Obediencia debida en Abu Ghraib
En la era de Sadam, Abu Ghraib, situada 30 kil¨®metros al oeste de Bagdad, era una de las prisiones m¨¢s tristemente c¨¦lebres del mundo por sus torturas, sus ejecuciones semanales y sus infames condiciones de vida. Unos 50.000 hombres y mujeres (imposible dar la cifra exacta) llegaron a estar encerrados en un mismo momento en Abu Ghraib, en celdas de tres metros y medio de lado que eran poco m¨¢s que pocilgas.
En los saqueos que siguieron a la ca¨ªda del r¨¦gimen en abril de 2003, el enorme complejo carcelario, a la saz¨®n desierto, fue despojado de todo cuanto pudieron llevarse, incluidas puertas, ventanas y ladrillos. Las autoridades de la coalici¨®n hicieron embaldosar los suelos, limpiar y reparar las celdas y a?adir lavabos, duchas y un centro m¨¦dico. Abu Ghraib se hab¨ªa convertido en una prisi¨®n militar estadounidense. Sin embargo, la mayor¨ªa de los prisioneros -en oto?o de 2003 eran ya varios millares, incluyendo mujeres y adolescentes- eran civiles, muchos de ellos apresados en redadas militares y en puntos de control de carreteras. Hab¨ªa tres categor¨ªas: delincuentes comunes, sospechosos de "cr¨ªmenes contra la coalici¨®n" y un peque?o n¨²mero de presuntos "valiosos" l¨ªderes de la insurgencia.
El informe de Taguba describ¨ªa: amenazar a los varones con la violaci¨®n; sodomizar a un detenido con una l¨¢mpara de destellos y quiz¨¢ con un palo de escoba, y utilizar perros para asustar e intimidar a los reclusos amenaz¨¢ndolos con ser atacados
Las acusaciones estaban respaldadas por pruebas concluyentes, a?ad¨ªa Taguba: "Declaraciones detalladas de testigos y pruebas fotogr¨¢ficas extremadamente expl¨ªcitas"
Los abusos de la 372? Compa?¨ªa con los prisioneros parec¨ªan casi rutinarios, un hecho de la vida castrense que los soldados no sintieron la necesidad de ocultar
En junio de 2003, Janis Karpinski, general de brigada en la reserva, fue nombrada comandante de la 800? Brigada de la Polic¨ªa Militar (PM) y puesta al mando de las prisiones militares. La general Karpinski, la ¨²nica mujer con ese rango en la zona de guerra, era una experimentada oficial de operaciones que hab¨ªa servido en las fuerzas especiales y en la Guerra del Golfo de 1991, pero nunca hab¨ªa gobernado un centro penitenciario. Ahora ten¨ªa a su cargo tres grandes c¨¢rceles, ocho batallones y 3.400 reservistas del ej¨¦rcito, la mayor¨ªa de los cuales, al igual que ella, no estaban adiestrados para regentar una prisi¨®n.
Janis Karpinski, que desde los cinco a?os ya quer¨ªa ser militar, es asesora financiera en la vida civil y su nuevo trabajo la ten¨ªa entusiasmada. En una entrevista con el St. Peters burg Time's en diciembre de 2003 dijo que muchos reclusos iraqu¨ªes de Abu Ghraib "viven mejor aqu¨ª de lo que viv¨ªan en sus casas. Incluso empieza a preocuparnos que no quieran marcharse de la prisi¨®n".
Amonestaci¨®n oficial
Un mes m¨¢s tarde, Karpinski fue oficialmente amonestada y subrepticiamente suspendida, y el teniente general Ricardo S. S¨¢nchez, comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses en Irak, autoriz¨® una investigaci¨®n sobre el sistema penitenciario militar. A finales de febrero de 2004, el general de divisi¨®n Antonio M. Taguba completaba un informe de 53 p¨¢ginas de car¨¢cter interno (algunas partes fueron clasificadas como secretas); yo lo consegu¨ª en abril. Sus conclusiones sobre los fallos del sistema penitenciario militar fueron inequ¨ªvocas. Concretamente, Taguba descubri¨® que entre octubre y diciembre de 2003 hubo en Abu Ghraib numerosos casos de "malos tratos flagrantes, gratuitos e incluso s¨¢dicos". Los abusos sistem¨¢ticos contra los detenidos, informaba Taguba, eran perpetrados por soldados de la 372? Compa?¨ªa de la Polic¨ªa Militar, as¨ª como por miembros de los servicios de inteligencia. (La 372? estaba agregada al 320? Batall¨®n de la Polic¨ªa Militar, a las ¨®rdenes directas de Karpinski en el cuartel general de la brigada). El informe de Taguba enumeraba algunas de las fechor¨ªas:
Romper l¨¢mparas de destellos
[utilizadas por submarinistas, etc¨¦tera; del tama?o de un cartucho de dinamita] y verter el l¨ªquido fosf¨®rico sobre los detenidos; derramar agua fr¨ªa sobre reclusos desnudos; golpearlos con palos de escoba y sillas; amenazar a los varones con la violaci¨®n; permitir que un polic¨ªa militar le cosiera la herida a un herido tras ser arrojado contra la pared de su celda; sodomizar a un detenido con una l¨¢mpara de destellos y quiz¨¢ con un palo de escoba, y utilizar perros adiestrados para asustar e intimidar a los reclusos amenaz¨¢ndolos con ser atacados, y en un caso concreto haciendo morder a uno de ellos.
