Iglesia cat¨®lica y Estado laico
Tenemos que remontarnos a la d¨¦cada de los ochenta del siglo pasado, con motivo de la aprobaci¨®n de las leyes de divorcio y de despenalizaci¨®n de la interrupci¨®n del embarazo y de la "guerra de los catecismos", para encontrar un lenguaje tan "de trinchera" y unas actitudes tan agresivas contra un Gobierno nacido de las urnas como las adoptadas o alentadas por la c¨²pula de la jerarqu¨ªa cat¨®lica espa?ola contra el actual Ejecutivo durante los ¨²ltimos meses, y muy especialmente tras la vuelta de vacaciones, ante el anuncio de determinadas leyes relacionadas con la religi¨®n en la escuela y los modelos de pareja. Los obispos o algunos de sus portavoces comienzan utilizando un lenguaje apocal¨ªptico, de cruzada, y terminan llamando a la movilizaci¨®n de los cat¨®licos. Cuanto m¨¢s elevado es el rango de los eclesi¨¢sticos en el escalaf¨®n jer¨¢rquico, m¨¢s gruesas son las descalificaciones contra el Gobierno. El cardenal Juli¨¢n Herranz, presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y miembro del Opus Dei, ha aprovechado la misa-funeral por el cardenal Marcelo Gonz¨¢lez Mart¨ªn, arzobispo em¨¦rito de Toledo, recientemente fallecido, para acusar al PSOE de "laicismo agresivo" y de "fundamentalismo laicista". El arzobispo de Sevilla, cardenal Carlos Amigo, rompiendo con su habitual mesura en no pocos de estos temas, ha sumado su voz a la del cardenal Herranz, alertando contra el "fundamentalismo laicista" e indicando que "el Estado laico no debe ser perseguidor de la religi¨®n".
M¨¢s lejos han ido el arzobispo de Pamplona y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Espa?ola, Fernando Sebasti¨¢n, para quien la futura legislaci¨®n sobre el divorcio resulta m¨¢s permisiva que "un contrato de alquiler", y el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Espa?ola, Juan Antonio Mart¨ªnez Camino, quien ha definido la legalizaci¨®n de los matrimonios homosexuales como "virus" y "falsa moneda". El obispo de Jerez, Juan del R¨ªo, ha denunciado "la pol¨ªtica laicista del partido en el poder" y ha hablado de "fobia religiosa" del Gobierno de la naci¨®n; actitud, dice, que le sirve de excusa "para tratar de desterrar los valores de la cultura cat¨®lica de los corazones y de las mentes de las nuevas generaciones". Y sigue afirmando: "Estamos al inicio de una suplantaci¨®n cultural del humanismo cristiano, que ha vertebrado Europa, por un humanismo c¨ªvico y materialista que, bajo un ropaje democr¨¢tico, oculta su totalitarismo de origen" (subrayado m¨ªo).
Del lenguaje a los hechos hay un paso y ¨¦se ya lo ha dado la jerarqu¨ªa cat¨®lica por boca del citado portavoz, Mart¨ªnez Camino, que ha llamado a la movilizaci¨®n de los cat¨®licos contra unas leyes que ni siquiera han sido debatidas en el Parlamento. Un obispo, el de Mondo?edo, ya ha anunciado que se colocar¨¢ tras la pancarta en las movilizaciones contra el aborto, las parejas de hecho y a favor de la religi¨®n en la escuela.
Y todo por el "delito" del Gobierno de ejercer su derecho constitucional de presentar leyes sobre las materias indicadas para su debate en sede parlamentaria, lugar donde reside la soberan¨ªa popular. Tras ocho a?os de gobierno del PP, que consultaba e incluso consensuaba previamente con la jerarqu¨ªa cat¨®lica muchas de las leyes aprobadas en el Parlamento, a los obispos parece hab¨¦rseles olvidado los m¨¢s elementales principios de la democracia: que el poder no viene de Dios, sino que reside en el pueblo; que el poder ejecutivo gobierna legitimado por la voluntad popular; que los diputados discuten y hacen las leyes respondiendo al mandato recibido de la ciudadan¨ªa que los ha apoyado con su voto en las urnas, y no a credos religiosos.
