Las olas de Mundaka
Un pueblo marinero de Vizcaya acoge estos d¨ªas a los mejores surfistas en la antepen¨²ltima prueba del Campeonato del Mundo de una actividad deportiva que gana adeptos en Espa?a
Tienen una fuerza enorme. Son huecas y muy largas. En los rincones m¨¢s rec¨®nditos del mundo, en c¨ªrculos peque?os, se ha o¨ªdo hablar de su furia. Muchos han compartido algunos de los momentos m¨¢s bonitos de su vida con ellas. Y hay quien ha estado cerca de morir por subestimarlas.
Las olas de Mundaka est¨¢n rodeadas de leyenda. Como casi todo en el mar. En general, seg¨²n la direcci¨®n hacia la que rompan mirando desde el agua hacia tierra firme, pueden ser izquierdas o derechas. ?stas son izquierdas. Unas de las mejores. Un capricho de la naturaleza gracias al cual este rinc¨®n de la costa vizca¨ªna est¨¢ marcado en rojo en mapas guardados en las guanteras de viejas furgonetas de todo el mundo.
Ya hay unos 11.000 federados, la mayor¨ªa de ellos en el Pa¨ªs Vasco
Mundaka, un pueblo marinero en plena reserva de la biosfera del Urdaibai, se ha convertido en una de las mecas del surf. Aqu¨ª se celebra cada mes de octubre, desde hace cinco a?os, la antepen¨²ltima prueba del WCT, la primera divisi¨®n de este deporte, disputada por los 45 mejores surfistas. Un exclusivo circuito con once pruebas sobre las mejores olas del planeta: Teahupoo, Jeffreys Bay, Chiba, Pipeline, Mundaka...
Una marejada de oto?o o invierno. Un punto de marea cercano a la bajamar, un ligero viento que sople del suroeste y un poco de suerte. Si las condiciones son buenas, puede vivirse un espectacular final en la quinta edici¨®n del Billabong Pro Mundaka, que empez¨® el pasado martes. La tecnolog¨ªa anuncia buenas olas. Pero hace falta algo m¨¢s que tecnolog¨ªa para adivinar su comportamiento.
S¨¢bado 2 de octubre. Mundaka amanece soleada. Quienes mejor la conocen aseguran que esta ma?ana las izquierdas se han despertado animadas. Los diez o quince surfistas que hay en el agua parecen divertirse mucho.
Arriba, en la atalaya, junto a la gran iglesia de piedra y el front¨®n, se ultiman los preparativos para el campeonato. Casetas para los jueces, banderas, carteles, recintos para los 200 periodistas llegados de 50 pa¨ªses. Ya nada de esto sorprende a los viejos arrantzales (pescadores). Hace tiempo que los cerca de mil habitantes de este pueblo se han acostumbrado a las furgonetas de matr¨ªculas extranjeras y a tomar potes en las tabernas con j¨®venes de pieles curtidas por el sol llegados desde Australia o California.
Esta ma?ana, a Craig Sage se le ve inquieto. Todav¨ªa no ha surfeado y le apetece hacerlo. Mira de reojo hacia las olas y, de vez en cuando, se sobresalta y elogia alguna maniobra de sus amigos, que est¨¢n ah¨ª abajo. Es quiz¨¢ la persona que mejor conoce estas olas. Este australiano, de 47 a?os de edad, vino a Mundaka "de a?o sab¨¢tico" en 1982. Y aqu¨ª sigue. Se cas¨® con una mundakesa, con quien ha tenido dos hijos; regenta la tienda local de surf y es el director de competici¨®n del torneo.
La primera vez que pis¨® Mundaka fue en 1980. "Estaba trabajando de socorrista en una playa de Inglaterra", recuerda en un castellano con marcado acento australiano; "un escoc¨¦s me habl¨® de Mundaka. Me dijo que no viniera, que eran unas olas peligrosas". Sage, por supuesto, vino.
A?os atr¨¢s hab¨ªa le¨ªdo un reportaje sobre Mundaka en una revista de surf estadounidense. Dos reporteros visitaron el pueblo y hablaban de un entorno m¨¢gico y misterioso. "Lo comparaban con el mundo de El se?or de los anillos, un libro que estaba muy de moda entonces", dice.
En su primer viaje, Sage se qued¨® seis semanas con un amigo en una tienda de campa?a. "No cog¨ª muy buenas olas", reconoce, "y pas¨¦ verdaderos apuros en el agua". A pesar de ello, volvi¨® a Mundaka los tres veranos siguientes: "Despu¨¦s ten¨ªa que regresar a Australia a terminar la carrera de Derecho, pero me tom¨¦ un a?o sab¨¢tico. Vine en 1982 con 11.000 pesetas en el bolsillo y aqu¨ª sigo".