Las acusaciones estaban respaldadas por pruebas concluyentes, a?ad¨ªa Taguba: "Declaraciones detalladas de testigos y pruebas fotogr¨¢ficas extremadamente expl¨ªcitas". Las fotograf¨ªas y v¨ªdeos tomados por los soldados cuando estos abusos ten¨ªan lugar no fueron incluidos en este informe, dijo Taguba, debido a su "car¨¢cter extremadamente sensible".
Las fotograf¨ªas -varias de las cuales aparecieron en 60 minutes II de la CBS el 28 de abril de 2004, unos d¨ªas antes de que se publicara mi art¨ªculo en The New Yorker- muestran a soldados mof¨¢ndose e insultando a prisioneros iraqu¨ªes desnudos y obligados a adoptar posturas humillantes. Seis sospechosos -el brigada Ivan L. Chip Frederick II, el suboficial de mayor graduaci¨®n, el cabo Graner, el sargento Javal Davis, el soldado Megan Ambuhi, la soldado Sabrina Harman y el cabo Jeremy Sivits- se enfrentaban en ese momento a juicio en Irak por cargos que comprend¨ªan conspiraci¨®n, quebrantamiento del deber, crueldad con prisioneros, malos tratos, acoso sexual y actos indecentes. Un s¨¦ptimo sospechoso, la cabo Lynndie England, hab¨ªa sido destinada a Fort Bragg (Carolina del Norte) al quedar embarazada de Graner, y fue encausada m¨¢s adelante.
En una de las fotografias, England, con un cigarrillo entre los labios, levanta el pulgar mientras se?ala apreciativamente los genitales de un joven iraqu¨ª -desnudo a excepci¨®n de la cabeza, cubierta por un saco- mientras ¨¦ste se masturba. Otros tres prisioneros, con capucha y desnudos, aparecen tambi¨¦n con las manos cruzadas sobre sus respectivos genitales. Un quinto prisionero tiene las manos a los costados. En otra foto, England est¨¢ cogida del brazo del cabo Graner, ambos sonrientes y haciendo la susodicha se?al con el pulgar detr¨¢s de un grupo de unos siete iraqu¨ªes desnudos, con las rodillas dobladas y apelotonados grotescamente formando una pir¨¢mide de cuerpos. Hay otra foto de un grupo de prisioneros desnudos, tambi¨¦n apilados en pir¨¢mide. Cerca de ellos est¨¢ Graner, sonriente y cruzado de brazos; frente a ¨¦l est¨¢ la soldado Sabrina Harman, doblada por la cintura, y ella tambi¨¦n sonr¨ªe. Finalmente hay otro grupo de cuerpos encapuchados, con una soldado delante tom¨¢ndoles fotos con una c¨¢mara. En otra foto se ve a un prisionero desnudo, de rodillas y sin capucha, en una postura que pretende aparentar que est¨¢ practicando una felaci¨®n a otro prisionero desnudo y encapuchado.
Obligados a masturbarse
Tanta deshumanizaci¨®n es intolerable en cualquier cultura, pero m¨¢s a¨²n en el mundo ¨¢rabe. Los actos homosexuales van contra la ley isl¨¢mica, y para los hombres es humillante estar desnudos delante de otros hombres, seg¨²n explicaba Bernard Haykel, especialista en Oriente Pr¨®ximo de la Universidad de Nueva York. "Ser puestos unos encima de los otros y obligados a masturbarse, estar desnudos en presencia de otros, todo ello es una forma de tortura", dijo. Dos rostros iraqu¨ªes que aparecen en las fotograf¨ªas pertenecen a sendos muertos. Se ve la cara maltratada del prisionero n? 153399 y el cuerpo ensangrentado de otro, envuelto en celof¨¢n y recubierto de hielo. Hay una fotograf¨ªa de una sala vac¨ªa y salpicada de sangre.
