Telebasura y soluciones
La "telebasura", entendida como ese producto televisivo nuevo, caracterizado por la exhibici¨®n de comportamientos, zafios, viles, desvergonzados, insultantes e indeseables, que no s¨®lo la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, sino incluso sus promotores principales rechazar¨ªan como intolerables si incluyeran a sus padres, sus hijos o sus personas m¨¢s cercanas, aparece hoy como problema. Se ha abierto en nuestras calles y en los foros m¨¢s diversos la reflexi¨®n sobre las posibles soluciones.
La telebasura se asienta en cuatro pilares: dos actos de voluntad, una norma social no escrita y una realidad sociol¨®gica. En primer lugar, necesita de la voluntad de empresarios de la comunicaci¨®n, periodistas y allegados de dise?ar y emitir ese tipo de programas. En segundo lugar en la elecci¨®n de cientos de miles de ciudadanos televidentes. En tercer lugar en la vigencia cada d¨ªa mayor de una norma no escrita, pero indiscutida en las sociedades occidentales, que establece la rentabilidad como ¨²nico criterio para valorar cualquier aspecto de la vida personal o social. Y finalmente en cuarto lugar, en la ausencia de implantaci¨®n real en nuestra sociedad de los valores ¨¦ticos propios de un sistema democr¨¢tico.
Si la decisi¨®n que se refiere a los que hacen esos programas encuentra su justificaci¨®n en la norma no escrita de que todo vale si es rentable, la segunda decisi¨®n del televidente, pone en evidencia la preeminencia del inter¨¦s morboso o de curiosidad malsana frente a la asunci¨®n como propios por gran parte de la poblaci¨®n de valores esenciales en la cultura democr¨¢tica como dignidad de la persona o el respeto a la intimidad y el honor. En el origen de estas carencias deben sentirse aludidos quienes han dise?ado nuestro sistema educativo en los ¨²ltimos veinte a?os y en la realidad de que la llegada "desde arriba" a nuestro pa¨ªs, del sistema democr¨¢tico dej¨® inc¨®lume un franquismo sociol¨®gico, no s¨®lo no criticado, sino fomentado en ocasiones, que retrasa la asunci¨®n de una cultura civil democr¨¢tica sin tradici¨®n entre nosotros. Si determinados contenidos no repugnan a grandes masas de poblaci¨®n, puede deducirse que valores ¨¦ticos esenciales del sistema democr¨¢tico no est¨¢n asumidos "de verdad" en nuestra comunidad. No debemos enga?arnos: las sociedades tienen como valores aquellos que los ciudadanos sienten y viven como propios, no los que proclaman sus grandes leyes.
Pero es importante tener cuidado en la b¨²squeda de soluciones para evitar el riesgo de que el remedio sea peor que la enfermedad. Cualquier respuesta debe buscarse en la profundizaci¨®n de los fundamentos de la cultura democr¨¢tica. La peor secuela del fen¨®meno de la telebasura ser¨ªa que, acuciado por encontrar una salida r¨¢pida, el legislador adorn¨¢ndose con ciertas dosis de populismo, se dejase caer en la tentaci¨®n de limitar principios tan esenciales como la libertad de determinaci¨®n individual o la libertad de informaci¨®n. Que desde planteamientos paternalistas y para cuidar la salud mental o las buenas maneras de los ciudadanos, creara una legislaci¨®n de buenas costumbres incompatible con el ciudadano libre, centro de nuestro sistema. Las medidas legislativas por ello ¨²nicamente deber¨ªan fomentar, provocar, difundir la superioridad de los valores democr¨¢ticos como los propios de pueblos avanzados y cultos.
Pudiera ser que despu¨¦s de fase de las grandes palabras estemos llegando al momento hist¨®rico de la "democracia cotidiana", que Churchill ve¨ªa plasmada en la llamada del lechero a primera hora de la ma?ana. Ahora se hace necesario el compromiso concreto y real de cada colectivo y de cada individuo, con los valores ¨¦ticos que considere preferibles para su barrio, su ciudad o su pa¨ªs. En esa l¨ªnea el reciente llamamiento del Colegio de Periodistas de Catalu?a a no mantenerse quietos frente a la telebasura, es un buen ejemplo de soluciones desde los fundamentos de la cultura ¨¦tica que se quiere defender.
En el ¨¢mbito individual, deber¨ªamos ser conscientes de que si un d¨ªa fueron los pasquines, las banderas y las pancartas, hoy la defensa de los valores ¨¦ticos en que se basa nuestro sistema de convivencia puede hacerse con un arma, que todos tenemos en nuestras manos cada d¨ªa, capaz de poner la l¨®gica del mercado a nuestro favor: el mando a distancia. La grandeza y el inconveniente del sistema que elegimos para regular nuestra convivencia es que se basa en unos valores que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, no pueden imponerse por ninguna ley. S¨®lo pueden conquistarse d¨ªa a d¨ªa por los ciudadanos.
Jos¨¦ Mar¨ªa Calero Mart¨ªnez es Fiscal de la Audiencia Provincial de Sevilla, autor de Manual de Periodismo Judicial.
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