En esos a?os, el surf, y m¨¢s en en Espa?a, ten¨ªa poco que ver con lo que es ahora. Aquella era la primera generaci¨®n del surf moderno, el que se practica con tablas cortas. Los adolescentes que surfean hoy pertenecen a la cuarta. En todo este tiempo, los avances t¨¦cnicos en los materiales y las formas de las tablas han hecho de ¨¦ste un deporte mucho m¨¢s asequible. Y mucho m¨¢s masificado.
Los or¨ªgenes del surf son difusos. Se sabe que los antiguos habitantes de la Polinesia cog¨ªan olas de pie sobre enormes tablas de madera en un ritual que llamaban Choroee o He e'nalu. Construyeron templos en los que se rezaba por el surf y hasta dirim¨ªan conflictos amorosos ret¨¢ndose a coger olas en los rompientes m¨¢s peligrosos.
Las primeras referencias escritas sobre el deporte se encuentran en cuadernos de navegantes del siglo XVIII. Como el capit¨¢n James Cook, que, en su tercera expedici¨®n al servicio de la Marina Real brit¨¢nica, en 1778, lleg¨® a las islas Sandwich (hoy Hawaii) y escribi¨® en su bit¨¢cora sobre "el curioso ejercicio acu¨¢tico que realizan sobre planchas de madera los nativos".
El surf se extendi¨® con el tiempo por Am¨¦rica y Australia, pero tard¨® siglos en llegar al Viejo Continente. El que es casi un¨¢nimemente considerado como el primer episodio de surf en la Europa continental se remonta a los a?os cincuenta y tiene tintes cinematogr¨¢ficos.
Peter Viertel, guionista de Hollywood, se encontraba en Biarritz (Pa¨ªs Vasco franc¨¦s) en el rodaje de la pel¨ªcula Fiesta (Henry King, 1957). Vio las olas que romp¨ªan en las playas vascas, hizo un par de llamadas y se convirti¨®, sin quererlo, en un pionero.
A sus 83 a?os, Viertel lo recuerda por tel¨¦fono desde su casa de M¨¢laga, donde vive retirado: "Yo estaba trabajando de guionista para la 20th Century Fox. El hijo de [Darryl F.] Zanuck, el productor de la pel¨ªcula, era muy aficionado al surf. Yo le llam¨¦ y le cont¨¦ que en Biarritz hab¨ªa olas preciosas y que nadie las surfeaba. As¨ª que Dick se vino al rodaje y, entre el equipo de c¨¢mara, se trajo dos tablas. Al llegar, su padre le dijo que era un golfo y le mand¨® de vuelta a California". Pero las tablas se quedaron aqu¨ª. "Yo hab¨ªa surfeado alguna vez en Hawaii", recuerda, "y encontr¨¦ que aqu¨ª era m¨¢s dif¨ªcil. El caso es que empec¨¦ a venir cada verano y, con algunos amigos locales, nos aficionamos a hacer surf". La semilla estaba plantada.
Poco a poco, el deporte se fue extendiendo por la costa francesa y, gracias a veraneantes c¨¢ntabros y vascos, no tard¨® en propagarse por la costa espa?ola. Hoy, Viertel, desde su retiro mediterr¨¢neo, asiste at¨®nito a su popularizaci¨®n: "Incluso aqu¨ª, en Marbella, hay tiendas de surf y un mont¨®n de j¨®venes aficionados".
En la Federaci¨®n Espa?ola, nacida hace cuatro a?os y que cuenta con 1.103 federados, calculan que "hay unos 50.000 surfistas en Espa?a, repartidos sobre todo por Canarias, Cantabria, Asturias y Galicia, pero tambi¨¦n por el Mediterr¨¢neo". A ellos hay que a?adir los cerca de 10.000 que hay en Euskadi, seg¨²n la vasca -nacida en 1989 y que cuenta con 1.800 federados-, que es independiente de la espa?ola. Hay publicaciones especializadas, decenas de escuelas y tiendas que venden el estilo de vida surfero por todo el territorio espa?ol.
"El surf est¨¢ viviendo una segunda juventud", asegura Jokin Arroyo, de 32 a?os, gerente de la federaci¨®n vasca. "En los a?os 80, hubo un boom importante, seguido de una crisis en los 90. Ahora, gracias a la publicidad y a la existencia de material m¨¢s c¨®modo y accesible, el surf est¨¢ despegando. Por menos de 400 euros un chaval puede comprar el material para surfear todo el a?o. Y la cancha es gratis. Adem¨¢s, los primeros surfistas espa?oles ya tienen hijos que enseguida se suben a la tabla. Pero lo principal es que es un deporte que engancha mucho".
