En ¨¦poca de reformas y contrarreformas
Desde la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, el sistema educativo espa?ol viene siendo objeto de constantes reformas y contrarreformas. Baste con recordar las leyes org¨¢nicas que, en materia educativa, han visto su aprobaci¨®n en el Parlamento en la historia de nuestra joven democracia: LOECE (1980), LODE (1985), LOGSE (1990), LOPEG (1995) y LOCE (2001). En estos momentos, paralizada durante dos a?os la entrada en vigor de parte del articulado de la LOCE, algunos de los cuales no llegar¨¢n a aplicarse nunca, volvemos a estar a la espera de la aparici¨®n de una nueva ley de reforma educativa. Todas estas leyes han supuesto, en mayor o menor grado, una revisi¨®n profunda tanto de la estructura del sistema educativo como de las metodolog¨ªas y sistemas de aprendizaje empleados. Tal vez fue la LODE la ley m¨¢s decisiva en la reforma del modelo de pol¨ªtica educativa y la LOGSE la m¨¢s empe?ada en renovar modelos de aprendizaje y la propia estructura del sistema educativo.
Todos los centros sostenidos con fondos p¨²blicos deben estar abiertos a escolarizar inmigrantes
Hay que alcanzar un pacto que ponga fin al enfrentamiento entre p¨²blica y concertada
Es evidente que los objetivos pretendidos por las reformas educativas no se alcanzan con la simple publicaci¨®n de la ley y sus reglamentos en el BOE. Detr¨¢s de cada texto legal queda una ardua labor de aplicaci¨®n y puesta en marcha que precisa de un tiempo y reposo, el que, en mi opini¨®n, no se est¨¢ dando en Espa?a. A nadie se le escapa que todas estas reformas educativas han supuesto un esfuerzo incalculable por parte, especialmente, de centros y profesores que la sociedad deber¨ªa reconocer y agradecer. As¨ª se explica el que, a pesar de esta convulsi¨®n legislativa, nuestro sistema educativo haya avanzado de manera significativa en estos ¨²ltimos a?os.
No obstante, en algo hemos de estar fallando cuando ninguna de estas reformas ha sido capaz de resolver el principal de los problemas, el del fracaso escolar. Que el fracaso escolar de nuestros alumnos, en especial en la ESO, sobrepasa lo aceptable, es reconocido por todos. Que los niveles que alcanzan nuestros alumnos en algunas de las principales ¨¢reas de ense?anza, matem¨¢ticas, lengua, etc¨¦tera, no nos colocan precisamente en los lugares de honor dentro del contexto europeo, es igualmente un hecho incontestable, como as¨ª lo ha puesto de manifiesto el informe anual de la OCDE, que sit¨²a nuestro pa¨ªs muy por debajo de la media europea. Por otro lado, la vertiginosa evoluci¨®n de nuestra sociedad proyecta sobre la educaci¨®n nuevos y apasionantes retos: la llegada de los inmigrantes, el imparable avance de las nuevas tecnolog¨ªas, el rearme moral y democr¨¢tico de la sociedad, la urgencia del conocimiento y dominio de las lenguas europeas...
A todos estos retos educativos debemos dar soluci¨®n si no queremos ahondar m¨¢s en nuestras deficiencias. Una soluci¨®n nueva, imaginativa y consensuada que pasa por parar esta din¨¢mica de reformas y contrarreformas que, de seguir, terminar¨¢ por agotar definitivamente la capacidad de reacci¨®n de centros, profesores, padres y alumnos. Una soluci¨®n que pasa por un deseable desplazamiento del debate educativo del ¨¢mbito pol¨ªtico al mundo de los profesionales de la educaci¨®n y por un ahondamiento en la libertad de la ense?anza, en la igualdad de oportunidades y en la autonom¨ªa organizativa y pedag¨®gica de los centros. En definitiva, es necesario alcanzar un buen pacto escolar en el que nadie se pueda sentir excluido y que ponga fin al artificioso e interesado enfrentamiento entre escuela p¨²blica y escuela privada concertada.
Ser¨ªa pecar de ingenuo pensar que la consecuci¨®n de un pacto escolar pueda ser una tarea f¨¢cil. Hay, sin duda, cuestiones sobre las que ser¨¢ complicado alcanzar acuerdos y que son las que han motivado ese ir y venir de las reformas educativas. Entre ellas cabe citar el debate sobre las f¨®rmulas m¨¢s adecuadas para atender a la diversidad y a los alumnos con especiales dificultades.
