundial.
Mart¨ªnez vive ahora en Par¨ªs y, en su memoria, hay un recuerdo permanente para Eleonor, una de sus compa?eras, fallecida dos a?os m¨¢s tarde, en aquel infierno al que ella pudo sobrevivir.
Otros no tuvieron tanta suerte. M¨¢s de 7.000 espa?oles fueron confinados en el campo de concentraci¨®n de Mauthausen (Austria) entre 1939 y 1945. Se estima que s¨®lo unos 2.000 sobrevivieron a la liberaci¨®n, por parte del ej¨¦rcito norteamericano, y poco menos de un centenar queda vivo para contarlo. El realizador valenciano Pau Vergara ha recogido el testimonio de 14 de ellos para construir M¨¢s all¨¢ de la alambrada: La memoria del horror, una pel¨ªcula documental que se exhibir¨¢ en el prestigioso festival de la Semana Internacional de Cine de Valladolid en la secci¨®n Tiempo de historia.
Con un material de m¨¢s de 90 horas de entrevistas, fotograf¨ªas y pel¨ªculas procedentes del Museo del Estado de Virginia, dedicado a la memoria de las v¨ªctimas del nazismo, y de los archivos personales de los implicados, la intenci¨®n de Vergara "no era hacer un documental hist¨®rico, sino darle un toque m¨¢s humano y que los verdaderos protagonistas contaran lo que pasaron".
Son ellos los narradores de una peripecia que, pese a la apuesta de su director, tiene un profundo valor hist¨®rico. Los estremecedores relatos de asesinatos en masa, trabajos forzados que pon¨ªan a prueba la resistencia del ser humano y tratos vejatorios forman un impresionante documento sobre el horror y la capacidad de supervivencia de la raza humana en un mundo donde la locura era la ¨²nica ley. O, como dice uno de los testigos de la ¨¦poca, "donde la dignidad no exist¨ªa, porque no se trataba a la gente como seres humanos sino como cerdos".
La mayor¨ªa de los espa?oles que llegaron al campo de concentraci¨®n nazi de Mauthausen lo hicieron por razones pol¨ªticas. Ex combatientes de la guerra civil que, desde el bando perdedor, abandonaron su pa¨ªs para ser v¨ªctimas de la barbarie o que, tras la invasi¨®n alemana de Francia, formaron parte activa de la resistencia. Acabaron viviendo una pesadilla que, en el peor de los casos, dur¨® cinco a?os. Fueron, adem¨¢s, los primeros extranjeros que el ej¨¦rcito alem¨¢n confin¨® en el tristemente famoso campo de concentraci¨®n austriaco.
Su vida fue, desde entonces, un infierno, en el que asistieron al exterminio sistem¨¢tico de jud¨ªos; la arbitrariedad de la muerte, que depend¨ªa del talante del militar de turno, o el suicidio de muchos prisioneros al estrellarse contra las alambradas el¨¦ctricas.
Los testimonios de las 14 personas que desfilan por M¨¢s all¨¢ de la alambrada conforman una memoria colectiva sobre el terror fascista, pero, como peque?as piezas de un horrendo puzzle, est¨¢n construidas sobre historias individuales. Como la de Segundo Espallargas, quien se convirti¨® en boxeador para entretener a los oficiales alemanes, o como la del preso Saturnino Navazo, que organiz¨® una especie de selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol para disputar un campeonato contra deportados de otras nacionalidades.
Pero, por encima de todas estas historias personales, est¨¢ la sobrecogedora experiencia de Siegfried Mier, un ni?o jud¨ªo que sobrevivi¨® a la guerra en el campo de exterminio aprendiendo a vivir entre la muerte y que ahora, con encomiable aplomo, cuenta su educaci¨®n desde Ibiza, donde vive. Para ¨¦l, como para todos los que lograron un d¨ªa salir con vida de aquel infierno, el horror nazi marc¨® su existencia para siempre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.