El centro de la vida
Esta novela se ha convertido ya en un cl¨¢sico de la literatura italiana. Es una de las cumbres del neorrealismo italiano, la m¨¢s poderosa y fruct¨ªfera corriente de la segunda mitad del siglo XX, no s¨®lo en el campo de la narrativa, sino tambi¨¦n en el del cine de aquel pa¨ªs. Elio Vittorini fue un ejemplo perfecto de lo que se denomina escritor comprometido, tanto en la vida p¨²blica como en la literaria. Como editor, su trabajo en la casa editorial Einaudi junto a colegas de la talla de Cesare Pavese y, sobre todo, Italo Calvino, rindi¨® excelentes resultados tanto en el descubrimiento de j¨®venes autores italianos como en la publicaci¨®n de autores extranjeros de primera magnitud cuya influencia en la literatura italiana result¨® determinante.
CONVERSACI?N EN SICILIA
Elio Vittorini
Traducci¨®n de Carlos Manzano
Gadir. Madrid, 2004
232 p¨¢ginas. 17,50 euros
Conversaci¨®n en Sicilia es
una novela dividida en cinco partes, pero que, en realidad, se articula en tres movimientos de conciencia del personaje principal. Silvestro es un hombre atacado por lo que ¨¦l denomina furias abstractas y que, precisamente por ello, no tiene ganas de nada; lo suyo es "la calma sin esperanza", apesadumbrado, herido e inane ante la consideraci¨®n del g¨¦nero humano como algo perdido y sin ganas de hacer algo en contra, siente "la vida en m¨ª como un sue?o sordo y sin esperanza, pero con calma".
El primer movimiento de conciencia se produce tras la exposici¨®n de su estado an¨ªmico: una sorprendente carta de su padre, dirigida tanto a ¨¦l como a sus hermanos, le avisa de que tras haber cumplido con sus deberes, deja a la madre, se marcha con otra mujer y le encomienda que vaya a visitarla para amenguar su soledad. Silvestro lleva quince a?os sin ver a su madre, desde que se fue de casa, y s¨®lo le env¨ªa una postal por su cumplea?os cada a?o. Y de pronto, sin voluntad expresa, decide subir a un tren.
El segundo movimiento se produce tras el viaje, largo y lleno de transbordos, que supone una inmersi¨®n en la gente y el paisaje de Sicilia; compa?eros de viaje, miradas desde el barco o el tren
... En realidad, se deja llevar, mirando y reconociendo una atm¨®sfera que cada vez se hace m¨¢s intensamente siciliana. A¨²n no sabe si dirigirse al pueblo donde vive su madre o si, haciendo este recorrido hasta Siracusa, darse la vuelta. Pero finalmente opta por lo primero, casi sin pretenderlo, y all¨ª est¨¢ ella y all¨ª se topa con "el sol, el fr¨ªo, el brasero de cobre en mitad de la cocina y la aprehensi¨®n de mi conciencia en aquel punto del mundo en que me encontraba". Esa conciencia se revela como lugar de infancia y, por as¨ª decirlo, del nacimiento del hombre.
El encuentro con la madre afirma definitivamente el modo estil¨ªstico ya empleado en las p¨¢ginas anteriores: los abundantes di¨¢logos y las impresiones que recibe est¨¢n contadas con un sistema de repeticiones de frases y modos del habla que, poco a poco, se van deslizando hacia el cumplimiento de otra funci¨®n: ahora la insistencia en repetir frases como leit-motifs camina hacia el reconocimiento de la infancia al modo en que la sorpresa que acusa el reconocimiento de las cosas manifiesta el deseo de demorarse en ellas, de reconfirmar algo que pertenece a la historia del personaje. La "calma sin esperanza" se ha convertido en curiosidad. Y este leit-motiv de la repetici¨®n, la insistencia en determinadas frases que resuenan en el di¨¢logo, act¨²a como la percusi¨®n que sustenta a una melod¨ªa; es una insistencia r¨ªtmica que abarca tambi¨¦n los gestos y aun los comentarios de narrador en primera persona.
En toda esta parte hay momentos bell¨ªsimos, como la confesi¨®n de la madre al hijo acerca de una aventura, el contraste entre la delicada piel del rostro y las manos bastas, expresado en un anhelo de manos tiernas, la versi¨®n de la madre de su relaci¨®n con el padre o el orgullo de familia de ella afincado en la figura de su abuelo. Y terminado el encuentro a dos -que introduce dentro de la casa el ambiente seco y taciturno de la Sicilia que va reconociendo, que, sin embargo, exhala una evidente sensualidad y los anuda y anuda con ellos su memoria de infancia- comienza una especie de salida al exterior, una salida de la casa en la que el hijo acompa?a a la madre por diversas casas del pueblo, desde la m¨¢s miserable a la encumbrada, en su nuevo oficio de practicante.
El contraste entre las chabolas oscuras donde se pone la inyecci¨®n a la luz de una vela y las casas de las viudas acomodadas y de pimpantes traseros, el relato sucesivo de ese contraste entre miseria, resignaci¨®n, maldici¨®n -de una parte- y alegre gorjeo -de la otra- conforma una secuencia maestra, uno de esos cap¨ªtulos inolvidables para cualquier lector de buen gusto literario. El personaje ha llegado al centro de esa vida que hab¨ªa olvidado. De su des¨¢nimo inicial queda bien poco, no porque haya desaparecido o vaya a desaparecer sino porque el viaje se ha superpuesto a ¨¦l.
El tercer movimiento co
mienza cuando se separa de la madre, que sigue su ronda, y se queda observando una cometa, un "drag¨®n volante" que le hace preguntarse "por qu¨¦ en verdad no segu¨ªa existiendo en el hombre la fe de los siete a?os". El ciclo de encuentro con la realidad se ha cumplido aqu¨ª, la infancia ha sido reconocida. Y, entonces, se produce un salto de lo real a lo on¨ªrico, una serie de encuentros con personajes -el primero con un afilador que es como un ¨¢ngel que lo lleva del otro lado- que poco a poco se van desfigurando y transformando ante sus ojos a medida que van bebiendo y bebiendo jarras de vino; una serie de situaciones que culminar¨¢n en el encuentro con su hermano muerto en campa?a en el cementerio del pueblo.
La certeza del ni?o que s¨®lo necesita papel y viento para convertir la fe en certeza ?qu¨¦ es antes las "ofensas hechas al mundo, la crueldad, la servidumbre, la injusticia?" y "?qu¨¦ har¨ªamos entonces, si tuvi¨¦ramos para siempre certeza?". Pero esta pregunta s¨®lo se produce tras el largo viaje al interior de Sicilia, de su origen, de su madre, de s¨ª mismo.
Finalmente, la despedida de su madre, en una maravillosa escena, contenida, sugerente, con la sombra del padre entre ellos, cierra tres d¨ªas y tres noches que son las que ocupan esta narraci¨®n de un movimiento de conciencia, una narraci¨®n que tiene ya la p¨¢tina de lo reconocible y duradero.
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