Una vez m¨¢s la Iglesia cat¨®lica ha bajado a la arena pol¨ªtica y ha tomado partido, e incluso est¨¢ ejerciendo la labor de oposici¨®n con m¨¢s radicalidad que el PP. Ya lo hizo en la campa?a de las elecciones del 14 de marzo, en la que su programa en cuestiones como c¨¦lulas madre, parejas homosexuales, interrupci¨®n voluntaria del embarazo, ense?anza evaluable de la religi¨®n en la escuela, dotaci¨®n econ¨®mica, profesores de religi¨®n, etc., coincid¨ªa sustancialmente con el del PP. Por eso el fracaso electoral de los populares fue vivido como derrota propia por la jerarqu¨ªa cat¨®lica, que enseguida puso en marcha su maquinaria de oposici¨®n al Gobierno socialista.
Actitudes como las expuestas demuestran que la jerarqu¨ªa cat¨®lica y organizaciones cat¨®licas afines viven cultural y pol¨ªticamente desubicadas y ofrecen respuestas del pasado a preguntas del presente. A su vez recelan de la democracia, tienen todav¨ªa una concepci¨®n confesional de la pol¨ªtica y no admiten f¨¢cilmente la laicidad del Estado, la no confesionalidad de las instituciones del Estado y la secularizaci¨®n de la sociedad.
Pero quiz¨¢ lo m¨¢s llamativo es que la alarma ha sonado tambi¨¦n en algunos sectores del PSOE. Es el caso de algunos socialistas cristianos o cristianos socialistas que forman parte de la corriente interna del PSOE Cristianos en el Socialismo -no confundir con Cristianos por el Socialismo- que, refiri¨¦ndose a algunas medidas a adoptar por el Gobierno socialista las califican de "laicismos intolerantes". Uno no se explica que militantes y dirigentes de izquierda puedan oponerse a leyes que est¨¢n en plena sinton¨ªa con el esp¨ªritu y la letra de la Constituci¨®n Espa?ola de 1978 y que respetan escrupulosamente los acuerdos de 1979 con la Santa Sede y los acuerdos de 1992 con las religiones musulmana, jud¨ªa y protestante.
Creo que es momento de serenar el debate y de desarmar el lenguaje. Es necesario entrar por la v¨ªa de la racionalidad ¨¦tica y pol¨ªtica, y no de los intereses religiosos. Esto es v¨¢lido para los dirigentes pol¨ªticos, pero tambi¨¦n para las propias religiones, que en el terreno pol¨ªtico deben facilitar la elaboraci¨®n de leyes que favorezcan al conjunto de la ciudadan¨ªa, aunque tengan que renunciar a sus privilegios hist¨®ricos, que carecen de toda legitimidad, al menos de la legitimidad democr¨¢tica.
Una instituci¨®n como la Iglesia cat¨®lica, que jug¨® un papel tan importante en la transici¨®n de la dictadura a la democracia, no puede malversar su capital pol¨ªtico y religioso de concordia como lo est¨¢ haciendo ahora. Para ello tiene que moderar sus declaraciones y actuaciones p¨²blicas. De lo contrario puede ahondar todav¨ªa m¨¢s la distancia que la separa de la sociedad e incluso de los propios cat¨®licos -que en su mayor¨ªa se posicionan del lado del juego democr¨¢tico- y corre el peligro de caer en comportamientos m¨¢s propios de las sectas que de las grandes religiones.
La jerarqu¨ªa cat¨®lica est¨¢ en su derecho a entrar en el debate p¨²blico sobre estos temas. Nadie se lo niega. Pero ha de hacerlo como un interlocutor m¨¢s, sin recurrir a los argumentos de la revelaci¨®n cristiana, que s¨®lo tienen valor para los creyentes de esa religi¨®n, y sin apelar a la historia, a la tradici¨®n o a la mayor¨ªa sociol¨®gica, como argumentos decisivos. La historia y la tradici¨®n no pueden desconocerse, es verdad, pero en el caso de la Iglesia cat¨®lica no son precisamente muy ejemplares en lo que a libertades, derechos humanos, democracia y respeto al pluralismo se refiere.
Todav¨ªa vivimos instalados en dos mitos: el de la mayor¨ªa cat¨®lica de la sociedad espa?ola y el del poder de los obispos, considerados ambos inherentes a la organizaci¨®n social y a la convivencia c¨ªvica. La sombra de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica sobre la sociedad espa?ola es muy alargada, y los pol¨ªticos est¨¢n demasiado pendientes de los obispos, a quienes miran con el rabillo del ojo en espera de que aprueben sus conductas o al menos no las desaprueben expl¨ªcitamente. Y cuando se sienten reprobados, tienden a hacer concesiones que pueden limitar la autonom¨ªa del Estado y ampliar los espacios de influencia del poder religioso, no legitimado en las urnas. Y eso no me parece conforme con el Estado laico.
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Fundamentalismos y di¨¢logo entre religiones (Trotta, Madrid, 2004).
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