La LOGSE, defensora de la comprensividad, puso en marcha un r¨¦gimen de optatividad muy abierto y programas de diversificaci¨®n curricular. La experiencia de estos ¨²ltimos a?os nos dice que la optatividad no ha sido una buena respuesta, mientras que los programas de diversificaci¨®n curricular se han demostrado aceptablemente eficaces. No obstante, el problema de los "objetores escolares" y del fracaso escolar sigue sin resolverse adecuadamente. La LOCE introdujo un sistema de itinerarios cuya validez no vamos a poder comprobar. Creo que es preciso imaginar una f¨®rmula que conduzca a todos los alumnos, sin discriminaciones, al t¨ªtulo de graduado en secundaria a trav¨¦s de un tronco com¨²n de ¨¢reas y otras materias orientadas a v¨ªas espec¨ªficas sumamente flexibles. Es decir, una f¨®rmula basada en el respeto a la elecci¨®n por parte del alumno de su propia v¨ªa formativa (por joven que nos parezca) y en la posibilidad de modificarla.
Otra de las cuestiones pendientes se refiere a la presencia de la religi¨®n en la escuela. El punto de mayor conflicto estriba en el lugar que debe ocupar en el conjunto de las ense?anzas escolares. Nuestra Constituci¨®n consagra la presencia de la religi¨®n en la escuela al reconocer el derecho de los padres a demandar la formaci¨®n religiosa que est¨¦ m¨¢s de acuerdo con sus convicciones. Si esto es as¨ª, la religi¨®n debe entrar en el sistema escolar, no como un elemento extra?o y ajeno al mismo, sino como un ¨¢rea m¨¢s, impartida con el mismo rigor cient¨ªfico y evaluada con el mismo nivel de exigencia que las dem¨¢s. Relacionado con este punto est¨¢ el problema de la alternativa, pues no parece muy conveniente que quienes eligen cursar la religi¨®n confesional tengan una asignatura m¨¢s que sus compa?eros, con todos los problemas que esto suscita.
El ¨¢rea de "Sociedad, Cultura y Religi¨®n" era una f¨®rmula respetuosa con quienes, desde otras convicciones igualmente respetables, no deseaban que sus hijos se vieran influenciados por ning¨²n tipo de proselitismo religioso. Lo cierto es que el estudio del hecho religioso y su influencia en nuestra cultura, seg¨²n un programa elaborado por el propio Ministerio de Educaci¨®n e impartido por profesores designados por el mismo no deber¨ªa ser sospechoso de proselitista.
La incorporaci¨®n de 80.000 nuevos alumnos inmigrantes al sistema educativo espa?ol, seg¨²n datos ofrecidos recientemente por la ministra de Educaci¨®n, pone sobre la mesa el compromiso de todos por la escolarizaci¨®n de los mismos. Los inmigrantes tienen los mismos derechos y obligaciones que los espa?oles en su proceso educativo. La desventaja social en la que suelen acceder a la escuela debe ser compensada para asegurarles una educaci¨®n personalizada e integral. No parece conveniente la excesiva concentraci¨®n de los mismos en algunos centros. Todos los centros sostenidos con fondos p¨²blicos deben estar abiertos a la escolarizaci¨®n de los inmigrantes, pero, de la misma forma, todos deben recibir de las administraciones las ayudas necesarias para el buen ¨¦xito de su educaci¨®n. Nuestra instituci¨®n, FERE-CECA, ha manifestado en reiteradas ocasiones que, a pesar de cubrir globalmente la cota de escolarizaci¨®n de inmigrantes que le corresponde, est¨¢ abierta aumentar su compromiso con este colectivo. En todo caso, habr¨¢ que buscar procedimientos con los que no se conculque la libertad de todos los espa?oles, tambi¨¦n de los inmigrantes, a elegir el centro y el tipo de educaci¨®n que est¨¦ m¨¢s de acuerdo con sus propias convicciones.
No hace muchos a?os, Emilio Castelar afirmaba que la tranquilidad de los Estados depend¨ªa de la buena educaci¨®n de la juventud. Nuestra educaci¨®n no se merece este continuo ir y venir de las reformas. Es hora ya de empujar todos en la misma direcci¨®n. ?Seremos incapaces de encontrar el camino?
Manuel de Castro es secretario general de la Federaci¨®n Espa?ola de Religiosos de Ense?anza-Titulares de Centros Cat¨®licos (FERE-CECA)
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