Aqu¨ª, en Mundaka, los viejos del pueblo dicen que vieron llegar a los primeros surfistas hace 30 a?os. Se habla de dos californianos que se dejaron caer en un viejo Cadillac con sus tablas. Dif¨ªcil de comprobar.
Desde entonces ha habido de todo. D¨ªas memorables de olas enormes, peligrosos rescates en helic¨®ptero y tubos de m¨¢s de diez segundos. El tubo, la maniobra estrella del surf, consiste en dejarse cubrir por el labio de la ola rompiente. Los famosos tubos de su largu¨ªsima ola siguen atrayendo aqu¨ª, a la desembocadura de la r¨ªa de Mundaka, a surfistas de todo el mundo. Hoy, pocos vienen ya en sus furgonetas. La mayor¨ªa se aloja en casas rurales o en el nuevo albergue del pueblo, que cuesta 9 euros la noche. Los tiempos cambian, pero hay cosas y personas que siguen ah¨ª.
Como Sage, el anfitri¨®n australiano. Aqu¨ª, en Mundaka, se peg¨® el mejor ba?o de su vida el 5 de octubre de 1985, un d¨ªa que nunca olvidar¨¢. Igual que aquel 19 de enero de 1999, cuando entr¨® al agua solo con unas olas gigantes y a punto estuvo de no salir: "Chocaba contra paredes de espuma de seis metros de altura. Eran como de hormig¨®n".
Para Sage, el hecho de que en Mundaka se celebre una de las once pruebas de la primera divisi¨®n del surf mundial es, adem¨¢s de un reconocimiento a unas olas y a una afici¨®n, un sue?o hecho realidad. Si las izquierdas de Mundaka tiene uno de esos d¨ªas que las han hecho famosas, puede que se viva una gran final (se puede seguir el campeonato en www.aspworldtour.com
). Entonces habr¨¢ un australiano especialmente contento. B¨²squenle en la atalaya. Si no est¨¢ ah¨ª, seguro que est¨¢ en el mar.
La cresta de la competici¨®n
El Billabong Pro Mundaka es una de las once pruebas del circuito masculino del World Championship Tour (WCT), el Campeonato del Mundo de surf. Desde 1999 -exceptuando 2001, cuando se suspendi¨® la fase europea debido a los atentados terroristas del 11-S-, los 45 mejores surfistas recalan en Espa?a antes de afrontar las dos ¨²ltimas pruebas, en Brasil y Hawai.
Esta comunidad de n¨®madas con tablas recorre durante todo el a?o las once mejores olas, desde Sur¨¢frica hasta Jap¨®n, para decidir qui¨¦n es el mejor surfista. La de Mundaka es una de las dos ¨²nicas pruebas de la WCT que se celebran en Europa. La otra es en Hossegor (Francia). Las mujeres compiten en un circuito paralelo con seis pruebas, ninguna en Espa?a, en las que se miden las 16 mejores.
Para tener acceso a esta ¨¦lite del WCT, hay que destacar primero en las World Qualifying Series (WQS). Se trata de un circuito con 40 pruebas (cinco de las del masculino se celebran en Espa?a) de distintas categor¨ªas.
As¨ª, a cada final de temporada, los 15 mejor clasificados en las WQS se intercambian con los 15 ¨²ltimos de la WCT.
Ning¨²n surfista espa?ol ha llegado a competir nunca en la WCT, pero alguno ha estado cerca. El que m¨¢s lejos ha llegado ha sido el vasco Eneko Acero, de 27 a?os, que termin¨® el a?o 2002 en el puesto 32? de las WQS. La esperanza est¨¢ ahora en la siguiente generaci¨®n, la de surfistas como Hodei Collazo, de 20, o Aritz Aranburu, de 19, que van camino de hacer historia.
Los campeonatos se organizan en mangas de dos o tres surfistas que entran al agua a la vez. Cada una dura cerca de media hora y punt¨²an las dos o tres mejores olas (depende de cada prueba) que haya cogido cada uno. Un equipo de jueces de la ASP, el organismo que gestiona el surf profesional, punt¨²a cada ola que cogen los surfistas en una escala del 1 al 10, valorando la calidad de la ola, el estilo del surfista, el tiempo que la haya surfeado y sus maniobras. ?stas tienen nombres como tubo, a¨¦reo, floater, re-entry o cut-back...
Cada prueba del WCT masculino reparte como m¨ªnimo 260.000 d¨®lares en premios. Y organizar una competici¨®n como la de Mundaka cuesta a los patrocinadores cerca de un mill¨®n de d¨®lares.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.