In¨²til y peligroso
La propuesta del Gobierno para introducir el voto electr¨®nico en el pr¨®ximo refer¨¦ndum sobre la llamada Constituci¨®n europea ha sido bien acogida por todos los partidos pol¨ªticos, incluyendo el PP (uno de cuyos portavoces la consider¨® "magn¨ªfica"), y las objeciones parecen haber sido m¨¢s bien t¨¦cnicas, sin discutir el fondo de la idea. Sin embargo, creo que la propuesta podr¨ªa tener consecuencias muy graves, as¨ª que expondr¨¦ las razones, muy contundentes, por las que hay que oponerse al voto electr¨®nico: no resuelve nada, cuesta mucho dinero y puede crear problemas mucho m¨¢s graves que los que pretende solucionar.
Sobre lo primero. El presidente del Gobierno vincul¨® la idea del voto electr¨®nico a distancia (por mensajes de m¨®vil o Internet) con el deseo de reducir la abstenci¨®n en el pr¨®ximo refer¨¦ndum, que se teme alta, por la experiencia reciente de las elecciones europeas. Pero s¨®lo tres meses antes los espa?oles fueron a votar en masa, y lo han hecho en muchas otras ocasiones. Por tanto, proponer el voto electr¨®nico para favorecer la participaci¨®n es buscar una soluci¨®n tecnocr¨¢tica a un problema que es pol¨ªtico, y esquivar las preguntas importantes sobre si puede o debe construirse la Uni¨®n Europea sin contar con el inter¨¦s de los europeos.
No resuelve nada, cuesta mucho dinero y puede crear problemas mucho m¨¢s graves
Por otra parte, no hay ning¨²n pa¨ªs en el mundo que haya implantado o vaya a implantar en breve un sistema de voto por Internet, y menos por SMS. Las dificultades de garantizar a la vez la identidad (que quien vota sea quien dice que es), la privacidad (que nadie sepa a qui¨¦n vota cada uno), la verificabilidad (que se puedan revisar los resultados) y la seguridad (prevenci¨®n de ataques y fraude) parecen por el momento insalvables.
Si descartamos el voto por SMS o Internet, entonces el voto electr¨®nico consistir¨ªa en votar en los colegios electorales, pero en una urna electr¨®nica. ?Cabe esperar que eso tenga alg¨²n efecto favorable en la participaci¨®n? Es muy dudoso. M¨¢s claro est¨¢ que esas m¨¢quinas intimidar¨ªan a muchas personas, especialmente gente menos formada y gente mayor, lo que no creo que sea muy progresista. ?Qu¨¦ otros problemas podr¨ªa resolver el voto electr¨®nico? Se me escapan. ?Tener los resultados electorales m¨¢s r¨¢pido? Absurdo, puesto que en elecciones recientes los resultados provisionales se han tabulado en dos o tres horas.
Segundo argumento: los costes. No me consta que haya estimaciones p¨²blicas de cu¨¢nto dinero de nuestros impuestos se emplear¨ªa en implantar el voto electr¨®nico, pero hay que pensar que en Espa?a hay unas 57.000 mesas electorales, en las que habr¨ªa que colocar un hardware y un software, que habr¨ªa que actualizar de cuando en cuando, habr¨ªa que instruir a la poblaci¨®n, formar a las personas encargadas de la Administraci¨®n.... En fin, hagan ustedes la cuenta.
Pero el tercer argumento es el m¨¢s importante: el voto electr¨®nico acarrea graves riesgos que no nos podemos permitir. Si hay algo transparente y a prueba de dudas en nuestro sistema electoral es el proceso de votaci¨®n y recuento: cada mesa electoral est¨¢ formada por personas designadas por sorteo, que dirigen todo el proceso de votaci¨®n, en presencia de representantes de los partidos; se realiza la verificaci¨®n de identidad de los votantes con DNI o pasaporte; el sobre cerrado con el voto se deposita en una urna transparente; cuando termina la votaci¨®n los miembros de la mesa electoral abren la urna y cuentan los votos in situ, observados por los representantes de los partidos (y por cualquier ciudadano que quiera asistir); al terminar se levanta un acta firmada por los miembros de la mesa, con copia para la Administraci¨®n electoral y para todos los delegados de los partidos, y las papeletas nulas y dudosas, si las hay, se adjuntan al acta, que se env¨ªa a la Junta Electoral, para que puedan ser revisadas en el recuento definitivo.
?Alguien propondr¨ªa que al terminar la votaci¨®n salieran todos de la habitaci¨®n, entraran unos se?ores de una empresa especializada y salieran diciendo cu¨¢l ha sido el resultado? Pues eso es lo que har¨ªamos si vot¨¢ramos en un ordenador y el software contara los votos: sustituir un sistema totalmente transparente por uno mucho m¨¢s oscuro. Cualquiera que trabaje con ordenadores sabe que fallan, y fallan bastante. Eso no nos impide seguir us¨¢ndolos, porque el da?o causado por unos pocos errores es menor que el beneficio que obtenemos utiliz¨¢ndolos. Si, como he dicho antes, no hay ning¨²n beneficio sustancial derivado de usar el voto electr¨®nico, ese argumento ser¨ªa suficiente para no meternos en semejante l¨ªo.
Pero es que adem¨¢s hay diferencias muy importantes entre, por ejemplo, hacer una operaci¨®n en un cajero autom¨¢tico y votar en una urna electr¨®nica. Para utilizar cajeros autom¨¢ticos usted no necesita confiar en que cada una de las miles de operaciones de cajero hechas cada d¨ªa en su banco son correctas. Le basta con saber que el porcentaje de errores es muy bajo, y que cuando suceden tienen arreglo.
Pero en los procesos electorales lo que cuenta es el agregado, tanto por lo que se refiere al resultado como por lo que se refiere a la cuesti¨®n de la confianza. Si despu¨¦s de unas elecciones se descubriera un error en el software utilizado en las m¨¢quinas, no ser¨ªan unos pocos votantes los afectados, sino el proceso electoral en su conjunto. Lo cual, por cierto, resultar¨ªa un premio muy tentador para hackers, creadores de virus o incluso, por qu¨¦ no, ciberterroristas. No hay sistema inform¨¢tico en red, con decenas de miles de terminales y millones de usuarios, que sea absolutamente seguro. Y si lo hubiera, ser¨ªa prohibitivamente caro, con lo que volver¨ªamos al punto segundo.
Sumemos a ello que en los ¨²ltimos a?os, algunas elecciones se han celebrado en un clima pol¨ªtico de considerable tensi¨®n y desconfianza. Salvando las diferencias, recordemos las acusaciones cruzadas en torno a las elecciones del 14-M, las elecciones repetidas a la Asamblea de Madrid (con su famoso recuento) o las elecciones vascas de 2001. Gracias a nuestro actual procedimiento de votaci¨®n y recuento, en ninguna de ellas hubo dudas de que los votos contados eran los votos realmente depositados en las urnas. ?Podr¨ªamos decir lo mismo si el escrutinio lo hubieran hecho ordenadores conectados en red? Creo que la respuesta es obvia. Si implantamos el voto electr¨®nico, m¨¢s pronto que tarde habr¨¢ unas elecciones con un resultado sorprendentemente favorable para el partido en el poder, y muchos ciudadanos de buena fe creer¨¢n que ha habido tongo, sin que se sea posible probar lo contrario. No s¨¦ si nuestra democracia aguantar¨ªa una sospecha extensa de fraude. ?Vamos a correr ese riesgo s¨®lo para ser los m¨¢s modernos?
Josu Mezo es profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad de Castilla-La Mancha en Toledo
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