Los abusos de la 372? con los prisioneros parec¨ªan casi rutinarios, un hecho de la vida castrense que los soldados no sintieron la necesidad de ocultar. El 9 de abril de 2004, en una audiencia judicial regida por el art¨ªculo 32 (el equivalente militar de un gran jurado) en el caso contra el brigada Frederick, en Camp Victory, cerca de Bagdad, uno de los testigos, el polic¨ªa militar Matthew Wisdom, explic¨® al tribunal lo que sucedi¨® cuando ¨¦l y otros soldados entregaron a siete prisioneros, encapuchados y maniatados, al llamado Sitio Duro de Abu Ghraib, siete galer¨ªas de celdas donde estaban los reclusos m¨¢s conflictivos. Los siete hombres hab¨ªan sido acusados de iniciar una revuelta en otra secci¨®n del penal. Wisdom dijo:
"La sargento primera Snider agarr¨® a mi prisionero y lo lanz¨® a un mont¨®n... a m¨ª no me pareci¨® bien que los pusieran amontonados. Vi al brigada Frederick, al sargento Davis y al cabo Graner caminar alrededor del mont¨®n mientras golpeaban a los prisioneros. Recuerdo que el brigada Frederick golpe¨® a uno de ellos en las costillas. El prisionero no representaba ning¨²n peligro para el brigada Frederick . Despu¨¦s de eso me march¨¦". Posteriormente, Wisdorn testific¨®: "Vi a dos detenidos desnudos, uno masturbando a otro que estaba de rodillas, con la boca abierta. Pens¨¦ que lo mejor era largarme de all¨ª. No me pareci¨® bien todo aquello. El brigada Frederick se acerc¨® y me dijo: 'Mira lo que hacen estos bestias cuando los dejas solos dos segundos'. O¨ª que la cabo England gritaba: 'Se le est¨¢ poniendo dura". Wisdom explic¨® que hab¨ªa comunicado lo sucedido a sus superiores, y que supuso que "habr¨ªan tomado medidas". Y a?adi¨®: "Yo no quer¨ªa participar en nada que pareciese ilegal".
Los abusos se hicieron p¨²blicos gracias a la indignaci¨®n del soldado Joseph M. Darby, un polic¨ªa militar cuyo papel surgi¨® durante la vista contra Frederick. Seg¨²n la transcripci¨®n abreviada que pude conseguir, un testigo del Gobierno, el agente especial Scott Bobeck, miembro de la Divisi¨®n de Investigaci¨®n Criminal del ej¨¦rcito (CID), declar¨® al tribunal: "La investigaci¨®n empez¨® despu¨¦s de que el soldado Darby recibiera un CD del cabo Graner que conten¨ªa fotos de detenidos desnudos". Bobeck dijo que Darby "nos entreg¨® una carta an¨®nima pas¨¢ndola por debajo de la puerta de nuestra habitaci¨®n, y luego vino e hizo una declaraci¨®n jurada. Se sent¨ªa muy inquieto por todo este asunto y pensaba que estaba muy mal". Darby logr¨® lo que no pudieron conseguir las organizaciones de derechos humanos m¨¢s influyentes del mundo. La Cruz Roja y Human Rights Watch se hab¨ªan quejado repetidamente durante el a?o anterior del trato que se daba a los prisioneros iraqu¨ªes, con escasa respuesta por parte del establishment. En uno de los casos, revelado en abril por el Denver Post, tres miembros de la inteligencia militar fueron acusados de acosar sexualmente a una reclusa iraqu¨ª en Abu Ghraib. Tras una investigaci¨®n administrativa, los tres fueron multados "con un m¨ªnimo de 500 d¨®lares y rebajados de rango", dec¨ªa el peri¨®dico. Los mandos del ej¨¦rcito reaccionaron de diversa manera cuando se les mostr¨® el CD de Darby con las expl¨ªcitas fotograf¨ªas. Enseguida se vio que las im¨¢genes hab¨ªan pasado de ordenador en ordenador por todo el 320? Batall¨®n. Los mandos comprendieron de inmediato que ten¨ªan un problema: un inminente desastre pol¨ªtico y de relaciones p¨²blicas que salpicar¨ªa a EE UU y perjudicar¨ªa el avance de la guerra. Darby entreg¨® las fotos a los investigadores el 13 de enero de 2004. Frederick escribi¨® a continuaci¨®n cartas a su familia sobre lo que pas¨®. Todo empez¨® a los dos y media de la madrugada del 14 de enero, cuando unos agentes del CID llamaron a su puerta. "Fui escoltado
hasta la puerta principal de nuestro edificio, lejos de mi habitaci¨®n -escribi¨®-, mientras
dos hombres no identificados entraron en la habitaci¨®n. ?l pregunt¨® si la iban a registrar. Le dijeron que s¨ª. Frederick los autoriz¨® (...).
