Maurice Wilkins, el tercer hombre del ADN
Casi a la vez que conoc¨ªamos los premios Nobel de Medicina y Fisiolog¨ªa de este a?o, se ha ido tan calladamente como vivi¨®, Maurice Wilkins, el tercer hombre del ADN. Y es que a pesar de haberle sido concedido junto a James Watson y Francis Crick el premio Nobel de Medicina de 1962 por la determinaci¨®n de la estructura del ¨¢cido deoxirribonucleico (ADN), su figura no ha pose¨ªdo jam¨¢s la altura y notoriedad que han tenido sus dos compa?eros de premio.
Si Francis Crick, muerto tambi¨¦n este a?o, puede ser considerado como el cient¨ªfico m¨¢s influyente de la Biolog¨ªa Molecular, y James Watson sigue siendo una personalidad pol¨ªtico-cient¨ªfica de alto calibre, la figura de Maurice Wilkins ha sido asociada, muy a su pesar, m¨¢s con la pol¨¦mica paracient¨ªfica que con la Ciencia. Ya se ha contado todo sobre la sucesi¨®n de genialidades y faltas a la ¨¦tica cient¨ªfica asociada a la carrera para determinar la estructura del ADN. En esta historia est¨¢n involucrados no s¨®lo las tres personas mencionadas, sino tambi¨¦n una mujer extraordinaria, Rosalind Franklin, y otros personajes (Pauling, Bragg, Perutz, Randall...), ahora encumbrados al Olimpo de la Ciencia.
La historia nos habla del desencuentro entre Wilkins y Franklin, encendido por un malentendido inicial sobre sus respectivos papeles en el laboratorio, y alimentado por sus distintas personalidades y por la agobiante atm¨®sfera del anticuado King's College londinense de la posguerra. Todo esto sin embargo importa ya muy poco y puede hacernos perder la perspectiva sobre la figura que debe quedar para la posteridad, la del Maurice Wilkins cient¨ªfico, el hombre que con otras personas de su generaci¨®n hizo dar un paso de gigante a la Biolog¨ªa Molecular al aplicar en ¨¦sta muchas de las t¨¦cnicas f¨ªsicas que ahora se nos antojan imprescindibles.
Maurice Hugh Frederick Wilkins naci¨® en Nueva Zelanda en 1916, el primer hijo de un m¨¦dico irland¨¦s con pretensiones sociales. Fue el deseo de su padre de desarrollar muchas de sus ideas m¨¦dicas en las zonas deprimidas por el industrialismo feroz, lo que llev¨® a la familia a trasladarse a Birmingham, donde Maurice estudi¨® antes de licenciarse en F¨ªsicas por la Universidad de Cambridge en 1938.
Volvi¨® a Birmingham a realizar el doctorado, y all¨ª tuvo la suerte de trabajar con John Randall, un brillante cient¨ªfico al que quiz¨¢s Gran Breta?a deba parte de su victoria sobre la Alemania de Hitler, en la guerra que acababa de estallar. Fue Randall quien hizo las mayores contribuciones al desarrollo del radar, que tanta importancia tuvo en la resistencia brit¨¢nica al asalto nazi, y Wilkins tambi¨¦n puso su grano de arena en ese proyecto.
Tambi¨¦n trabaj¨® durante la guerra en el desarrollo de m¨¦todos de separaci¨®n de is¨®topos de uranio, y su esfuerzo en este campo le llev¨® a California como integrante del proyecto Manhattan, nombre bajo el que se encubr¨ªa el desarrollo de la primera bomba at¨®mica. El enorme ¨¦xito del proyecto y sus desastrosas consecuencias hizo nacer en Wilkins una feroz oposici¨®n a la guerra nuclear, y la b¨²squeda de otros caminos en la Ciencia.
La lectura del op¨²sculo ?Qu¨¦ es la vida? del premio Nobel Schr?dinger, abri¨® los ojos a Wilkins, como a muchos otros f¨ªsicos de su generaci¨®n, sobre la posibilidad de aplicar conceptos y t¨¦cnicas f¨ªsicas al estudio de los sistemas biol¨®gicos. Randall, su antiguo jefe, fue uno de esos f¨ªsicos empe?ados en crear lo que muy pronto vino a denominarse Biof¨ªsica, y como profesor de esa reci¨¦n estrenada disciplina traslad¨® su c¨¢tedra de la Universidad de St. Andrews al University College de Londres. En ambas universidades estuvo Wilkins como cercano ayudante de Randall, y durante varios a?os se aplic¨® en la utilizaci¨®n de diversas t¨¦cnicas f¨ªsicas al estudio de distintos materiales biol¨®gicos, entre ellos el ADN. A principios de los a?os cincuenta, era ya m¨¢s que evidente que en este material biol¨®gico resid¨ªa la informaci¨®n sobre la herencia, y los bi¨®logos y biof¨ªsicos se pusieron a estudiarlo con todas las t¨¦cnicas puestas a su disposici¨®n. Una de estas t¨¦cnicas era la difracci¨®n de rayos X, desarrollada entre otros por Von Laue y los Bragg, padre e hijo, y hab¨ªa sido aplicada a principios del XX a materiales no biol¨®gicos. Sin embargo, ya en la d¨¦cada de los treinta, investigadores como Pauling, Bernal y Astbury se dieron cuenta del potencial de la difracci¨®n de rayos X para la obtenci¨®n de informaci¨®n relevante de estructuras biol¨®gicas regulares, y el ADN parec¨ªa ser una de ellas. Wilkins tambi¨¦n fue consciente de su importancia, y a ¨¦l se deben a principio de los a?os cincuenta algunas de las primeras im¨¢genes de difracci¨®n de ADN. Posteriormente, algunas de estas im¨¢genes fueron observadas en un congreso cient¨ªfico por un brillante y extremadamente ambicioso investigador americano llamado James Watson, y en la vida de Wilkins se cruz¨® Rosalind Franklin, una joven e independiente cient¨ªfica inglesa que quer¨ªa ser reconocida por sus m¨¦ritos, y aqu¨ª comenz¨® la historia que ya conocemos, que acab¨® con la muerte por c¨¢ncer de Rosalind y el Premio Nobel para Watson, Crick y Wilkins.
Alejado de la notoriedad de Watson y Crick, Wilkins sigui¨® investigando y publicando algunos trabajos notables sobre la estructura del ¨¢cido ribonucleico, el ARN. Catedr¨¢tico en el King's College, primero de Biolog¨ªa Molecular y posteriormente de Biof¨ªsica, su estrella se fue apagando con el tiempo. Tras su muerte, resulta procedente comentar que quien fue acusado por la historiograf¨ªa reciente de deslealtad en su proceder durante aquel episodio casi novelesco, haya sido el fundador de la Sociedad Brit¨¢nica para la Responsabilidad Social en la Ciencia, sociedad a la que contribuy¨® con su esfuerzo a sostener.-
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