Ramiro Pinilla recrea las fisuras de un mundo entre la tradici¨®n y el cambio
Se edita el primer tomo de su trilog¨ªa 'Verdes valles, colinas rojas'
"?sta no es una novela con voluntad vasca, sino universal", se apresur¨® a decir ayer Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923) de Verdes valles, colinas rojas (Tusquets), obra monumental de 2.400 p¨¢ginas en la que ha trabajado 18 a?os y "casi un metro de alto de hojas manuscritas", cuya primera parte, La tierra convulsa, acaba de editarse. "Epopeya sobre la libertad y la justicia", se inicia en el siglo XIX con el odio entre una rancia arist¨®crata y una criada con ambici¨®n y hambre parejas, y recrea un mundo tironeado entre la tradici¨®n y el cambio.
"Yo pens¨¦ que era el hijo; no sab¨ªa que Ramiro Pinilla viv¨ªa todav¨ªa", fue una de las frases m¨¢s escuchadas ayer en el hotel madrile?o escogido para las entrevistas de presentaci¨®n de su nueva novela, Verdes valles, colinas rojas, cuyas segunda y tercera partes ("una divisi¨®n que obedece a razones editoriales", aclara el escritor) se anuncian para la primavera y el oto?o de 2005.
El asombro se explica, en parte, por el alejamiento voluntario en el que ha vivido el autor de Las ciegas hormigas (premios Nadal y de la Cr¨ªtica en 1961), desde 1972, a?o en que result¨® finalista del premio Planeta con Seno y que ¨¦l explica con un simple "yo era un t¨ªmido, el Nadal me oblig¨® a salir al mundo y a tratar con las editoriales. No estaba preparado y no me sent¨ª bien tratado". Ese pasado guarda recuerdos que duelen: "La primera vez que tuve que hablar de mi novela tras el Nadal, mi mente se qued¨® en blanco y fue doloroso. Con el tiempo decid¨ª retirarme; fund¨¦ con un amigo Libropueblo, una peque?a editorial en la que vend¨ªamos literatura a precio de costo. Fue un sue?o de la transici¨®n, pero no result¨®", resume.
Este regreso tambi¨¦n tiene, para el escritor bilba¨ªno, sus razones: "La edad y la propia novela, que creo merece ser honrada". S¨ªntesis del universo Pinilla ("la novela no empieza en este libro, sino 30 a?os antes en cuentos y novelas cortas, s¨®lo ten¨ªa que poner en orden ese mundo; escribirla me ha ayudado a congeniar mejor conmigo mismo"), Verdes valles, colinas rojas supone, pues, un reencuentro.
La fe de los excesos
En la "construcci¨®n" de la novela Pinilla ha usado 250 fichas de personajes ("no todos aparecen, pero me han acompa?ado") y se ha ocupado especialmente de lograr "un lenguaje invisible, que cuente sin estorbar, sin imponerse, casi sin ser percibido". Un hallazgo que agradece a su experiencia de lector: "Una de mis primeras pasiones fueron las novelas de Garc¨ªa M¨¢rquez. Pero las fui dejando porque cuando lees sus historias", afirma, "te sumerges en el lenguaje, pero los personajes no te emocionan. Su lenguaje es tan fascinante que se convierte en un obst¨¢culo".
El paisaje elegido para esta novela es, como en otras historias de Pinilla, el pueblo de Getxo, donde vive el autor. La ficci¨®n, que incluye, "no sin iron¨ªa", la recreaci¨®n de las leyendas y mitos fundacionales del pueblo vasco, sigue la pista de dos familias, los Altube y los Baskardo, desde 1889 hasta 1980. El relato abarca a varias generaciones y refleja las tensiones entre los nacionalistas de los "verdes valles" y los mineros de las "colinas rojas", a los que alude el t¨ªtulo.
Devoto de Carlos Gardel ( "tengo todos sus discos") y de Thoreau ("le puse Walden a mi casa por uno de sus libros"), Pinilla se define como "un solitario", "no nacionalista" y un ser "algo dram¨¢tico que concibe el mundo como epopeya y al que le conmueven las historias que hablan de la salvaguarda de la dignidad individual". Todo eso, dice, alimenta sus libros.
La tradici¨®n y lo nuevo tienen en esta novela rostros de mujer. La llegada al pueblo de Ella, una criada extranjera y "sin nombre" que se emplea en la mansi¨®n Baskardo, se convierte en esc¨¢ndalo cuando anuncia que espera un hijo de su patr¨®n y desata la furia de Cristina, esposa del arist¨®crata, "nacionalista y seguidora de Sabino Arana". Otro personaje explica ese sentimiento: 'Mira', asegura Manuel, el maestro, a un disc¨ªpulo, 'lo nuestro no puede ser explicado con palabras'. ?sa es, para m¨ª, la definici¨®n de la fe y de los excesos que todav¨ªa hoy padecemos", dice el autor.
De Faulkner, otra de sus influencias, Pinilla aprendi¨® la ambici¨®n "de crear un mundo total y completo" y a eludir otras trampas del lenguaje: "Lo que obstruye a veces es su condici¨®n de peque?o cabroncete que no te cuenta las cosas, sino que las sumerge y las envuelve en par¨¢bolas. Claro, dentro hay un tesoro y por eso insistes", opina.
Dos frases abren a modo de ep¨ªgrafe Verdes valles, colinas rojas: "Ahora s¨¦ por qui¨¦n he escrito siempre. Pero mi verdadero mundo fue otro". "La primera", explica Pinilla, "se refiere a la literatura, que ha sido un refugio, un placer, una forma de felicidad, pero nunca el centro de mi vida. La segunda, a mi familia y mi casa. Es una certeza que quiero dejar a mis tres hijos: ellos han sido siempre lo m¨¢s importante".
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