El 16 de enero, tres d¨ªas despu¨¦s de que el ej¨¦rcito recibiera las fotograf¨ªas, el Mando Central (Centcom) divulg¨® un comunicado de prensa de s¨®lo cinco frases, mencionando en t¨¦rminos muy comedidos una investigaci¨®n sobre malos tratos a prisioneros. El secretario de Defensa dijo que fue entonces cuando ¨¦l tuvo la primera noticia de las acusaciones.
Investigaci¨®n secreta
Poco despu¨¦s, Rumsfeld inform¨® al presidente Bush. El 19 de enero, el general S¨¢nchez orden¨® una investigaci¨®n secreta en Abu Ghraib. Dos semanas despu¨¦s, el general Taguba fue encargado de llevar a cabo las pesquisas. El investigador del ej¨¦rcito dijo en el tribunal que Frederick y sus colegas, que ¨¦l supiera, no hab¨ªan recibido "instrucciones" de ning¨²n tipo. Los polic¨ªas militares de la 372? hab¨ªan sido asignados a tareas policiales y de control de tr¨¢fico a su llegada a Irak en la primavera de 2003. Con 37 a?os, Frederick era mucho mayor que sus camaradas y ten¨ªa madera de l¨ªder. Hab¨ªa trabajado como guardi¨¢n durante seis a?os para la oficina de centros penitenciarios de Virginia. Bobeck explic¨®: "Lo que saqu¨¦ en claro fue que el brigada Frederick y el cabo Graner eran polic¨ªas militares de control de carreteras, pero hab¨ªan sido destinados all¨ª porque en la vida civil eran guardias de prisiones y sab¨ªan c¨®mo hacer las cosas".
Bobeck declar¨® tambi¨¦n que, seg¨²n testigos, Frederick hab¨ªa "pegado a un detenido en el pecho con tanta fuerza que el hombre casi sufri¨® un paro cardiaco". En cartas y e-mails a familiares, Frederick contaba que los equipos de inteligencia militar, donde hab¨ªa agentes de la CIA, ling¨¹istas y especialistas en interrogatorios contratados por empresas privadas -a su vez contratadas por el ej¨¦rcito para tal fin-, eran la fuerza dominante en Abu Ghraib. En una de las cartas a su familia, dec¨ªa: "Pregunt¨¦ sobre algunas de las cosas que ve¨ªa, cosas como dejar a los reclusos en sus celdas sin ropa o con ropa interior femenina, esposarlos a la puerta de la celda... y la respuesta que me dieron fue: 'As¨ª es como lo quiere la inteligencia militar" (...).
Los de inteligencia militar "nos animaron y nos dijeron: 'buen trabajo'; estaban empezando a obtener resultados positivos e informaci¨®n valiosa -escribi¨® Frederick-. Los del CID estaban presentes cuando se utilizaron perros amaestrados para intimidar a prisioneros a petici¨®n de la inteligencia militar". En un momento dado, relataba Frederick a su familia, llev¨® a un aparte a su superior, el teniente coronel Jerry Phillabaum, comandante del 320? Batall¨®n de la Polic¨ªa Militar, y le pregunt¨® por el maltrato a los prisioneros. "Su respuesta fue: 'Por eso no se preocupe". En la audiencia judicial regida por el art¨ªculo 32 de abril, el ej¨¦rcito inform¨® a Frederick y a sus defensores (el capit¨¢n Robert Shuck, abogado militar, y Gary Myers, civil) que dos docenas de testigos, entre ellos la general Karpinski y todos los denunciados por Frederick, no iban a presentarse. Algunos hab¨ªan sido eximidos tras acogerse a la 5? enmienda; otros se cre¨ªa que iban a estar f¨ªsicamente muy lejos del tribunal. "El objetivo de una audiencia regida por el art¨ªculo 32 es designar testigos y descubrir hechos -me dijo Gary Myers-. Acabamos con un agente del CID y ninguna presunta v¨ªctima que examinar". Despu¨¦s de la audiencia, el oficial que dirig¨ªa la investigaci¨®n dictamin¨® que hab¨ªa pruebas suficientes para someter a Frederick a consejo de guerra.
