La derogaci¨®n de las c¨¢maras agrarias
La normal integraci¨®n del sector agropecuario y forestal en las c¨¢maras de comercio supondr¨ªa una alternativa definitivamente justa.
Es necesario homologar la actividad agraria a las otras actividades econ¨®micas del pa¨ªs, potenciar la figura del empresario agrario y toda la legislaci¨®n que integre nuestro sector en igualdad de oportunidades, derechos y obligaciones, que el resto. Este ha sido un proceso lento, pero que se est¨¢ consiguiendo. Recientemente, la ministra de Agricultura, Elena Espinosa, ha anunciado la derogaci¨®n de las c¨¢maras agrarias de acuerdo con todas las comunidades aut¨®nomas.
De este modo, puede abrirse a partir de ahora un sensato camino de encuentros con el Estado y las autonom¨ªas. Un tiempo para ordenar la agricultura como sector homologable, econ¨®mica y empresarialmente, a cualquier otro sector del pa¨ªs, con iguales derechos y deberes. El r¨¦gimen especial y alienante al que ha sido sometido el sector agrario, ya desde los a?os del franquismo, llega a su fin. La supresi¨®n de las c¨¢maras agrarias es, entre otros, uno de los resultados. El siguiente paso es conseguir la integraci¨®n de nuestro sector en las c¨¢maras de comercio. Esta es la corporaci¨®n de derecho p¨²blico que agrupa y da servicio a todas las actividades productivas y de comercio, tanto a escala auton¨®mica como estatal. Ya desde 1888, el Instituto Agr¨ªcola fue promotor de las c¨¢maras de comercio y fue as¨ª como la agricultura se pudo beneficiar.
En estos ¨²ltimos 20 a?os en Espa?a, la utilidad de las recauchutadas c¨¢maras agrarias ha sido indemostrable. La desamortizaci¨®n o nuevo estilo de su patrimonio ha sido suficiente dudoso en la mayor¨ªa de los casos. Su base legislativa, puesta continuamente en cuesti¨®n, y su r¨¦gimen electoral han resultado in¨²tiles. Mientras, el Estado y el Ministerio de Agricultura, a?o tras a?o, cada vez sab¨ªan menos y pod¨ªan hacer menos por la evoluci¨®n agraria espa?ola en su conjunto. En muchos sitios iban creciendo c¨¢usticas desavenencias y diferencias que no han hecho m¨¢s que perjudicar de forma general el normal crecimiento de este sector tan especial. Autonom¨ªas como la andaluza y la valenciana, donde no han existido las c¨¢maras agrarias, lo han tenido claro, han sabido desarrollar una agricultura con aliento empresarial y competitiva, siempre por encima de la mediana nacional. As¨ª lo han hecho tambi¨¦n, a su manera, por ejemplo, La Rioja, Navarra o Extremadura. En Catalu?a -donde se han convocado elecciones tres veces (1994-1998-2002)-, por el contrario, la producci¨®n agraria dentro del PIB, los activos humanos agrarios y las empresas no han dejado de disminuir. El resultado actual es que los sitios de Espa?a donde se ha desarrollado una pol¨ªtica econ¨®mica agraria adecuada han sabido prescindir r¨¢pidamente de las c¨¢maras agrarias, y all¨ª donde se han mantenido han pesado m¨¢s los asuntos pol¨ªticos, sociales y de conflictos territoriales que los econ¨®micos. As¨ª se ha desactivado cualquier emancipaci¨®n econ¨®mica del sector y ha menguado progresivamente la posible existencia de un n¨²mero adecuado de empresas medianas que, al fin y al cabo, son el aut¨¦ntico nervio econ¨®mico y el m¨¢s adecuado factor de equilibrio econ¨®mico y territorial, de futuro.
El car¨¢cter voluntario, totalmente libre y altruista, sin subyugaciones pol¨ªticas, del asociacionismo civil, es clave. Lo importante es lo que pueda decir y razonar el asociacionismo civil y no si, desde su representatividad electoral, puede revolver o no a los ciudadanos. La representatividad civil de las asociaciones mediante unas elecciones universales, es relativa y escasamente ¨²til. ?Puede imaginarse unas elecciones para saber qu¨¦ ONG es m¨¢s representativa que otra? Pues esto es lo que ha hecho el campo hasta ahora con su asociacionismo civil, perder el tiempo, cortar carreteras y alejarse cada vez m¨¢s del mercado y de sus deberes empresariales.
En democracia, el poder de decidir est¨¢ en manos de la representatividad pol¨ªtica; ¨¦sta s¨ª que se halla obligada de forma absoluta a decidir y responder de sus decisiones al conjunto de la sociedad. La clase pol¨ªtica puede hacer caso o no, libremente, de cualquier opini¨®n que les haga llegar el asociacionismo civil o la ciudadan¨ªa, sin exigirles un certificado de su representatividad. Cuando ciertas asociaciones se vanaglorian con su representatividad incuestionable, llegan a creerse en el
derecho de obligar pol¨ªticamente a la clase pol¨ªtica. El poder de un sindicato o de cualquier asociaci¨®n civil no es ni debe confundirse con el poder pol¨ªtico; de otro modo, se hace un flaco favor a la democracia. Es m¨¢s, en la directiva y ejecutiva de una asociaci¨®n civil, honestamente, no tendr¨ªa que haber lugar para pol¨ªticos en activo. Es entonces cuando la opini¨®n dif¨ªcilmente puede ser independiente y realmente al servicio de las decisiones que deban tomar, bajo su responsabilidad, los pol¨ªticos de turno.
Durante el siglo XIX y principios del XX el sector agrario y el pesquero formaban parte de las c¨¢maras de comercio. ?Por qu¨¦ hoy no estamos y s¨ª est¨¢n los dem¨¢s sectores econ¨®micos? La agricultura, ganader¨ªa y pesca italianas han estado integradas desde siempre en sus c¨¢maras de comercio, y es as¨ª como volando por el mundo podemos ver productos agrarios y agroalimentarios italianos. Es as¨ª como un empresario agrario puede vivir y captar la actividad comercial y econ¨®mica de forma m¨¢s ¨²til y pr¨®xima, puede conocer a empresarios de otros sectores, establecer alianzas y disfrutar de las mismas oportunidades, misiones comerciales etc¨¦tera, ventajas que hoy, en Espa?a, pueden disfrutar con cierta normalidad la industria, el comercio o los servicios y que en el ¨¢mbito alimentario quedan reducidas a unas empresas desvinculadas del sector agropecuario productor y primer transformador.
El Instituto Agr¨ªcola ya ha hecho verbalmente su propuesta a Jos¨¦ Manuel Fern¨¢ndez Norniella, presidente de la Confederaci¨®n de C¨¢maras Agrarias de Espa?a. En todo caso, ser¨ªa necesaria tambi¨¦n una reflexi¨®n con las c¨¢maras de comercio catalanas sobre la importancia de esta propuesta que realizamos. Hoy, en la agricultura, para la peque?a y mediana empresa agraria, como para cualquier otro sector, lo dif¨ªcil es vender. Es necesario, pues, homologar definitivamente nuestro sector al resto. ?Ya es hora!
Baldiri Ros es presidente del Instituto Agr¨ªcola.
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