Problemas de aprendizaje
Todos los partidos pol¨ªticos son deficitarios desde una perspectiva democr¨¢tica. Lo son constitutivamente. Hay siempre un d¨¦ficit en el proceso de formaci¨®n de la voluntad en los partidos pol¨ªticos en comparaci¨®n con lo que ocurre en las instituciones representativas del Estado. La norma democr¨¢tica se deval¨²a inexorablemente en el tr¨¢nsito del Estado al partido. Las condiciones en las que opera el principio de igualdad cuando el marco de referencia es el cuerpo electoral de las instituciones representativas son enormemente superiores a aquellas en las que opera cuando el marco de referencia son los afiliados a un partido pol¨ªtico.
Ahora bien, el que todos sean deficitarios no quiere decir que todos lo sean por igual. Hay d¨¦ficit que resultan manejables, porque la desviaci¨®n de la norma democr¨¢tica no hace que ¨¦sta sea completamente irreconocible en el seno del partido, y hay otros que acaban siendo inmanejables porque ocurre lo contrario: la desviaci¨®n es tan intensa que el partido tiene dificultades para insertarse en el funcionamiento de un Estado democr¨¢tico.
El PP se encuentra en esta segunda categor¨ªa. Desde la fundaci¨®n por Manuel Fraga y desde la refundaci¨®n en Sevilla con el tr¨¢nsito del liderazgo a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, el PP ha estado internamente constituido al margen de cualquier principio democr¨¢tico. Y de manera vocacional. La autoridad del presidente era la clave de b¨®veda de toda la estructura. ?nicamente en el interregno de Antonio Hern¨¢ndez Mancha quebr¨® ese criterio, que fue reintroducido todav¨ªa m¨¢s reforzado tras su destituci¨®n. El PP ha llegado a teorizar que este principio presidencial era muy superior al principio democr¨¢tico para la organizaci¨®n del partido. Ha llegado incluso a presumir de ello.
Ese principio constitutivo se ha venido abajo con la derrota electoral del 14-M. Si hubiera ganado Mariano Rajoy, tal vez hubiera podido mantenerse durante alg¨²n tiempo el criterio de la autoridad del presidente como elemento rector del partido. Pero con la derrota del PP ese criterio ha dejado de ser v¨¢lido. Rajoy no podr¨¢ designar a su sucesor, como Aznar lo design¨® a ¨¦l, y Fraga a Aznar. Ni podr¨¢ imponer a los presidentes regionales, ni ¨¦stos podr¨¢n imponer a los provinciales.
El PP est¨¢ inmerso en el proceso de aprendizaje de selecci¨®n de sus dirigentes mediante la participaci¨®n de los afiliados y no ¨²nicamente mediante la designaci¨®n desde arriba, aunque el criterio de la direcci¨®n de cada momento vaya a seguir teniendo un peso notable en la decisi¨®n democr¨¢tica. Los afiliados van a tener que participar en el proceso de arbitraje de los conflictos que inevitablemente se producen en el interior del partido. No lo han hecho en el pasado, pero van a tener que hacerlo de ahora en adelante.
Y todos los comienzos, como dec¨ªa Marx en el pr¨®logo a la primera edici¨®n de El capital, son dif¨ªciles. Dif¨ªciles y adem¨¢s insoslayables. Si los obst¨¢culos iniciales no son superados, no se puede seguir adelante. De ah¨ª que se vivan con tanta angustia. El PP est¨¢ viviendo una experiencia en cierta medida constituyente, de sustituci¨®n de un principio constitutivo, el principio presidencial, fuertemente autoritario, por otro distinto, de car¨¢cter democr¨¢tico, en el que la participaci¨®n de los afiliados se haga visible. Es comprensible la ansiedad con que la est¨¢ viviendo. El tr¨¢nsito del autoritarismo a la democracia nunca ha sido f¨¢cil. No lo fue en el Estado. Tampoco lo es en el partido. Lo ¨²nico que cabe desearle es que, adem¨¢s de voluntad para hacerlo, tenga acierto en la tarea.
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