Myers, que fue uno de los abogados de la defensa en los juicios por el caso My Lai en los a?os setenta, me dijo en abril de 2004 que la defensa de su cliente se basar¨ªa en que ¨¦ste cumpl¨ªa ¨®rdenes de sus superiores, y en concreto, las directivas de la inteligencia militar. "Voy a llevar a rastras al tribunal a todos los oficiales de inteligencia y civiles contratados que pueda encontrar -dijo-. ?De veras cree usted que el ej¨¦rcito relev¨® a un general a causa de seis soldados? Ni por ¨¦sas" (...).
A principios de ese oto?o, escrib¨ªa Taguba, el general S¨¢nchez, aparentemente preocupado por los informes que llegaban de las c¨¢rceles militares en Irak, hab¨ªa pedido al general Ryder que llevara a cabo una valoraci¨®n de las mismas. El resultado, que cuando el informe de Taguba se hizo p¨²blico todav¨ªa estaba clasificado, fue entregado el 5 de noviembre de 2003, y en sus conclusiones se dec¨ªa que hab¨ªa aspectos relativos a derechos humanos, adiestramiento y recursos humanos que requer¨ªan atenci¨®n inmediata. Expresaba asimismo seria preocupaci¨®n por la connivencia existente entre la polic¨ªa militar asignada a vigilar a los prisioneros y los equipos de inteligencia que los interrogaban (...)
Preparar las "entrevistas"
Hab¨ªa pruebas ya desde la guerra de Afganist¨¢n, dec¨ªa el informe Ryder, de que miembros de la PM hab¨ªan trabajado con agentes de inteligencia: "La informaci¨®n confidencial obtenida recientemente con motivo de la Operaci¨®n Libertad Duradera da por cierto que la polic¨ªa militar estableci¨® las condiciones favorables para subsiguientes entrevistas", eufemismo por quebrantar la voluntad de los presos antes de los interrogatorios. "Tales acciones suelen ir en contra del buen funcionamiento de un centro penitenciario". Ryder exig¨ªa que "se defina el papel de los polic¨ªas militares separando claramente las competencias de los guardianes de las del personal de inteligencia militar". Los mandos que gestionaban la guerra en Irak hab¨ªan sido notificados. Sin embargo, al final Ryder edulcor¨® sus observaciones asegurando que la situaci¨®n todav¨ªa no era cr¨ªtica. La brigada de la general Karpinski, informaba Ryder, "no ha recibido ¨®rdenes de modificar su actuaci¨®n a fin de facilitar las condiciones para interrogatorios por parte de la inteligencia militar, ni de participar en dichos interrogatorios". Aunque en algunos casos los procedimientos eran defectuosos, dijo, no hab¨ªa encontrado "ninguna unidad de la polic¨ªa militar que realizara a prop¨®sito pr¨¢cticas de confinamiento inadecuadas" (...).
En su informe, Taguba fue cort¨¦s pero directo a la hora de refutar a su colega. "Por desgracia, muchos de los problemas que surgieron durante la valoraci¨®n son exactamente los mismos temas objeto de esta investigaci¨®n", escribi¨®. "De hecho, los abusos sufridos por los detenidos ocurrieron en su mayor¨ªa durante o alrededor de esa valoraci¨®n". El informe continuaba: "Contrariamente a los hallazgos del general Ryder, yo encontr¨¦ que personal asignado a la 372? Compa?¨ªa de la ?800? Brigada de la Polic¨ªa Militar hab¨ªa recibido ¨®rdenes de modificar las condiciones penitenciarias a fin de 'facilitar' los interrogatorios de inteligencia militar". Oficiales de inteligencia del ej¨¦rcito, agentes de la CIA y civiles contratados "solicitaron en¨¦rgicamente que los guardias de la PM crearan las condiciones f¨ªsicas y mentales para un favorable interrogatorio de los testigos". Taguba respald¨® sus afirmaciones citando declaraciones juradas ante investigadores del CID. La soldado Harman, uno de los PM acusados, testific¨® que su tarea consist¨ªa en mantener despiertos a los detenidos, entre ellos un prisionero encapuchado que fue metido dentro de una caja con cables el¨¦ctricos sujetos a los dedos de pies y manos y al pene. Harman declar¨®: "La inteligencia militar quer¨ªa hacerlos hablar. Era tarea de Graner y Frederick hacerles cosas para que luego la inteligencia militar y las OGA de Otras Agencias del Gobierno [...] consiguieran que desembuchasen".
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