Tony Soprano defiende la ley
La ventaja por puntos del dem¨®crata choca con la polarizaci¨®n de la sociedad
Los momentos m¨¢s hilarantes del debate de Arizona fueron los de las analog¨ªas. Kerry dijo que cuando el presidente Bush hablaba de responsabilidad fiscal se parec¨ªa al g¨¢nster Tony Soprano defendiendo la ley; y Bush contraatacaba afirmando muy serio que el dem¨®crata pertenec¨ªa ?a la extrema izquierda del sistema americano!, poco despu¨¦s de que Kerry confesase su religi¨®n cat¨®lica y, para dar m¨¢s ¨¦nfasis a la fe en Dios, dec¨ªa a sus conciudadanos mirando fijo a la pantalla que de peque?o hab¨ªa sido monaguillo.
A 20 d¨ªas de las elecciones presidenciales, los sondeos dan un equilibrio en las expectativas, con un candidato al alza (Kerry) y otro a la baja (Bush). Desempatar hubiera exigido del tercer debate televisivo una victoria por KO en el combate dial¨¦ctico. No se sabe si la ventaja por puntos del dem¨®crata ser¨¢ suficiente para superar en las urnas el miedo al terrorismo y la polarizaci¨®n de la sociedad. Un triunfo tan parcial seguramente deflactar¨¢ el valor central de la televisi¨®n en esta campa?a.
"S¨®lo un senador liberal por Massachusetts puede decir este tipo de cosas", martille¨® el presidente
Desempatar hubiera exigido del tercer debate una victoria por KO en el combate dial¨¦ctico
El debate se dedic¨® a los asuntos nacionales, fundamentalmente a los relacionados con el mundo de la econom¨ªa y sus aleda?os. El contexto en el que se desarrollaba era -no pod¨ªa ser de otra forma- el balance de la primera legislatura Bush (algo tangible) y los planes de Kerry para corregir sus efectos m¨¢s indeseables (un futurible). Ese contexto era, pues, favorable al dem¨®crata. Y lo aprovech¨®. El economista Paul Krugman utiliza la met¨¢fora del "reloj del d¨¦bito" para contar lo que ha sucedido con la Administraci¨®n republicana: un hombre de negocios dotado de esp¨ªritu p¨²blico puso un reloj en marcha en 1989 con la esperanza de avergonzar a los malos pol¨ªticos, de manera que pasaran a actuar con responsabilidad. La deuda nacional, cada vez m¨¢s elevada, alcanzaba cifras gigantescas, pues el Gobierno federal gastaba todos los a?os bastante m¨¢s de lo que recaudaba, con lo que se ve¨ªa obligado a tomar prestada la diferencia. Pero a finales de la d¨¦cada de los noventa ocurri¨® algo curioso: los ingresos del Gobierno provenientes de los impuestos subieron a la par que las bolsas, y los enormes d¨¦ficit presupuestarios empezaron a disminuir hasta transformarse en super¨¢vit que bat¨ªan marcas. En septiembre de 2000, el propietario del reloj lo detuvo. En julio de 2002, cuando el pa¨ªs se enfrentaba una vez m¨¢s a un d¨¦ficit monumental, volvi¨® a ponerlo en marcha. Han ocurrido muchas cosas en los ¨²ltimos cuatro a?os de Bush, frente a la buena herencia que dej¨® el dem¨®crata Clinton: ca¨ªda del mercado de valores, esc¨¢ndalos empresariales, crisis energ¨¦tica, retroceso en la protecci¨®n del medio ambiente, d¨¦ficit presupuestario y de la balanza de pagos, una recesi¨®n, el terrorismo, las alianzas problem¨¢ticas y, por ¨²ltimo, la guerra.
El semanario sat¨ªrico The Onion -que se describe como "la mejor fuente de noticias de EE UU"- hac¨ªa hace poco una parodia de un discurso de George W. Bush en el que ¨¦ste dec¨ªa: "Ha terminado nuestra larga pesadilla nacional de paz y prosperidad". Un candidato menos fr¨ªo que el g¨¦lido Kerry hubiera sido demoledor al analizar ese balance. Kerry prefiri¨® la distancia brechtiana y golpear con los datos y sin estridencias: Bush es el primer presidente en muchas d¨¦cadas que deja m¨¢s paro del que EE UU ten¨ªa cuando lleg¨®; el empleo que se ha creado es precario y de mala calidad; la renta per c¨¢pita de las familias medias ha decrecido, mientras que el 1% de la poblaci¨®n, ayudado por la bajada de impuestos, se ha hecho m¨¢s rico (Stiglitz ha escrito que con Bush "nunca tan pocos han recibido tanto de tantos"); el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo expulsa de su sistema sanitario a cada vez m¨¢s personas; la Casa Blanca ha devenido m¨¢s opaca y en ella se celebran reuniones para favorecer a los grupos de presi¨®n relacionados con las empresas energ¨¦ticas, farmac¨¦uticas, aseguradoras, etc¨¦tera; y para m¨¢s inri, el d¨¦ficit p¨²blico se ha desbocado, malgastando el super¨¢vit de Clinton.
Con tan escaso bagaje, Bush -que no domina precisamente el lenguaje econ¨®mico- s¨®lo pose¨ªa un arma, que demuestra el retroceso cultural que se ha producido en EE UU en los ¨²ltimos tiempos: acusar a Kerry de liberal (en el sentido norteamericano), sin¨®nimo de gastador y partidario de elevar los impuestos: "colega de Ted Kennedy", "s¨®lo un senador liberal por Massachusetts puede decir este tipo de cosas"..., martille¨® el presidente. Pero, ?con qu¨¦ autoridad moral puede una persona acusar a otra de utilizar mal los recursos p¨²blicos si durante el mandato de la primera ha utilizado los dos puntos de PIB de super¨¢vit que le dej¨® Clinton y cuatro de d¨¦ficit que ha generado ¨¦l para obtener un crecimiento tan mediocre?
Citemos de nuevo a Stiglitz para explicar la mirada esc¨¦ptica de un espectador europeo al observar los argumentos econ¨®micos del debate Bush-Kerry: es una cruel iron¨ªa que el centro-izquierda se haya convertido en guardi¨¢n de la responsabilidad fiscal; al argumentar los recortes fiscales para estimular la econom¨ªa, la derecha ha adoptado la ret¨®rica keynesiana, pero s¨®lo la ret¨®rica. Los recortes fiscales no han sido dise?ados para estimular la econom¨ªa, sino para dar m¨¢s dinero a aquellos a quienes les va bien.
O dicho de otra manera: bajar los impuestos, ?es de derechas o de izquierdas? Depende de a qui¨¦n se le reduzcan. Y aqu¨ª s¨ª hubo diferencias entre el senador dem¨®crata y el neocons de la Casa Blanca.
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