Extranjera en casa
Esta novela visionaria y radiante es un peque?o milagro. Lo fue, cuando se public¨® en 1948, en medio del p¨¢ramo literario de la inmediata posguerra, dominado por el verismo desnudo de una nueva generaci¨®n de escritores alemanes que reivindicaban la "tala radical" para un lenguaje contaminado por los usos ling¨¹¨ªsticos de los nazis -"era incre¨ªblemente dif¨ªcil, justo despu¨¦s de 1945, escribir medio folio de prosa", record¨® Heinrich B?ll-, y lo sigue siendo hoy, en medio del mar de novelas sobre la Shoa que se han publicado desde entonces. El desconcierto de los lectores alemanes fue total frente a la libertad po¨¦tica que se tomaba una autora novel, jud¨ªa sobreviviente, para trasladar a f¨¢bula on¨ªrica el bombardeo de una gran ciudad, la persecuci¨®n, la tortura y la deportaci¨®n de unos ni?os jud¨ªos. Esto era intolerable, se hab¨ªan omitido las referencias hist¨®ricas concretas; era insoportable, se envolv¨ªa el sufrimiento de la guerra en toda esa belleza. La recepci¨®n de La esperanza m¨¢s grande es la historia, por comprensible no menos vergonzosa, de los sucesivos desencuentros con los conceptos de lo pol¨ªticamente correcto en Alemania en el trato con el pasado nazi.
LA ESPERANZA M?S GRANDE
Ilse Aichinger
Traducci¨®n de Adan Kovacsics
Min¨²scula. Barcelona, 2004
284 p¨¢ginas. 15,38 euros
S¨®lo algunos germanistas y los
cr¨ªticos y lectores m¨¢s veteranos conocen hoy la primera y ¨²nica novela de Ilse Aichinger (Viena, 1921), autora que en los pa¨ªses de habla alemana goza de gran renombre como poeta. La raz¨®n de ese reconocimiento selectivo estriba, me temo, no tanto en que a partir de los a?os sesenta se concentrara cada vez m¨¢s en su extraordinario y recatado proyecto po¨¦tico, sino porque en la poes¨ªa quedaba m¨¢s neutralizada, m¨¢s resguardada la dinamita verbal de esta austriaca. Y, por supuesto, en aquella ¨¦poca los versos se aceptaban mejor en una mujer que la furiosa intensidad y la inc¨®moda exigencia moral de su narrativa. La esperanza m¨¢s grande deslumbra con la virtuosidad de su lenguaje y la fuerza de sus im¨¢genes, pero lleva una tremenda carga de significados y trata un tema duro de tragar: la aceptaci¨®n de la identidad jud¨ªa impuesta, a trav¨¦s de la decisi¨®n de ser una v¨ªctima.
Ellen, una ni?a a la que el te
rror racista le aniquila la infancia, no encuentra quien avale su visado para reunirse con su madre expulsada del pa¨ªs por ser jud¨ªa. Y tampoco consigue ser aceptada en los juegos de sus amigos jud¨ªos porque tiene "dos abuelos correctos y dos incorrectos"; s¨®lo es mitad jud¨ªa -su padre ario se ha desentendido de la familia- y no est¨¢ obligada a llevar la estrella amarilla. Ya que "la gran esperanza" de marcharse no se cumple, se vuelca en "la esperanza m¨¢s grande" de alcanzar un mundo de paz y reconciliaci¨®n resisti¨¦ndose firmemente al mundo alocado que la rodea. Ellen sustituye la raz¨®n perversa de los adultos por la l¨®gica infantil y dota as¨ª de nuevo sentido una realidad amenazante y macabra. "Los que creen ser, no son. S¨®lo pueden desembarcar los que dudan de s¨ª mismos, los que han sufrido. Las costas de Dios son llamas sobre el sombr¨ªo oc¨¦ano, y se quema quien desembarca. Y las costas de Dios crecen por el resplandor de quienes arden, y las costas de Dios se reducen porque los cad¨¢veres de los insensibles salen de las tinieblas flotando a la deriva".
La chica se ha cosido la estrella amarilla al abrigo y comparte con sus amigos los juegos en el cementerio (¨²nico lugar no prohibido para ellos), el intento de cruzar la frontera, la espera de la deportaci¨®n. Forja con ellos una comunidad de sufrimiento que vence su miedo gracias a los juegos en los que dan la vuelta al orden impuesto por el r¨¦gimen nazi. "?Qui¨¦n es m¨¢s extranjero, vosotros o yo? Quien odia es m¨¢s extranjero que quien es odiado y los m¨¢s extranjeros son aquellos que m¨¢s se sienten en casa". Narrada sin progresi¨®n temporal, ni identificaci¨®n de lugares o personas de la Viena de la ¨¦poca, la novela trasciende el contexto hist¨®rico para mostrar que la imaginaci¨®n y la contradicci¨®n son las mejores claves para el conocimiento de la realidad. "La luz titilaba, pura y deslumbrante, en alabanza de lo desconocido. La imagen se rend¨ªa al sentido".
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