Atapuerca, a dos voces
Atapuerca es, posiblemente, el referente popular de la ciencia espa?ola actual. No hay otros lugares en los que se haga ciencia tan conocidos como esta sierra burgalesa, en la que han aparecido piezas clave de la evoluci¨®n humana. Se trata de uno de los seis mejores yacimientos del mundo, s¨®lo comparable a los africanos y, fuera de ?frica, al de Dmanisi, en Georgia. All¨ª se est¨¢n encontrando los primeros europeos, euroasi¨¢ticos, pero en Atapuerca est¨¢ toda la evoluci¨®n humana europea desde el principio hasta el final. Sin embargo, eso no lo explica todo.
Hace tiempo que sabemos, gracias al soci¨®logo de la ciencia Robert K. Merton (1910- 2003) y a otros, que, en el pa¨ªs de la ciencia, el buen pa?o tampoco se vende en el arca. Que en Atapuerca haya lo que hay no explica por s¨ª mismo el fen¨®meno Atapuerca, el premio Pr¨ªncipe de Asturias, el hecho de que sea Patrimonio de la Humanidad y, sobre todo, el que forme parte ya del imaginario popular. Contar lo que uno hace, y emplear tiempo y recursos en ello, es b¨¢sico, porque sin esa popularidad ser¨ªa imposible disponer del presupuesto necesario para tener all¨ª a 110 personas cada a?o, lo que ha convertido a Atapuerca en la excavaci¨®n m¨¢s grande de Europa en este momento. Importancia paleontol¨®gica, sin duda; trabajo duro, por supuesto; pero sin la tercera pata, la divulgaci¨®n, no se entiende Atapuerca.
ATAPUERCA, PERDIDOS EN LA COLINA
Eudald Carbonell y Jos¨¦ Mar¨ªa Berm¨²dez de Castro
Destino. Barcelona, 2004
446 p¨¢ginas. 24 euros
Eudald Carbonell y Jos¨¦ Ma
r¨ªa Berm¨²dez de Castro, dos de los tres directores de la excavaci¨®n, desvelan en este libro algunas otras razones para entender este fen¨®meno. La portada, un habitante de Atapuerca con una calavera muy hamletiana en la mano y los andamios al fondo, da ya algunas pistas: materia prima, trabajo y divulgaci¨®n. La idea de los autores, rescatar para la posteridad c¨®mo esta excavaci¨®n ha llegado a ser lo que es, tambi¨¦n ayuda a entenderlo todo. Incluso la forma elegida, un di¨¢logo entre los dos investigadores, es tambi¨¦n algo m¨¢s que una declaraci¨®n de intenciones.
Para empezar, levantar un edificio como el de Atapuerca exige unos cimientos que sean s¨®lidos. Y ah¨ª est¨¢ Emiliano Aguirre, reivindicado por sus disc¨ªpulos en las p¨¢ginas de este libro: "Sin ¨¦l, nosotros no estar¨ªamos aqu¨ª y muy posiblemente este proyecto no habr¨ªa tenido la relevancia que ha alcanzado y que esperamos tenga en el futuro". Luego, el repaso de much¨ªsimos nombres que han participado en el proyecto, algunos de forma m¨¢s tangencial y otros de lleno. El libro es, en buen plan, un ajuste de cuentas, una manera, seg¨²n Berm¨²dez de Castro, de "evitar que se pierda una historia interesante que no se ha contado y que ayuda a entender c¨®mo fue posible esto. Sin comprender el tiempo concreto en que sucedi¨®, no se entiende bien, y por eso hemos escrito este libro".
As¨ª, el di¨¢logo entre los dos investigadores, que quiz¨¢ quede en algunos pasajes poco natural, estructura el libro y nos lleva a lo largo del tiempo, de las personas, de lo sucedido y de lo encontrado. Desde las juergas nocturnas hasta la preparaci¨®n de los art¨ªculos para Nature y desde el encuentro del primer molar hasta la exposici¨®n de Nueva York de 2003, aqu¨ª est¨¢ todo. Adem¨¢s, de propina divulgativa, textos sobre evoluci¨®n humana y el trabajo cient¨ªfico paleontol¨®gico. Quiz¨¢, dado el c¨²mulo de nombres que se citan, hubiera sido bueno un ¨ªndice onom¨¢stico, pero esta ausencia no merma el valor de un libro que, como todo este fen¨®meno, combina sabiamente ciencia y divulgaci¨®n.
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