El rey es el rey
Rossi conquista su sexto t¨ªtulo, el cuarto en la m¨¢xima categor¨ªa, tras vencer a Gibernau en otro duelo formidable
Valentino Rossi es ¨²nico. No contento con seguir engordando su leyenda, el mejor piloto del mundo se empe?¨® ayer en ganar y gan¨®. No necesitaba el triunfo para conquistar el t¨ªtulo, el sexto de su carrera y el cuarto consecutivo en la m¨¢xima categor¨ªa. Le bastaba con quedar un puesto por detr¨¢s de Sete Gibernau, su ¨²nico rival, convertidos ahora en algo m¨¢s que adversarios. Y por detr¨¢s del espa?ol hubiera acabado, en el segundo puesto, consecuencia de otro duelo extraordinario, si no fuera porque Rossi no se conforma, tiene sangre en la mirada y unos irrefrenables deseos de ganar, ganar y ganar. Gan¨®, claro est¨¢, rebasando a Sete en la ¨²ltima vuelta, una, dos veces, en la curva m¨¢s insospechada, por ese hueco que no existe m¨¢s que en la mente de esta especie de extraterrestre del motociclismo mundial.
Conquist¨® Rossi en Australia su sexta corona, su triunfo n¨²mero 67, su podio n¨²mero 100, m¨¢s y m¨¢s, en esa alocada carrera que parece disputar contra los m¨¢s grandes de la historia, contra su compatriota Giacomo Agostini, contra el estadounidense Michael Doohan. S¨®lo ellos suman m¨¢s triunfos en la m¨¢xima categor¨ªa que Rossi, que ayer firm¨® el n¨²mero 41, por 68 de Agostini y 54 de Doohan.
Fue una victoria sufrida hasta la llegada a la meta, por donde Rossi pas¨® s¨®lo 97 mil¨¦simas antes que Gibernau. Ya en la primera vuelta se vio que aquello ten¨ªa pinta de carrer¨®n. Porque la arrancada de Sete fue toda una declaraci¨®n de intenciones. En un instante, el espa?ol pas¨® del tercer al primer puesto, adelantando a Rossi por dentro, a Loris Capirossi por fuera, en un prodigioso zig-zag. Rossi se vio cuarto, atascado, y lanz¨® un ¨®rdago. Se fue por fuera del asfalto, resbal¨® en la arena, logr¨® dominar la Yamaha y por el mismo precio adelant¨® a las dos Ducati, la de Capirossi y la del estadounidense Troy Bayliss.
No estaba dispuesto el italiano a que Sete se largara y se peg¨® a ¨¦l. Ni se inmut¨® el corredor catal¨¢n por mucho que durante 18 vueltas sintiera el aliento de Rossi en el cogote. Ya estaba en marcha el mano a mano habitual, el duelo que ha convertido el campeonato de este a?o en uno de los mejores de la historia. A Gibernau pod¨ªa interesarle que Capirossi y el brasile?o Alex Barros se acercaran a ¨¦l, pues el segundo puesto de Rossi daba a ¨¦ste el t¨ªtulo. Le conven¨ªa que m¨¢s rivales entraran en escena. Pero en cuanto Rossi vio que aqu¨¦llos se acercaban, adelant¨® a Sete. Nueve vueltas quedaban y Rossi parec¨ªa enfurecido. Pero Gibernau aguant¨® el envite y recuper¨® la primera plaza.
Y en ella lleg¨® a la ¨²ltima vuelta, que fue memorable. Rossi ten¨ªa el t¨ªtulo en el bolsillo con el segundo puesto, pero como si no. Se lanz¨® a por Sete, le rebas¨®, ¨¦ste le contest¨®, Rossi no tir¨® la toalla, meti¨® su moto no se sabe bien por d¨®nde y venci¨® por un suspiro. Rebasada la meta, el campe¨®n bes¨® su Yamaha y la acarici¨® antes de detenerse y vestirse con una camiseta conmemorativa en la que se le¨ªa "che spettacolo", el espect¨¢culo que ¨¦l y un enorme Gibernau dieron en una carrera de lujo, otra m¨¢s, que coron¨® a un corredor inimitable, voraz, extraordinario, legendario a sus 25 a?os, al m¨¢s grande. Al rey Rossi.
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