Casamiento
Leo en la prensa hace unos d¨ªas una estad¨ªstica extra¨ªda del Informe sobre la situaci¨®n demogr¨¢fica en Espa?a, que edita y presenta la Fundaci¨®n Abril Martorell. Las cifras llaman la atenci¨®n por su abismal diferencia. En la d¨¦cada de 1901-1910 la esperanza de vida del ciudadano espa?ol al nacer no alcanzaba los 40 a?os; la mortalidad infantil era espeluznante; escaseaban los viejos. Hoy es lo contrario. Datos que indican el paso del subdesarrollo a la opulencia.
Entre tanta mudanza, s¨®lo un n¨²mero permanece pr¨¢cticamente invariable: la edad de los espa?oles al primer matrimonio. Entre los 27 y los 29 a?os aproximadamente para los hombres; entre los 25 y los 27 para las mujeres, tanto en los albores del siglo XX como al final. ?Qui¨¦n lo habr¨ªa dicho? Desde luego, yo no. Para empezar, yo pensaba que una mujer de 26 a?os, que hoy es una nena, en 1904 era una solterona; o eso hab¨ªa le¨ªdo. Pero se ve que no es as¨ª. Tampoco se advierte el cambio social: a principios del siglo pocas mujeres trabajaban; a finales, casi todas. Y con respecto a los hombres, lo mismo. Los cambios ocurridos en el panorama laboral y, sobre todo, en las costumbres, no han hecho mella en la instituci¨®n matrimonial.
Claro que esta invariabilidad porcentual no deber¨ªa sorprender a cualquiera que haya asistido recientemente a una boda, de grado o por fuerza, y se haya encontrado con un vestuario que hace cien a?os ya s¨®lo se usaba en Transilvania, y con una ritualidad fant¨¢stica en la que se mezclan la obscenidad de bajo voltaje y un romanticismo impostado, estomagante e incongruente con lo que hacen, son y piensan todos los asistentes a la ceremonia, empezando por sus protagonistas. Y encima, la comida es mala.
Los cient¨ªficos nos ense?an que la evoluci¨®n no es constante ni sim¨¦trica, ni entre las especies ni dentro de cada especie, y esta sencilla estad¨ªstica nos lo demuestra de modo palmario: por m¨¢s que todo haya cambiado en nuestro entorno, en nuestra mentalidad e incluso en nuestra constituci¨®n f¨ªsica, el rito ancestral del apareamiento no ha variado. Sean cuales sean las circunstancias, a una determinada edad, el macho y la hembra de la especie hisp¨¢nica sienten el llamado de un instinto que les lleva al altar y al Corte Ingl¨¦s.
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