El regreso de G. K. Chesterton
G. K. Chesterton es uno de esas "criaturas rumiantes" de que hablaba Nietzsche. En su obra reencontramos una y otra vez los mismos motivos, ritmos e im¨¢genes esenciales: personajes excesivos, colores viv¨ªsimos, persecuciones interminables, presencia del milagro y la amistad, probabilidad acechante de la muerte, pujanza de la alegr¨ªa, etc¨¦tera. Y una convicci¨®n fundamental: salimos a buscar lo que ya hemos encontrado. Un buen pu?ado de obras suyas son curiosas declinaciones de la odisea de Ulises o del viaje del Hijo Pr¨®digo. Su misma conversi¨®n al catolicismo fue una actualizaci¨®n de la experiencia de la infancia, "un mundo entero que resplandece de asombro". Y el uso de la paradoja, un procedimiento literario que se asocia inmediatamente a su nombre, tiene sobre todo la ventaja (como explica uno de sus personajes) de hacernos recordar una verdad olvidada. "La mente que se abre camino hacia lugares salvajes es la del poeta, pero la que no sabe regresar es la del maniaco", dijo en Lo que est¨¢ mal en el mundo. La locura es el extrav¨ªo que nos aleja irreversiblemente de las virtudes comunes y elementales: curiosidad, valor, esperanza, amistad, alegr¨ªa, solidaridad.
EL REGRESO DE DON QUIJOTE
G. K. Chesterton
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis Moreno Ruiz
Valdemar. Madrid, 2004
388 p¨¢ginas. 8,56 euros
En El regreso de don Quijote (¨²ltima novela de Chesterton, publicada en 1926), el pueblo ingl¨¦s sufre la industrializaci¨®n feroz que convierte al ser humano "en una m¨¢quina al servicio de la productividad". Se desposee a los hombres de todo y luego se les castiga por ser pobres ("sucios", "locos"). El Estado moderno se arroga prerrogativas in¨¦ditas: el poder de "irrumpir en una casa, destrozar a la familia que la habitaba y proceder seg¨²n le venga en gana". Chesterton arremete con todo su br¨ªo contra el higienismo que acompa?a siempre la guerra de los ricos contra los pobres: la tiran¨ªa del ¨¢ngulo recto contra las formas exuberantes del cuerpo, la mente, la calle, el lenguaje. "Se trata de una simple ley para llevar m¨¢s humanidad a los manicomios", explica un personaje. "Lo s¨¦", responde otro, con toda la simpat¨ªa de Chesterton, "pero aunque te parezca dif¨ªcil de creer, hay una gran humanidad que no quiere ser conducida a los manicomios".
Como ocurre a menudo en las novelas de Chesterton, el pueblo est¨¢ dormido, ha olvidado los ideales que permiten discernir entre "usos" y "abusos". S¨®lo los sindicalistas radicales los recuerdan y se rebelan. Los arist¨®cratas est¨¢n francamente preocupados por los avatares de un conflicto con los mineros y deciden aplacar su fervor revolucionario alentando en el pueblo la fantas¨ªa de un regreso par¨®dico a la organizaci¨®n social de la Edad Media, con su rey medieval y todo (un bibliotecario chiflado encarna a este nuevo don Quijote). Pero los nobles juegan con fuego metaf¨ªsico, porque la herencia del ideal medieval no se encarna en la aristocracia sino en el movimiento obrero: organizaci¨®n de las libertades populares en gremios/sindicatos, propiedad colectiva de las tierras comunales, autor¨ªa an¨®nima del arte y el folclore, jus resistentiae. As¨ª lo dictamina en un juicio delirante el rey medieval, dando la raz¨®n a los mineros sublevados contra la aristocracia (que Chesterton detestaba). La sorpresa del l¨ªder revolucionario cuando se descubre a s¨ª mismo como "el hombre m¨¢s medieval de todos cuantos por all¨ª andaban" es campanuda: "Aquello que siempre hab¨ªa tenido por leyes poco menos que de la Edad de Piedra result¨® que se le ofrec¨ªan como hachas pulimentadas para la defensa de sus ideas". El movimiento obrero es la ¨²ltima batalla que la cordura de la Edad Media libra contra la locura de la sociedad industrial.
Pasolini dec¨ªa que "lo que nos incita a retroceder es tan humano y necesario como lo que nos impulsa a avanzar". Para Chesterton, ambos movimientos son una y la misma cosa.
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