Matrimonio
La especie humana siempre ha necesitado creer en algo que la trascienda, de ah¨ª su adhesi¨®n a lo que ni toca ni ve, de ah¨ª el ¨¦xito de las grandes religiones y de una miriada de creencias sobrenaturales. Me parece que no estoy descubriendo la p¨®lvora. Pero a medida que la vida humana se hace m¨¢s segura, m¨¢s c¨®moda y m¨¢s larga, la necesidad de otra vida despu¨¦s de ¨¦sta disminuye y la religi¨®n pierde parroquianos. La gente sigue diciendo creer en Dios en todas las encuestas, pero los hechos desmienten una afirmaci¨®n emitida desde el residuo del miedo al m¨¢s all¨¢.
La Iglesia sigue obstin¨¢ndose en un error secular: la presunta eternidad de algunas presuntas verdades. Como si la Creaci¨®n hubiera sido fija, un hecho en el que ya no comulgaba Arist¨®teles y cuidado que faltaban siglos para que se pronunciara Darwin con pelos y se?ales. No existe una naturaleza humana, sino que, a trav¨¦s de los milenios, la especie ha experimentado un cambio espectacular, por dentro y por fuera. Ni siquiera una condici¨®n humana, pues cambian variables como la pol¨ªtica, la cultura y el medio tecnol¨®gico; y las consecuencias de esos cambios son imprevisibles.
Hoy todo anda patas arriba y apenas hay v¨ªnculo que no se tambalee. Muchas cosas siguen siendo santas de nombre y "perversas" de hecho, de donde se sigue que el cristianismo (sobre todo en su variante m¨¢s ortodoxa, el catolicismo) no tiene manos. Sobre todo, tal vez, porque el conflicto surge en un propio patio. El esc¨¢ndalo del clero estadounidense habr¨ªa pasado desapercibido, o casi, si esos curas se hubieran limitado a practicar el sexo -incluso homosexual- con adultos. All¨ª el catolicismo, tal vez por la competencia entre credos, es m¨¢s laxo, m¨¢s ben¨¦volo. Y la feligres¨ªa tambi¨¦n, pues tiende a creerse que a Dios no le ofende demasiado una transgresi¨®n moderada del sexto mandamiento. Lo que hizo estallar la gran burbuja fue la pederastia. Con ni?os, abstenerse. Con tanto jaleo de una u otra ¨ªndole, es menos extra?o que se desaten los nervios y se digan cosas que nos recuerdan la "conspiraci¨®n judeomas¨®nica". A nuestro clero los dedos se le antojan hu¨¦spedes y ve una conspiraci¨®n en cada esquina. Yo fui muy anticlerical bajo el franquismo. Hoy la Iglesia espa?ola me contentar¨ªa de no ser porque, en su estado de ¨¢nimo, pugna por conseguir mayor poder terrenal como soluci¨®n a unos cambios que para bien o para mal tienen menos remedio que mi muerte. Encima, me seduce la liturgia cat¨®lica y no digamos la gran m¨²sica religiosa.
Estamos oyendo cosas que nos dejan boquiabiertos. El cardenal Antonio Mar¨ªa Rouco afirma que las actuales cr¨ªticas a la Iglesia son comparables a "las p¨¢ginas martiriales" del primer cristianismo. En realidad, lejos de echar a los cristianos a los leones, la Iglesia goza de prerrogativas tales como poner y deponer profesores de religi¨®n a su antojo, mientras quien paga a ese colectivo somos los contribuyentes. Cierto es que con el advenimiento de la democracia la Iglesia espa?ola ha perdido presencia y no es maldad preguntarse si en las declaraciones de monse?or no late una cierta nostalgia. A veces, quien conserva la mitad de lo que ha tenido tiende a creer que lo ha perdido todo, cuando en realidad es preferible tener menos pero con m¨¢s leg¨ªtimo fundamento. En cuanto a las cr¨ªticas ni son tan acerbas ni est¨¢n generalizadas. Que se cometa alg¨²n exceso, en uno u otro sentido, ser¨¢ deplorable, pero nada que rebase lo previsible.
?Es blasfemo, anticat¨®lico o socialmente incorrecto que uno muestre su disconformidad con algunas manifestaciones del obispo Reig? En tiempos de la dictadura s¨ª, y uno estar¨ªa ya en la c¨¢rcel. Pero veamos. Dice el obispo de Segorbe-Castell¨® que en el caso del matrimonio homosexual, el Gobierno cede a la presi¨®n de los lobbies. ?De qu¨¦ lobbies? ?Podemos objetar sin que nos incluyan entre los conspiradores? Es verdad que no hay Gobierno sin lobbies y que los tales, en pa¨ªses como Estados Unidos, son respetables. Pero un senador se lo pensar¨¢ dos veces antes de mangonear en favor de una causa minoritaria e impopular. Eso se publica y se sabe. ?El Gobierno espa?ol ceder¨ªa ante los lobbies pro matrimonio homosexual si no supiera que defienden una causa mayoritariamente aceptada por la ciudadan¨ªa? Yo no s¨¦ siquiera si existen tales grupos de presi¨®n adheridos a la causa del matrimonio entre homosexuales, pero es que no hace falta saberlo. Tenemos sondeos, encuestas (incluso del CIS) y m¨²ltiples testimonios p¨²blicos. Puede que el apoyo popular a esta causa no sea entusiasta, eso es dif¨ªcil de saber; pero basta con que sea favorable. Y lo es, lo es; como es tambi¨¦n cierto que ning¨²n Gobierno se suicidar¨ªa por ponerse en contra de la voluntad de dos tercios de los ciudadanos. Como ser¨ªa disparatada la pretensi¨®n de meter de nuevo a la mujer en el hogar, seg¨²n propugna un obispo de Galicia cuyo nombre no me viene ahora a las mientes ni falta que me hace, pues tal demanda es puro pintoresquismo a horas de hoy.
Matrimonios heterog¨¦neos los ha habido y los hay en todos tiempos y lugares. En el derecho romano (citado aprobadoramente por monse?or Reig) la f¨®rmula cum manu fue cediendo terreno ante la sine manu. Los primeros Padres de la Iglesia sent¨ªan cierta aversi¨®n hacia el matrimonio. ("Mejor casarse que quemarse", San Pablo). Pasaron siglos antes de que el matrimonio adquiriera la dignidad de sacramento. Los sistemas econ¨®micos crean costumbres y las costumbres acaban convirti¨¦ndose en ley. As¨ª es como el binomio ciencia-t¨¦cnica, el m¨¢s influyente y cambiante en la actualidad, est¨¢ fomentando una diversidad de uniones en gran parte adaptadas a las circunstancias del sujeto: matrimonio sin hijos, uniones homosexuales, paternidad profesional, comunas, poligamia, poliandria, child rearing, un padre rodeado de ni?os concebidos con distintas mujeres sin que ninguna viva con ¨¦l. Ni defender ni atacar, aceptar lo irreversible; a la postre, no se vislumbra que vaya a desaparecer la familia cristiana tradicional.
La ley natural es sumamente interpretable, como sab¨ªan los griegos. Ampar¨¢ndose en ella, Arist¨®teles aceptaba la esclavitud. La ley natural, generadora de derechos, deberes, libertad, siempre se ha adaptado a los hechos de la vida humana, tan cambiante. No es, pues, un absoluto. ?Hemos de lamentarlo?
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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